“Javier, Mario o Gabino”Teresa Muñoz Minchero rememora las negras vicisitudes de su vida durante la Guerra Civil, estertores de la Segunda Guerra Mundial y el franquismo

A punto de cumplir 86 años el próximo 5 de septiembre, Teresa aún se pregunta a sí misma quién fue el hombre que durante un tiempo compartió la vida con ella mientras residía en París. ¿Cuál era su identidad real? “¿Alguien sabe quién fue mi compañero?”, se pregunta. “¿Alguien sabe quién fue nuestro padre?”, se cuestionan sus hijos. Teresa y él no contrajeron matrimonio. Por motivos de seguridad en tiempos tal convulsos y como torturado del franquismo quizás en los años 50 del siglo pasado, siempre mantuvo su silencio al respecto, hasta que desapareció. Habla su hijo Manu: “Nunca hemos sabido mi hermana y yo quién fue nuestro padre. Mi propia madre tampoco. Conservamos escasas fotos de él. De ellos dos juntos, solo una desdibujada instantánea ante el Arco del Triunfo, otra me tiene a mí en brazos, pero ¿quién es? ¿Quién era? Si alguien pudiera ayudarnos...”, solicita.

En aquel tiempo, tras una odisea, Teresa encontró trabajo en París limpiando casas. En la ciudad de la luz, conoció a un asturiano refugiado y tuvieron dos hijos: Manu y Eva. El primero nació en Hernani. La segunda en la capital francesa. El padre, para hacerlo todo más triste, desapareció. Hizo una última llamada desde Bélgica. “Casi no le conocimos. Mi madre no tiene claro cómo se llamaba. Dice que Javier, pero sus amigos le llamaban Mario, y también aparece como Gabino en un pasaporte que vio mi madre con los apellidos de Fernández Gómez”. Sin embargo, desconocen si el documento era real al ser un huido del gobierno de Franco. “Es triste, pero sé poquísimo de mi padre”, agrega su hijo residente en Hendaia. “Tengo el recuerdo de estar comiendo todos en la mesa en Hernani junto a un señor que era mi padre, un torturado al que le habían arrancado las uñas de los pies”, relata Manu.

Las incógnitas siguen siendo un misterio en la vida de esta familia que podría llevarse a las pantallas del cine. “A veces me paro a pensar cómo hubiera sido nuestra vida sin las guerras que provocaron los fascistas: normal, y, sin embargo, nos ha roto todo”, analiza Manu, quien muestra interés por recabar nuevos datos. Y, además, la no reparación, porque a juicio de este hernaniarra, “mientras en Francia los combatientes son héroes; aquí son personas totalmente olvidadas”. La familia hace un llamamiento a la sociedad con el objeto de comprobar si alguien reconoce a este hombre originario de Llanes. “Fuimos a Llanes pero no conseguimos nada”, lamentan. Según estiman, el padre del asturiano -abuelo paterno de Manu- murió muy joven. Era mineros y falleció de silicosis. Su mujer se hizo cargo de los hijos. “A ciencia cierta, poco más sabemos. Yo recuerdo que le llamaba papá Javier, pero nada más”. ¿Qué habrá sido de él? ¿Cuál será la identidad que se esconde tras la cara de esas fotografías que conservan?

Esta es una de las microhistorias que tuvieron su origen previo en la Guerra Civil. En Euskadi son infinitas. La vida puede doler hasta el punto de querer olvidar décadas, de no hablar de ellas, e incluso peor, en supuesta democracia, tener aún miedo a verbalizarlas. Un consejo de esta madre a su hijo: “Manuel, hijo, ten cuidado, no digas que eres republicano. Que nadie sepa lo que piensas”. La recomendación es de Teresa Muñoz Minchero. Ella anhela proteger a su retoño. Es superviviente del bombardeo de Durango, ataque fascista en el que perdió a su tía y, además, su hermana Milagros perdió un brazo. A estas cuitas hay que sumar que el padre de Tere falleció en el frente de Elorrio. Era miliciano comunista del Gobierno de Euskadi en las filas del batallón Karl Liebknecht. Los evacuaron en Bretaña, Francia. Y a continuación las vivencias de París y de aquel marido y padre sin identidad corroborada. De posibles papeles falsos.

A estas alturas, rebobinemos a cuando la ternura se hizo persona en Teresa el 5 de septiembre de 1935, es decir, cuando nació en Altza, hoy municipio anexionado a Donostia. Su padre Manuel y su madre Victorina pertenecían a una familia muy orgullosa de la Segunda República que se había casado únicamente por lo civil. Pero el golpe de Estado de militares españoles cuando solo tenía un año de edad truncó, como apuntaba Manu, toda una vida de progreso. En cuanto los fascistas entraron por Gipuzkoa, la familia se replegó y se afincó en Durango. Mientras tanto, el padre, Manuel (Villanueva de Tapia, Málaga, 1902), se alistó como miliciano al Batallón Karl Liebnecht del PCE en el que militaban guipuzcoanos, vizcainos, burgaleses, internacionalistas, cántabros, navarros, asturianos...

Superviviente en Durango

Perdió la vida -estiman- en combate en Elorrio, el 23 de abril de 1937. “Le apodaban El Niño cuando era quizás el mayor de todos a sus 34 años. No sabemos dónde está su cuerpo”, lamenta la familia. “El comandante del Karl Liebnecht, Modesto Lacuesta Isasi, días antes, murió en el bombardeo de Elorrio del 31 de marzo”, apuntan. Ese día trágico en Elorrio también lo fue en Durango. La aviación legionaria italiana asesinó a más de 336 civiles coordinada por la Legión Cóndor alemana y con la petición de raid de los generales españoles Mola, Franco y Vigón.

Allí estaba Teresa con tan solo dos años, en brazos de su tía. Su abuela contaba hasta que falleció cómo pasaban los aviones “con cruces negras de San Andrés” y cómo se tiraron al monte pensando estar a salvo y, sin embargo, los cazas los perseguían ametrallando. “Nos contaba que volaban tan bajo que les veían las caras y que sonreían sádicos”, enfatiza la familia. La tía, también llamada Teresa, falleció cuando trataba de hacer de parapeto para que un piloto italiano no las matara a ella ni a sus dos sobrinas. La hermana mayor, Milagros, perdió un brazo. La bebé Teresa “tuvo la suerte” de que su tía cayó sobre ella al suelo salvándola. “Yo tenía dos años y no recuerdo nada de aquello”, confirma quien reside hoy en una casa entre dos municipios: Tosse y Saubion. “Hay documentos en los que pone que mi hermana murió en Durango fusilada, pero murió por las balas a mi lado. Y le citan en un listado con el apellido incorrecto: le ponen Muichero y es Minchero”, corrobora Teresa.

Curada Milagros en Basurto, cuando la habían colocado entre los gudaris muertos en un camión, todas viajaron en un barco a Bretaña. Estando allí, a pesar de la paz, murió otro bebé de la abuela Victorina “por una insolación”. Aquella mujer, acabada la guerra, no quería volver porque “los alemanes son asesinos, bandidos” y los autodenominados “nacionales decían que los rojos habían quemado Durango y es mentira”. En su regreso, los franquistas las dejaron en Irun. Victorina se afincó con los suyos en Hernani y en ese momento es cuando Teresa trató de encontrar progreso en París junto a su compañero sin nombre y lo que halló fue preguntas sin respuestas. ¿Alguien sabe más?

El compañero de Teresa Muñoz fue un torturado, y los franquistas le arrancaron una por una las diez uñas de los pies