Bilbao
Por el camino veíamos en las calles a gente intoxicada por los gases, tosiendo y gimiendo. Algunos lloraban junto a sus familiares muertos. Quienes corrieron para escapar del gas cayeron muertos porque inhalaron el veneno más rápido". Han pasado 25 años de la tragedia industrial más mortífera de la historia y Jeevan Shinde, conductor de rickshaw motorizado en la ciudad india de Bhopal, tiene grabado a fuego lo que pasó él y su familia tras el escape de gas tóxico procedente de la fábrica de Union Carbide. Un cuarto de siglo después, la justicia india ha dictado sentencia y, a todas luces, el fallo será recordado como uno de los más ignominiosos de la historia.
Un tribunal de la capital del estado de Madhya Pradesh, en el centro de la India, condenó esta semana a siete antiguos directivos indios de la compañía estadounidense a dos años de prisión por negligencia criminal, que han eludido con una fianza, y a unas multas ridículas de unos pocos miles de euros.
Magra pena para los responsables de un escape de gas venenoso que acabó de inmediato con la vida de 3.500 personas. Desde ese momento han muerto unos 25.000 bhopalíes. víctimas de las secuelas del escape y de la posterior polución de la zona. Se estima que 200.000 vecinos sufren las secuelas de la intoxicación. Otros miles siguen bebiendo agua contaminada. La sentencia, acogida con indignación por los supervivientes y los familiares de los fallecidos, ni menciona a quien era en aquel momento máximo responsable de la compañía, el directivo norteamericano Warren Anderson, hoy un anciano de 89 años, que es prófugo de la justicia india y que los Estados Unidos se niegan a extraditar.
se cebó con los pobres Fueron indicaciones directas de la matriz de Union Carbide Corporation las que provocaron que los directivos locales ahorraran costes y desactivaran medidas de seguridad vitales para el mantenimiento de una industria química tan compleja.
Todo comenzó cinco años antes del escape, cuando la factoría -en la que participaban al 49% inversores indios, entre ellos, el propio Estado- empezó a fabricar un pesticida compuesto de isocianato de metilo, que se vendió a los agricultores del país como un maná para evitar las plagas, según narran en el libro Era medianoche en Bhopal Dominique Lapierre y Javier Moro. "Un sueño, un cuento de hadas (...) que se transformó en un titanic". Pasaban cinco minutos de la medianoche del 2 de diciembre de 1984. Era domingo, festivo, y había un gentío en la calle porque en esa época del año se celebran muchas bodas en la India. El desastre se consuma. De la factoría de Union Carbide empieza a salir un nube de gas tóxico. Da la casualidad de que el viento sopla de norte a sur y extiende el veneno en los barrios de chabolas contiguos al muro de la fábrica. Los más pobres de una ciudad de más de un millón de habitantes huyen despavoridos.
A sus 59 años de edad, Jeevan Shinde recuerda que despertó al escuchar el alboroto en la calle y se encontró con aterrados ciudadanos que deambulaban mientras una nube de gas blanco descendía sobre ellos. En medio de las náuseas y con los ojos ardiendo, Shinde montó a su mujer, sus dos hijos y sus vecinos en su carrito motorizado, y se dispuso a escapar del gas. "Algunos me paraban para pedirme ayuda, suplicándome que dejara subir a ellos o a sus hijos", añade. "Yo quería ayudar pero no podía. Mi vehículo ya estaba lleno más de lo que permitía su capacidad", recordaba esta misma semana a la agencia de noticias Dpa. Shinde luchó para conseguir llegar a una zona menos afectada por el gas, temiendo perder la consciencia en cualquier momento. Desde aquella horrible noche, sufre con frecuencia dolores de cabeza y su visión se ha deteriorado.
sin salud, sin marido... Pero está entre los afortunados. Muchos otros perdieron a toda su familia. Kusum Bai, por ejemplo, descubrió que su marido y sus dos hijos habían muerto cuando volvió en sí días después de la tragedia. Hajra Bi, por su parte, perdió la visión en su ojo derecho y tiene problemas respiratorios. Esta mujer de 58 años es una de las activistas más importantes que luchar por los problemas que sufrieron y siguen sufriendo las víctimas. Como Rukhsana, que a los 40 años sufre esquizofrenia. Esta frágil mujer tenía 16 años cuando comenzó a desarrollar síntomas de un desorden mental, un día después de la catástrofe. Desde entonces ha tenido que someterse a electroshocks y tomar miles de pastillas e inyecciones para controlar los ataques. "Era una chica tan sana y llena de vida antes de inhalar el veneno de Carbide", se lamenta su madre. "Estábamos planeando casarla", recuerda. Parte del terrible legado de las mujeres de Bhopal es que muchos hombres no quieren casarse con ellas, lo que las convierte en estigmatizada y las condena a la pobreza.
Porque la tragedia no ha terminado. Las 200.000 personas afectadas por el escape no reciben el tratamiento adecuado porque son pobres. Las mujeres sufren desórdenes genitales, cáncer de útero e incapacidad para tener hijos. Hay personas de todos los sexos y edades con problemas pulmonares, ceguera, erupciones en la piel...
tejemanejes Tras el escándalo mundial que ha desencadenado la sentencia, el gobierno regional ha anunciado que recurrirá. Entre fuertes críticas, en mayo el Gobierno de la India ha vuelto a formar un grupo de ministros para debatir formas de remediar la situación de las víctimas, que no han recibido hasta el momento ni una rupia de compensación. La prensa ha desvelado que ese mismo gobierno presionó en 1994 para que se parase el proceso de extradición de Warren Anderson iniciado por la policía india. El entonces director de Union Carbide Corporation estaba declarado prófugo de la justicia tras no atender a las reiteradas citaciones judiciales.
La Dow Chemical, que compró en 2001 Union Carbide, nunca se ha querido hacer cargo de la descontaminación de los acuíferos de Bhopal. Y al Gobierno indio no parece importarle. La clave puede radicar en que Dow Chemical ha prometido importantes inversiones en el país. Pero para miles de bhopalíes ya es tarde.