donostia. Como punto de partida, el profesor Rubia plantea que en las últimas décadas se están produciendo avances importantes que van a modificar "la idea que tenemos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea". Hasta el punto de que pronostica la llegada de una "revolución neurocientífica".
¿Qué grado de conocimiento tiene la ciencia sobre el cerebro hoy día?
Se han producido considerables avances, pero falta aún un largo camino por recorrer. El cerebro es un órgano con 100.000 millones de células y con cien billones de conexiones entre ellas, lo que lo convierte en la estructura más complicada de la naturaleza. La década del cerebro en Estados Unidos (1990-2000), a iniciativa de la Biblioteca del Congreso y del Instituto Nacional de Salud Mental, supuso una fuerte inyección de fondos para el estudio del cerebro y esto se ha notado en los avances registrados. Pero, repito, falta mucho por descubrir.
¿Realmente se conocen los mecanismos que ofrecen al ser humano capacidades como la inteligencia, las emociones y la memoria?
De estas tres capacidades, la memoria es hasta ahora la mejor estudiada. Sabemos que no existe un solo tipo de memoria, sino varios, con localizaciones distintas en el cerebro y el estudio de los mecanismos moleculares que subyacen a la memoria y al aprendizaje se ha realizado en animales simples, lo que le supuso la consecución del premio Nobel de Medicina y Fisiología al Profesor Eric Kandel en el año 2000. También se han postulado diferentes tipos de inteligencia, hasta ocho, por el psicólogo Howard Gardner, aunque ya en el siglo XVI se había planteado algo parecido por Juan Huarte de San Juan en España con su libro Examen de ingenios. Si se considera inteligencia la capacidad de resolver problemas, es lógico pensar que, dependiendo del problema de que se trate, tendremos distintos tipos de inteligencia. En cualquier caso, es posible que la palabra esté anticuada, o, como algunos autores dicen, pertenezca a la psicología popular y tenga poco fundamento en una neurofisiología moderna.
¿Y las emociones?
Han sido las grandes olvidadas durante mucho tiempo, algo que se está corrigiendo muy recientemente. Las razones son múltiples: las estructuras cerebrales que las sustentan, el llamado cerebro emocional o sistema límbico, es de difícil acceso; por otro lado, el orgullo humano de poseer una razón y un intelecto que parece estar en contra de las emociones han contribuido a su descuido. Hoy se sabe que la inteligencia y la razón, o sea, la capacidad lógico-analítica de nuestro cerebro no puede funcionar correctamente sin una base emocional. A fin de cuentas, la corteza cerebral, sede de las funciones mentales, se ha desarrollado a partir de esas estructuras del sistema límbico con las que establece numerosas conexiones.
Popularmente, suele decirse que sólo los seres humanos utilizan el 10% de la capacidad de la mente. ¿Hasta qué punto es cierta esta creencia?
Ciertamente es un mito difícil de erradicar, quizás porque parece lógico que, al ser capaces de desarrollar nuestras funciones mentales, es como hubiese regiones cerebrales que no se usan y que pueden luego con ese desarrollo utilizarse. Pero lo cierto es que en el cerebro no existen zonas silentes, como lo muestran todas las técnicas modernas de imagen cerebral, así como el electroencefalograma. El aprendizaje puede modificar y aumentar las conexiones entre las células nerviosas, pero es completamente falso que sólo utilicemos un 10% de nuestra capacidad mental.
¿Puede uno tener el autocontrol suficiente de su cerebro para no sentir dolor ni tristeza o sentirse fuera de su cuerpo, tal y como proponen algunas corrientes espirituales?
La influencia que la mente tiene sobre nuestro cuerpo es algo muy poco conocido científicamente, aunque es cierto que hay personas, sobre todo en Oriente, que son capaces de controlar lo que se llama el sistema nervioso vegetativo o autónomo, que es el que controla nuestras vísceras. Respecto al dolor, un sistema importantísimo de alarma del organismo, mejor será que lo conservemos. Las personas que por determinadas lesiones o enfermedades no sienten dolor no suelen vivir mucho tiempo.
¿Y las vivencias extra corporales?
Pueden producirse experimentalmente estimulando determinadas zonas del lóbulo temporal del cerebro y son las que se activan en algunos traumas mentales, en determinados tipos de epilepsia o en las experiencias cercanas a la muerte.
¿Existen pruebas científicas de que las personas tengan alma?
No sólo no existe ninguna prueba, sino que está en contra de lo que la neurociencia piensa actualmente. El dualismo del filósofo francés René Descartes que separó tajantemente el cuerpo y el alma, no ha podido en los cuatro siglos que nos separa de esa época demostrar cómo es posible que un ente inmaterial, el alma, sede de las funciones mentales o "anímicas", interaccione con la materia que es el cerebro. Un ente inmaterial no tiene energía por definición y para mover la materia es necesaria la energía, así que ese planteamiento viola incluso las leyes de la termodinámica. Precisamente, la superación de ese dualismo ha hecho que la neurociencia emprenda el estudio con métodos experimentales de temas que tradicionalmente pertenecían a la teología o a la filosofía, tales como la consciencia, la libertad, la realidad exterior, el yo, la moralidad o la espiritualidad.
Cuando hablamos del instinto, nos referimos a un impulso de origen biológico que nos orienta en la vida. ¿Está en el interior del cerebro?
En el cerebro está prácticamente todo, incluida gran parte de lo que llamamos realidad exterior, las creencias, la creatividad y nuestro comportamiento. La teoría de que somos una tabla rasa en la que nada hay escrito al nacer y que la educación y la cultura, o sea el medio ambiente, es el responsable de todas esas pautas no puede ser cierto. Cada día se descubren nuevas pautas.
¿Puede poner un ejemplo?
Hoy se sabe que el lenguaje es heredado. Se discute ahora si no existe también un instinto moral, innato, responsable de nuestras pautas de comportamiento en el ámbito de la moralidad. Sabemos que el reconocimiento de caras familiares, sobre todo de nuestra especie es algo innato, así como el sentido del número. William James, el padre de la psicología norteamericana, tenía razón cuando decía en el siglo XIX que si los animales tienen instintos innatos con los que pueden desenvolverse en su entorno, el ser humano, con un cerebro más complicado, tendría que tener más y instintos.