En puertas de que se cumpla un año desde las elecciones vascas del 12 de julio, la legislatura comienza a adquirir otro color para el Gobierno de Iñigo Urkullu. Tras haber lidiado en los últimos meses con un fuerte repunte del coronavirus, críticas de los partidos a su estrategia con las vacunas, y escasas opciones de acuerdo con la oposición, el mandato del Ejecutivo PNV-PSE ha entrado esta semana en un punto de inflexión. Y lo ha hecho a nivel sanitario, político y económico.Por un lado, la pandemia ha entrado en una etapa de estabilización (la tasa de positividad seguía ayer en descenso, hasta el 2,8%, un dato elocuente si se tiene en cuenta que la Organización Mundial de la Salud considera que el virus está bajo control si baja del 5%); por otro lado, el Gobierno vasco ha sido capaz de atraer por primera vez a un partido de la oposición, Elkarrekin Podemos-IU, para alcanzar su primer gran acuerdo en esta legislatura con la Ley Antipandemia; y las previsiones económicas reflejan que el PIB vasco crecerá este año y el siguiente en la medida necesaria para recuperarse de la histórica caída del 9,5% registrada en 2020.

En el Estado ha surgido un nuevo cliché político, la idea de que el presidente Sánchez ha “reiniciado” su legislatura por el ritmo de las vacunas y la recomposición de sus relaciones con el soberanismo catalán, con los indultos como principal desatascador de la situación. En el caso vasco, desde Lehendakaritza rechazan hablar de reinicio, en la medida en que, mientras Pedro Sánchez carece de apoyos suficientes, el Ejecutivo de Urkullu gobierna con mayoría absoluta y no padece una necesidad acuciante.

No obstante, los acontecimientos de los últimos días sí insuflan oxígeno al Ejecutivo vasco, que ahora ve cómo las cifras del virus son las mejores desde el verano pasado. Supone dar un vuelco a la situación. Urkullu tomó posesión del cargo en septiembre y, tras un verano con libertad de movimientos en todo el Estado, las cifras del virus se dispararon hasta el punto de que Sánchez tuvo que decretar la alarma nuevamente a petición de varios presidentes autonómicos liderados por el lehendakari. En la comunidad autónoma vasca, el virus alcanzaba hace unas semanas una incidencia acumulada de más de 500 casos por 100.000 habitantes en catorce días, lo que supuso que el lehendakari tuviera que dedicar buena parte de sus intervenciones a tratar de combatir la “estigmatización de Euskadi”, defender que supera la media del Estado en número de tests realizados y ese nivel de detección podía influir en su elevado número de positivos, y que Osakidetza ha tenido una capacidad de respuesta que ha impedido que se vean hospitales del Ejército.

A nivel político, la vacunación irregular de los directores de los hospitales de Basurto y Santa Marina se saldó con dimisiones fulminantes. La consejera de Salud, Gotzone Sagardui, se enfrentó a la reprobación de toda la oposición a mediados de mayo, cuatro meses después de los hechos, aunque Elkarrekin Podemos-IU había dudado hasta el final y no dio por hecho que la consejera mintiera.

los factores

Desde entonces, la pandemia se ha estabilizado. Ya el viernes, en el Parlamento, Urkullu, desde la cautela, defendía que la tasa de positividad se encontraba en el 3,3% y el número de pacientes críticos en la UCI había disminuido hasta los 71, pero esas cifras siguieron bajando ayer hasta el 2,8% y 63 pacientes. La tasa de incidencia acumulada por 100.000 habitantes en las últimas dos semanas, por su parte, no solo ha bajado de 200, sino de 180. También se ha registrado un acelerón en las vacunas, la gran piedra en el zapato durante estos meses. Más de un millón de vascos han recibido al menos una dosis.

En paralelo, Urkullu ha salido bien parado del pulso con el Gobierno español por las restricciones sanitarias, aunque en un primer momento la balanza no se inclinaba a su favor. Antes de que el estado de alarma tocara a su fin el 9 de mayo, pidió a Sánchez que lo prorrogase para mantener medidas como el toque de queda nocturno, los cierres perimetrales y las limitaciones en las reuniones. El presidente español desoyó su petición. Se parapetó en el ritmo de la vacunación y en que el Tribunal Supremo iba a dar amparo a las comunidades para mantener las restricciones. Sánchez acertó con las vacunas, pero no con el Supremo, una vía que resultó ser un fiasco absoluto.

Además, las imágenes del ocio nocturno preocupaban a los técnicos del Gobierno español y comenzaba a larvarse una especie de reconsideración por la puerta de atrás. La ministra de Sanidad, Carolina Darias, trató de imponer medidas obligatorias en la hostelería y las discotecas a través del Consejo Interterritorial y sin estado de alarma. El lehendakari, con el acompañamiento del PSE, defendió sus competencias e ignoró las normas. El Boletín Oficial del Estado confirmaba que los gobiernos autonómicos podrían adaptar las medidas en los bares a su realidad.

Otras comunidades como la madrileña plantearon una batalla judicial en la Audiencia Nacional, que le concedió las medidas cautelares. Darias terminó rectificando totalmente, y dio libertad en la hostelería y el ocio nocturno. Urkullu, pese a su triunfo político, no ha querido hacer leña del árbol caído y ha dado por reconducida la polémica con Sánchez al valorar la capacidad de buscar soluciones. Por otro lado, ahora que el virus remite, las restricciones aflojan y se evitan unas decisiones que nunca contentan a todos y pueden generar desgaste, si bien el último Sociómetro mantiene intacta la mayoría de PNV y PSE.

Además, el Gobierno vasco ha conseguido atraerse a Elkarrekin Podemos-IU, una fotografía que le permite desgastar a EH Bildu y situarla en posiciones de aislamiento e inmovilismo junto a PP+C’s y Vox, y desmentir que el Ejecutivo no esté dispuesto a ceder o que aplique el rodillo. El pacto sobre la Ley Antipandemia alimenta el protagonismo de Elkarrekin Podemos-IU en un momento bajo según el Sociómetro, que prevé que pierda dos escaños y Bildu gane uno. El pacto con el Ejecutivo impulsa su papel y, de rondón, aleja a la izquierda abertzale de la centralidad política o la capacidad de influencia. La presenta como una fuerza con limitada capacidad para transaccionar propuestas, lo que da también un argumento al PNV en su pugna.

Podemos detecta una mayor disposición a pactar desde su reunión con Urkullu en marzo, aunque el Ejecutivo asegura que siempre existió esta voluntad y que Podemos no terminó de coger su mano por “vértigo” al acuerdo, como sucedió con los Presupuestos de 2021, cuando se le ofrecieron aumentos en la prestación complementaria de vivienda. Las Cuentas de 2022 serán expansivas, y el PIB crecerá este año un 6,7% y un 5,7% el próximo, lo que brindará un margen de actuación mayor a Azpiazu.

Coronavirus. La tasa de positividad bajaba ayer hasta el 2,8% (la Organización Mundial de la Salud considera que la pandemia se estabiliza por debajo del 5%) y el número de pacientes críticos en la UCI se situaba en 63. La tasa de incidencia acumulada por 100.000 habitantes en las últimas dos semanas no solo ha bajado de 200, sino de 180. Más de un millón de vascos han recibido al menos una dosis de la vacuna.

Economía. Las Cuentas de 2022 serán expansivas, y el PIB crecerá este año un 6,7% y un 5,7% el próximo, lo que permitirá recuperar la caída histórica del 9,5% en 2020.