Mikel Zabalza fue detenido por la Guardia Civil el 26 de noviembre de 1985 en Donostia y brutalmente torturado hasta la muerte. Pero no fue la única víctima de esa operación. A su entonces novia, Idoia Aierbe, fueron a buscarla a casa de sus padres. "Ama, aita, lasai, tranquilos que yo no tengo nada y volveré pronto", les dijo. Su padre le dio 2.000 pesetas para que pudiera volver en taxi. Pero no tuvo oportunidad de hacerlo y pasó mucho tiempo hasta que volvieron a verla.

Así lo relata Ana Aierbe, su hermana. Idoia falleció el 4 de diciembre de 2018 tras una repentina enfermedad. Pero lo que padeció desde que se la llevaron aquella noche la marcó para siempre. Primero en el cuartel de Intxaurrondo, donde sufrió "las consabidas torturas". "En una de esas la ponen en el pasillo y le enseñan un cuerpo con una bolsa en la cabeza. ¿Conoces a este? Sí, es mi novio. Iba con la ropa de cocheras, donde trabajaba", recuerda Ana.

Añade que "las vejaciones eran de espanto y de mucho nos hemos ido enterando poco a poco, porque ella no quería hablar nada". Al de pocos días la trasladaron a la comandancia en Madrid, donde le dijeron que "lo que te han hecho en Intxaurrondo no es nada, aquí vas a saber lo que es bueno". Ana se emociona al recordar a su hermana pequeña, pide que se pare la grabación de la entrevista y prosigue su relato.

"Con lo cual salió hecha un trapo", apostilla. De ahí fue a la cárcel, donde no pudieron verla. Cuando al fin salió "fuimos a buscarla y eso sí que fue dramático. Pesaba como 15 kilos menos, acurrucada en una esquina y diciendo no digáis nada, no quiero que me digáis nada". Pese a su estado se volcó en la búsqueda de Mikel Zabalza, entonces desaparecido. Apareció muerto en un río e Idoia trasladó su reivindicación de Justicia a Estrasburgo.

Ana explica que, gracias a la ayuda recibida, "volvió a la facultad, le faltaba un año para terminar Geografía e Historia y empezó a dar clases. Siguió estudiando, hizo magisterio y se puso a trabajar en el Hospital Donostia. También tuvo una pareja pero nunca llegó a ser la misma, ni mucho menos", apostilla. La llegada de la enfermedad acabó con este recorrido de dolor.