A entrevista a Otegi esta semana en Radio Euskadi ha tenido mucho eco. Me interesa repasar algunas de sus ideas sobre la memoria porque necesitamos encontrar fundamentos comunes en esta cuestión.

En relación a la huelga de hambre del disidente Iñaki Bilbao, Otegi dijo que no quiere "mártires", sino "gente que salga a la calle y pueda convivir en paz, democracia y libertad". Es mejor tarde que nunca, así que bienvenido sea quien quiera sumarse a un proyecto de país sin apelaciones bélicas y donde la violencia y la vulneración de los derechos humanos no sean ejercidas, ni jaleadas, ni justificadas. Pero no sé si permaneceríamos tan de acuerdo si a la idea de que la "gente salga a la calle" añado mi convicción de que esa salida debe producirse tras que las responsabilidades penales hayan sido aclaradas y cumplidas. Como dice la ONU, la verdad, la memoria y la justicia forman un conjunto donde lo uno no puede crecer sin lo otro.

De los ongietorris dice que no buscan "revictimizar a nadie" y que en ellos simplemente se "recibe a un convecino que se ha pasado en la cárcel un montón de años". Pero el hecho es que la escenografía de los recibimientos, su épica y su parafernalia, dan un significado público al evento. Los portavoces de Sortu ya nos han dicho que no se trata de un recibimiento a un delincuente cualquiera, sino a alguien que tiene el "apoyo de una parte importante de nuestra sociedad". Ya advirtieron que "hay 250 presos (de ETA, se entiende) y que habrá 250 recibimientos en sus pueblos". Lo cierto es que los recibimientos se ofrecen a los expresos de ETA por el hecho de serlo, no a otro tipo de expresos con otro tipo de delitos o trayectorias. En estas condiciones pretender que los ongietorris carecen de carácter y significado político (legitimador de una trayectoria) es jugar con las palabras y con la ética.

Sobre la memoria ha indicado que "difícilmente se puede construir la convivencia desde el intento, por una parte, de imponer un relato". Esto es precisamente lo que el Gobierno de España quiere, con mucho acierto, hacer con la Ley de Memoria Democrática que, por cierto, EH Bildu facilitará aprobando esos Presupuestos Generales que contemplan partidas para ello, pero que secretamente servirán, según el relato oficial de la comandancia orwelliana, agárrese usted, para "tumbar definitivamente el régimen".

No, no es cierto que "todas las memorias, todas las verdades, todos los relatos" tienen que ser incluidos en una memoria pública o colectiva. No caben, ni en Madrid ni aquí, las memorias públicas que justifican la vulneración de los derechos humanos o glorifican los principios totalitarios. Entiendo que una memoria pública democrática, militante y no neutral, pueda llegar a incomodar. Necesariamente ha de molestar a quien quiera una democracia compatible con el Pazo de Meirás o la medalla a Billy el Niño, con el Valle de los Caídos o la Fundación Franco. Debe igualmente incomodar a quienes no quieren mirar de frente, ante el espejo, el horror del terrorismo, del fanatismo mafioso y totalitario, o la responsabilidad de promoverlo en su día idealizando entre la juventud el modelo del héroe y el mártir, o que aún hoy justifican su trayectoria y significado.

No creo en una memoria oficial única y canónica, sino en una memoria plural, rica, heterogénea y mixta. Entiendo además que cada uno en su casa pueda deleitarse con lo que más le guste: el retrato de Franco bajo palio o las fotos del ongietorri de su vecino; un yugo y unas flechas, o un hacha y una serpiente. Pero la memoria pública que compartamos socialmente, en el aula o en la calle, en los actos y lugares públicos, debe tener algo común: democracia y derechos humanos. A eso se le llama memoria democrática. Y resulta que está incluida en los Presupuestos.