madre de Arantzazu Ametzaga Iribarren

La epopeya fue posible en dos navíos: de Marsella a Casablanca tras pasar por Dakar (Senegal) en el transatlántico Alsina con bandera francesa y de aquel enclave marroquí a países de América latina en el vapor lisboeta Quanza. Fueron un total de 411 días de supervivencia.

“Es un hecho de por sí extraordinario. A veces me pregunto cómo pudieron sobrevivir con semejante dignidad ante tanta adversidad como la que padecieron. Pero aquellos pasajeros de la libertad fueron el símbolo, dentro de su absoluta indefensión, de la entereza vasca de resistir para sobrevivir”, enfatiza la literata de nacimiento bonaerense.

En el viaje, hubo tres grupos diferenciados: la comunidad vasca, un grupo de españoles y un tercero de judíos procedentes según Ametzaga de Bélgica, Holanda, Francia, Alemania y Checoslovaquia que huían del avance de Hitler. Los vascos ocupaban la “tercerola” del barco, define la de Alzuza haciendo referencia a las bodegas del navío. De hecho, al llegar a destino acabarían desparasitándoles en una isla antes de entrar a Argentina.

En el Alsina tomaron acomodo en busca de tierras en paz personas históricas como la hermana del lehendakari Aguirre, María Teresa, el a la postre artista Néstor Basterretxea, el consejero Telesforo Monzón y su esposa, o los escritores José Olivares Larrondo Tellagorri o Bingen Amezaga, padre de nuestra interlocutora. También formaban parte del grupo vasco, entre otros, el médico Luis Bilbao o el actor Lucio Aretxabaleta. “Excepto Tellagorri, afiliado a ANV, el grupo pertenecía al PNV y habían ejercido funciones importantes representativas para el mismo. O lo harían en el futuro”, apostilla.

El grupo de republicanos españoles contaba con la presencia del “anciano, viudo y enfermo expresidente de la Segunda República, Niceto Alcalá-Zamora y sus hijos, quien decidió la expatriación amparado por una autorización expresa del Gobierno francés”. El político escribió en un libro que el periplo fue de “441 días de un viaje azaroso” de Francia a la Argentina. “El 7 de abril de 1936 dije que personalmente recobraba mi paz, pero la República constitucional, democrática, de derecho, había caído conmigo”, amplificó Alcalá-Zamora.

Palos en las ruedas

El trayecto fue un efecto dominó de barricadas, pero que se fueron superando. La primera fue la propia partida del Alsina de Marsella. De hecho, el inspector español, jefe de operación de la represión organizada por Franco, Pedro Urraca, trató de imposibilitarla en primera persona, pero gracias a una nevada no llegó a tiempo. El navío había partido ya con los judíos en primera, los españoles en segunda y los vascos en “tercerola”. “Sin embargo, los vascos fueron los más organizados”.

El sueño se complicó en Dakar. “No se les reconoce el paso a aguas británicas y les retienen cuatro meses dentro del Alsina, hasta que se habilita el Quanza, de bandera portuguesa. Cuatro meses, que ahora nos quejamos por estar unas semanas confinados en nuestras casas…”, compara. “Mi madre se quedó en 40 kilos del hambre que pasaron. Basterretxea a sus 18 años se escapaba y conseguía limones y fruta”, para hacer frente a enfermedades como el escorbuto.

Arantzazu evoca tertulias que ella hacía con el escultor Jorge Oteiza y Basterretxea. “Néstor siempre hablaba cuando nos juntábamos los tres del Alsina, y Oteiza le volvía a decir que recordara que yo había nacido después, en Argentina”, sonríe.

La escritora y bibliotecaria ya escribió en 1981 un libro sobre esta odisea. “El 14 de abril, los españoles celebraron el Día de la República y los vascos no fueron a tal acto. Enviaron únicamente a Monzón como representante de Euskadi”, aporta. Asimismo, la comunidad que estaba separada en grupo de mujeres y grupo de hombres creó un batzoki en el transatlántico, así como un coro y grupo de dantzas. “La Cruz Roja posibilitó que llegaran las cartas que escribían a sus familias sin pasar ninguna censura. Lo hacían a través de correo interior contrabandista”, añade.

La tripulación llegaría con un viajero más, porque una mujer dio a luz en el Quanza, a México, Argentina, Venezuela y Cuba. Ya en sus países de refugio, y como paradoja final, el Alsina acabó siendo bombardeado por un ataque aéreo y hundido en la bahía gaditana de Algeciras tan solo un año después, en 1942.