Aunque nació hace 35 años, el alsasuarra Iñaki Abad afirma que tiene 33 años, porque dos de ellos los pasó en prisión, primero preventiva, y después condenado a 13 años de cárcel por "lesiones, desórdenes públicos y amenazas". El Tribunal Supremo redujo la pena a 3 años y medio, una condena que ayer cumplió al completo. Este lunes pudo entregar por fin en la cárcel alavesa de Zaballa la pulsera telemática que le ha controlado desde que quedó en régimen de libertad condicional.

¿Se siente libre?

Me siento más libre al quitarme la pulsera, porque es un peso que llevas. Es como la desescalada. Al principio me pidieron 50 años por terrorismo, estuve en la carcel, me acercaron, accedí al tercer grado, iba de lunes a jueves a dormir a Zaballa, que no deja de ser un engorro. Luego accedí a la pulsera telemática, pero tienes que estar en tu casa siempre, cumpliendo unos horarios. No podía salir del Estado. Y ahora me siento libre. He alcanzado la libertad definitiva, porque la pulsera te afecta psicológicamente. La pulsera es como llevar una esposa. Y al poder dejarla es como pasar página.

¿En qué ha cambiado personalmente desde aquella noche?

Ahora soy un poco más consciente de cómo funcionan algunas instituciones, porque he vivido en mi propio cuerpo un montaje mediático. También he visto de cerca la justicia, porque en el juicio quedó evidente que habíamos ganado, pero aunque lo hagan mal los fiscales, la Policía... les vale para condenarnos. Ahora me ubico en un escenario más real y s veo las noticias en medios nacionales, lo analizo un poco mejor, busco otras fuentes. He despertado un poco de la ignorancia en la que vivía. Además, gracias a las redes sociales he podido conocer otros casos de represión o montajes policiales en otras partes del Estado. Es otra parte del despertar. He despertado de la ignorancia.

¿Se puede sacar algo bueno de estos cinco años?

Aparte de despertar, he conocido la cárcel, que es la otra cara de la sociedad, la parte olvidada, abandonada. He conocido ese mundo y he convivido en él. Lo llamo parte buena porque me ha enriquecido. También he conocido otros casos, como el de Dani Gallardo, y he hecho amistades. Se han acercado a mí personas que no habría conocido y eso es enriquecedor. Incluso a Adur, Julen, Jonan, a todos, los conocía de vista del pueblo, y ahora tenemos un trato que es especial, porque nos han obligado a convivir, a comer, a cenar... Hemos creado una amistad muy importante y hemos compartido experiencias. Con ellos y con los padres, con el pueblo, con la plataforma...

¿Y le han nacido muchos rencores: hacia la justicia, los políticos, los medios de comunicación...?

Para nada. Siempre lo he dicho: el que ha obrado mal, sabe que lo ha hecho mal. Yo estoy muy tranquilo en ese sentido. Es como en una relación: el que miente, es el que tiene el problema.

¿Qué tienes ganas de hacer que no has podido hacer en cinco años?

El mes que viene me voy una semana a Italia. Yo siempre he sido de viajar y ahora ya tocaba, porque desde 2016 no he podido salir del Estado.

Aun quedan seis compañeros, todos en libertad condicional, que deben esperar a cumplir su condena. ¿Qué consejo les daría?

Que tengan paciencia, el tiempo pasa para bien y para mal.

Y todos pendientes de Estrasburgo, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

En Estrasburgo los plazos son largos. y mo siempre dan la razón, con ello hay que contar. Nos queda la esperanza de que nos dé la razón, que sirva para otros casos, porque obviamente si nos da la razón, no nos va a indemnizar. Pero servirá para que se vea qué justicia ha habido. Para cuando llegue la respuesta, de mí solo se acordarán en mi pueblo.