La Guardia Civil expresa su asombro por la calma con la que Mainar se autoinculpó
"Tenía ganas de contarlo", destacan los agentes Dos testigos aseguran que no notaron nada extraño en la zona donde supuestamente ocurrió el asesinato
Huesca. Diez guardias civiles declararon ayer en la cuarta jornada del juicio por el asesinato del alcalde de Fago, Miguel Grima, en la que se ha destacado la tranquilidad con la que Santiago Mainar se inculpó y el "jolgorio", según el testimonio de una amiga de la víctima, que se oyó en el bar del pueblo una vez se conoció que había aparecido muerto.
Además de los agentes de la Guardia Civil, han declarado el presidente de la comarca de la Jacetania, Alfredo Terrer, la persona que encontró el cadáver del alcalde, la entonces alcaldesa de Castiello de Jaca, María Esther Franco, y un vecino de Fago, Sergio Barcos, quien pasó por el lugar de los hechos sobre las 20.30 horas del mismo día.
La declaración inculpatoria de Santiago Mainar fue "fluida", contó cronológicamente cómo sucedieron los hechos, respondió a las preguntas de los agentes con "naturalidad", "muy tranquilo" y lo hizo "voluntariamente", afirmaron los agentes presentes en ese momento.
Mainar, según los agentes, "tenía ganas de contarlo" y en el momento de la detención "no dijo nada", estaba "cabizbajo", no hizo ninguna pregunta ni ningún comentario, detalló uno de los agentes, perteneciente a la Unidad de la Policía Judicial de Jaca.
Otro agente reveló que, después de haberse inculpado, y cuando circulaban en un todo terreno de la Guardia Civil por una pista en la que Miguel Grima había realizado unos arreglos, Santiago Mainar exclamó: "Cómo no lo voy a matar, mira cómo está la pista", haciendo referencia a unas pequeñas inundaciones.
Otra de las declaraciones más destacables fue la de María Esther Franco, quien mantenía una "fuerte amistad" con el alcalde y su mujer, que afirmó que oyó "jolgorio y risas" procedentes del bar regentado por dos opositores de Grima, una vez se conoció la noticia de que se había encontrado su cuerpo sin vida en una cuneta. "Estaba fuera, pero se oyó, había alegría", dijo la ex alcaldesa de la pequeña localidad de Castiello de Jaca, próxima a Fago.
Por su parte, Alfredo Terrer reconoció que él se enteró de la desaparición de Grima por una llamada telefónica de la entonces alcaldesa de Castiello y que, tras recoger a varios amigos, se trasladaron con sus vehículos hasta Fago, muy despacio, intentando ver algún indicio de una salida de vía o de un frenazo, ya que, inicialmente, pensaron que habría podido tener un accidente de tráfico.
En su recorrido por la carretera de Majones a Fago no vieron "nada extraño", pero al volver le llamó la atención unos cristales sobre la carretera, que debieron brillar, por lo que se bajó del vehículo e instintivamente fue a mirar al otro lado de la carretera, momento en el que vio el cuerpo de Grima.
Ni una señal en la calzada Unos cinco minutos después llegó un todoterreno de la Guardia Civil e informaron de su hallazgo, por lo que los agentes se quedaron acordonando la zona y ya no pudo dar más detalles al respecto, aunque sí ha insistido en que no se notaba nada en la calzada, ni una señal de arrastre ni manchas de sangre.
Terrer destacó que Grima era muy reivindicativo y luchador, que siempre miraba por los intereses de su pueblo, pero ha reconocido que la última vez que lo vio, en una reunión de alcaldes de la Comarca de la Jacetania la misma noche del 12 de enero de 2007 que ocurrieron los hechos, no le notó nada raro ni estaba especialmente nervioso.
Por la carretera donde se produjo el crimen pasó también esa misma tarde Sergio Barcos, vecino de Fago, quien explicó a preguntas de las partes que "nunca" vio aparcado el coche del alcalde cerca de las propiedades de Mainar y tampoco piedras en la calzada, que le obligaran a Grima a bajarse de su vehículo.
Lo que sí reconoció es que Miguel Grima recibía amenazas e insultos de algunas personas y también la existencia en el pueblo de Fago, que tiene una treintena de vecinos, de un grupo "de oposición" al alcalde.
Hoy continúa el juicio con la declaración de cuatro guardias civiles y once testigos, la mayoría opositores al alcalde asesinado.
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