Con una creciente mayoría en la calle más preocupada por su inseguridad personal, sanitaria o laboral, o, simplemente enfadada (algunos discursos políticos parecen creer que somos seres sin memoria y, por supuesto, sin capacidad para discernir los hechos de la palabrería), no caer en un peligroso populismo debe convertirse en objetivo prioritario para los partidos realmente demócratas.

Las elecciones americanas han dejado clara la enorme diferencia cultural entre nuestro sistema europeo y aquel. La mayor democracia del mundo, como les gusta definirse, resulta que no lo es tanto. Gente armada amenazando el recuento delante de colegios electorales, su presidente y otros líderes exigiendo que se dejara de contar los votos o las bravuconadas y vulgaridades mentirosas de Trump, les equipara, lamentablemente, a una república bananera.

Tras el alivio internacional al ganar Biden, se abren muchas interrogantes. Confiemos en que no ocurra lo mismo que con Obama, al que se le otorgó una confianza inmerecida demostrada por los hechos posteriores. De tal ver, tal esperar, como escribió la poetisa Josefina Plá. El libro de Mikel Reparaz , Las grietas de América, nos da muchas claves para acercarnos a un macro país de realidades muy distintas e, incluso, ferozmente antagónicas.

El Día de la Memoria celebrado esta semana, nuevamente ha producido en muchas personas sentimientos muy encontrados. Está muy bien hacer pedagogía en pro de la paz y la convivencia, pero, interpretar nuestra historia más cercana de una manera lineal y sin ir a la raíz del problema -léase conflicto político vasco- lleva a generar desinterés en la mayoría. Por supuesto que las víctimas de ETA tienen mucho que decir, pero también muchas otras y, fundamentalmente, todo el pueblo vasco. Porque, con la disculpa de ésa sufrimos -y seguimos soportando-, la negación de los derechos nacionales vascos. No hay más que ver los habituales discursos del arco político español.

Hemos tenido que olvidar a la fuerza todos los desmanes habidos desde 1936 (y antes también). La oportuna Ley de Amnistía de 1977 sirvió para hacer borrón y cuenta nueva y limpió el historial únicamente de torturadores, ladrones, y el largo etcétera de la dictadura franquista. Por supuesto sin arrepentimientos ni devolución de lo expoliado en bienes materiales y vidas truncadas de una manera u otra. Por contra, parece que tenemos que estar pidiendo perdón a todas las horas, no siendo culpables de los actos de una organización terrorista.

Sin reparación y memoria histórica completa no iremos muy lejos, ya que estamos cayendo en la trampa de una amnesia interesada. Quizás eso es lo que se proponen algunas mentes perversas edulcorando el franquismo: que olvidemos y no se haga justicia y, a medida que pasen los años, irnos muriendo quienes lo sufrimos y ya está. Pero no arreglaría nada, ya que el descontento en este país seguirá existiendo y, por lo tanto, la posibilidad de afloramiento de maneras violentas como única forma de respuesta.