Recientemente conversó usted con el nuevo secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, representante de un país con el que Euskadi mantiene una importante relación comercial. ¿Se puede trasladar un mensaje de tranquilidad con respecto a la estabilidad de las exportaciones a EE.UU.?

—Fue mi primera discusión con el secretario de Estado norteamericano, que fue muy cordial, de unos 45 minutos. Yo quise poner sobre la mesa una serie de disputas que existen entre EE.UU. y la UE, y también entre España y Estados Unidos, y le trasladé que necesitaban encauzarse, que necesitaban de un diálogo y de una negociación. Sobre todo las sanciones comerciales, que ahora mismo se aplican tanto a empresas españolas como americanas, porque es en ambas direcciones; no ayudan a resolver el problema de fondo y penalizan las exportaciones, que en estos momentos son una fuente de crecimiento y de empleo. Él estuvo de acuerdo y me indicó que la responsable de negociaciones comerciales en EE.UU., que todavía no ha sido confirmada por el Congreso, tendría un gran interés en dialogar con la UE para resolver estas diferencias.

Casi dos meses después de la salida del Reino Unido de la UE, ¿se pueden sacar las primeras conclusiones con respecto al nuevo escenario, tanto en lo negativo como en las oportunidades que pueda originar?

—Lo que más escucho a los operadores económicos es hablar sobre el coste adicional de tener que comerciar con un socio que ya no es miembro de la UE. Son los costes adicionales de nuevos trámites burocráticos, permisos, certificaciones o controles en la aduana que antes no existían. Las primeras dificultades fueron muy complejas, hubo situaciones incluso de cierta penuria, pero más allá de estas dificultades, los operadores económicos se van adaptando, van encontrando la manera de hacer ese comercio de la manera más fluida posible. Ventajas por ahora no hemos visto muchas, esa es la verdad.

La reciente polémica con Rusia con respecto al encarcelamiento del opositor Navalni ha puesto de manifiesto la internacionalización de la cuestión catalana. ¿Hasta qué punto supone un lastre para la política exterior española?

—Vimos por parte de Rusia una táctica clásica que consiste en que la mejor defensa es el mayor ataque. El Alto Representante de la Unión Europea (Josep Borrell) cuestionó en Moscú la situación de Alekséi Navalni, no olvidemos que es un opositor ruso envenenado con una sustancia tóxica prohibida internacionalmente, ese es el contexto. El ministro de Exteriores ruso (Serguéi Lavrov) para echar balones fuera puso el foco sobre una serie de políticos catalanes presos, y por eso mi respuesta fue contundente y rápida. En España no hay presos políticos, hay una serie de políticos que están en prisión, pero esa no era la cuestión, la cuestión era Alekséi Navalni y sigue siéndolo hoy, con el agravante de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dicho que esa detención es arbitraria.

¿Pecó de optimista la Estrategia europea de vacunación o debemos esperar a que la campaña alcance velocidad de crucero?

—A veces perdemos de vista el milagro que ha supuesto inventar una vacuna en un año. No una, varias, en el espacio de un año. Tampoco hay que perder de vista que estas vacunas se han desarrollado con un esfuerzo público-privado. Han sido las mentes brillantes de muchos científicos, con el poder estructurador de las empresas farmacéuticas y un gran aporte de financiación pública, y por eso ahora tiene que haber también una responsabilidad por parte de la empresa farmacéutica para agilizar los procesos de producción y que la vacuna pueda llegar a todo el mundo lo antes posible.

¿Acertó entonces la UE en su planificación?

—Yo no creo que la UE pecara de optimismo. Primero, decidió actuar como Unión Europea desde el primer momento. La Historia no debe olvidar que en un momento inicial algunos estados miembros pensaron que era mejor hacerlo por su cuenta. España pidió a la Comisión que articulara una respuesta europea porque eso iba a evitar las dificultades que vimos con el abastecimiento de mascarillas y respiradores en la primera ola, que iba a impulsar un acceso equitativo a la vacuna, y así ha sido. Yo soy una firme defensora de la estrategia comunitaria, de la presidenta de la Comisión, y también soy muy firme en la petición a las empresas farmacéuticas de que cumplan con sus contratos. Algunas lo hacen, otras tienen más dificultades, y necesitamos más transparencia.

Quizá esas dificultades también son comprensibles.

—Sí, y cuando se han explicado la respuesta de la UE no ha sido castigar, ha sido poner más financiación para ayudar a resolver esas dificultades, pero hay que reconocerlas.

Euskadi ha sido seleccionada por la Comisión Europea como miembro de su nuevo Foro Industrial. ¿Vamos en el buen camino en materia de innovación y transición industrial en relación a los países punteros de Europa?

—Aquí hay una base industrial muy sólida compuesta de grandes empresas, pero también de un increíble ecosistema de pequeñas y medianas, repartidas además de forma bastante complementaria en los tres territorios, y con fuerza en los tres sectores de la economía. Hay otro ingrediente importante, una visión de futuro y el alineamiento de las instituciones públicas y privadas en esa visión. Euskadi tiene todos los ingredientes para impulsar esa transformación y también la de España a través del Plan de Recuperación, de ser líder en nuestro país, de traccionar esa transformación en España.

Los fondos europeos Next Generation vienen a estimular esa transición hacia un nuevo modelo. ¿Está España en condiciones de cumplir con los compromisos de reformas que pide la Comisión y poder así acceder a dichos fondos?

—Somos conscientes de que la transformación de nuestro país pasa por las reformas, pero no solo del mercado laboral y las pensiones, hay que tener una mente más amplia. Por ejemplo, una parte fundamental para la competitividad del mañana es la educación y la formación, esa es la base del conocimiento, el individuo en el centro. Las reformas deben servir para transformar, pero también para converger, para asegurarnos de que todos los territorios de nuestro país convergen, hacia arriba, evidentemente, y se aproximan a mejores estándares de progreso humano y social.

La ciudadanía de a pie tiene una muy mala percepción de la palabra reformas, habida cuenta de la experiencia de hace una década.

—A la ciudadanía se le puede decir que hemos aprendido de los errores de la crisis del 2009. En el 2009 fue austeridad, recortes, empobrecimiento, dolor, y esta vez ha sido apoyo público para mantener la economía y el empleo con vida durante esta caída brutal de la actividad, pero con la idea de que hay que pasar a la fase de transformación con un impulso. Y hay que decir otra cosa, las reformas deben hacerse con diálogo social, con empresarios y sindicatos, con consensos. Es muy curioso que los actores sociales han sido mucho más proclives al consenso que algunas fuerzas políticas.

¿Es este punto de inflexión, esta transición europea, un momento clave también en materia de igualdad de género, la oportunidad para un avance decisivo o el riesgo de aumentar la brecha?

—El Plan de Recuperación español es muy innovador, es el único de la UE que ha puesto como eje transversal, además de la digitalización, la descarbonización y la cohesión territorial y social, la igualdad. Es otra de las brechas que causan dolor en nuestra sociedad, y además nos cuesta mucho económicamente, y no estamos para perder motores de crecimiento y empleo.

El lehendakari Urkullu reclama una gobernanza multinivel a la hora de gestionar estas ayudas. ¿Se ha avanzado algo al respecto tras la reunión que han mantenido?

—Esto no es una repartición de fondos a partes iguales, sino la construcción de proyectos tractores que sean coincidentes con los ejes verticales que Europa impulsa, y en nuestro caso también la igualdad, como he dicho. Yo he querido transmitirle al lehendakari un voto de confianza con el plan que Euskadi ha aprobado. El Next Generation de Euskadi es un plan muy sólido y ese es el punto de partida, hay una convergencia muy clara entre las prioridades del plan español y el de Euskadi, y esa es la mejor gobernanza, hacer converger los planes.

¿Apoya España a Euskadi en su apuesta, más allá del ámbito concreto de los fondos europeos, por dar un mayor papel a las regiones en la cogobernanza de la UE?

—En la UE hay una figura, las macrorregiones, que impulsan la colaboración de territorios y espacios más allá de la proximidad geográfica, en un espacio más amplio, alrededor de un proyecto, y lo que importa es la definición del espacio y del proyecto, para qué se quiere esa reforzada. He tenido una excelente conversación con el lehendakari sobre las intenciones de los componentes de la gran Macrorregion Atlántica para conectar este espacio. En este caso es un espacio marítimo, pero si son intereses convergentes de esas regiones lo son también de los países donde están esas regiones, no puede ser de otra manera.

¿Hasta qué punto la dialéctica política entre los estados y las naciones que los componen obstaculiza o favorece el avance en esa toma de protagonismo por parte de las regiones?

—Yo soy muy fan de la subsidiariedad, las regiones son un espacio estupendo para las cuestiones que tienen cercanía con el ciudadano, y hay ensayos muy amplios dentro de la UE de cooperaciones y trabajo conjunto, incluso institucionalizado a nivel regional, que aproximan la UE al ciudadano a través del trabajo de las regiones o los territorios. Hay que trabajar a diferentes niveles, no es estados contra territorios, es estados y territorios para los ciudadanos.

Pero las tensiones nacionales no se pueden obviar.

—Yo creo que hay que racionalizar. Cualquier política, nacional, estatal, regional, tiene que servir al ciudadano, nada más. Ese tiene que ser el objetivo de cualquiera de ellas, y luego necesitamos grandes dosis de pragmatismo. En España estamos en una buena posición para entenderlo, en su estructura estatal practica esa gobernanza multinivel, pero lo importante no es solo la distribución de competencias, sino las sinergias, la articulación entre esos niveles. No todos entendemos de forma igual este juego, pero España es un buen laboratorio de la gestión multinivel. Tenemos que seguir aprendiendo, perfeccionando nuestro sistema, y creo que la pandemia ha sido una buena ocasión para ver qué funciona y en qué hay que mejorar. En España tenemos un sistema de gobierno cuasifederal, pero la gestión de esa relación muchas veces no es cuasifederal.

Estamos inmersos en una crisis de gobernanza, de las regiones con los estados, de la UE con los estados miembros, de las instituciones públicas con las multinacionales y las tecnológicas, y mientras tanto la sociedad siente cada vez más desconfianza hacia todos esos poderes. ¿Cómo podemos dar con la tecla para acabar con esa desafección?

—Los ingleses dicen back to basics. Hay que recordar que cualquier forma de gobierno tiene que tener al ciudadano en el centro. Se ha cuestionado y tensionado el sistema de gobernanza, se ha atacado la institucionalidad multilateral. Lo hemos visto recientemente en países tan importantes como EE.UU., donde se ha pretendido así servir mejor al ciudadano hasta que el ciudadano se ha dado cuenta de que eso no le protegía más ni mejor. Tenemos que ser capaces de conectar la acción de gobierno, en cualquier nivel, con la necesidad del ciudadano, y rendir cuentas a través de las instituciones, así es como funcionan los sistemas democráticos, que son los sistemas serios. Cuidado con erosionar las instituciones, lo hemos visto de forma constante en los últimos años, un ataque constante a las instituciones multilaterales, nacionales, a las locales, con una voluntad de conectar al gobernante con el gobernado sin la intermediación de las instituciones que es bastante falsa. Eso se llama populismo.

Toda esa frustración se está liberando en buena medida en el rechazo a la inmigración. El buque de rescate Aita Mari acaba de rescatar a decenas de personas en el Mediterráneo Central, y la UE no acaba de dar una respuesta acorde con sus principios fundacionales. ¿Es consciente Europa del riesgo de no abordar la cuestión de forma audaz y decidida?

—Nos va en ello el futuro y sin embargo no hemos sido capaces de dar con la fórmula que combine responsabilidad con solidaridad, gestión ordenada de la inmigración con lucha sin cuartel contra la criminalidad. Para España la receta está muy clara, abrir vías regulares de inmigración, ayudarnos los unos a los otros a luchar contra las redes clandestinas, responder a nuestras obligaciones internacionales y tener mucho más en cuenta a los países de origen y de tránsito. Nosotros tenemos una sensibilidad especial en esto porque llevamos años haciéndolo, ayudamos a reforzar sus cuerpos y fuerzas de seguridad, ayudamos a generar empleo de calidad.

“En España tenemos un sistema de gobierno cuasifederal, pero la gestión de esa relación muchas veces no es cuasifederal”

“A veces perdemos de vista el milagro que ha supuesto inventar una vacuna en un año; no una, sino varias”

“Rusia puso el foco sobre los políticos catalanes presos para echar balones fuera sobre Navalni, pero en España no hay presos políticos”

“La crisis del 2009 fue austeridad, recortes y dolor, y esta de ahora ha sido apoyo público para mantener la economía y el empleo con vida”