Guerra Civildictadura franquistaTransición

La ikurriña, que fue izada por primera vez en Bilbao en 1894, fue declarada enseña oficial vasca a través de un decreto del Gobierno provisional de Euzkadi presidido por el lehendakari Aguirre el 19 de octubre de 1936, en plena Guerra Civil, y publicado en el Diario Oficial del País Vasco el 28 de octubre de ese mismo año. Sin embargo, a medida que las tropas alzadas contra la República iban haciéndose con el control del territorio vasco, fueron destruyendo todas las ikurriñas que encontraban a su paso. Tras la victoria fascista, la enseña fue proscrita y aquellas personas que fueron descubiertas portándola, escondiéndola o dibujándola sufrieron palizas, prisión o multas.

No obstante, fueron muchos los que se saltaron las prohibiciones y, a riesgo de sufrir multas económicas e incluso penas de prisión, se dedicaron a colocar ikurriñas en ubicaciones estratégicas a lo largo y ancho de la geografía vasca. Ese fue el caso del excapitán de gudaris Joseba Elosegi, que el 18 de julio de 1946, en el décimo aniversario del comienzo de la guerra, lo celebró escalando la torre de la catedral donostiarra del Buen Pastor, en cuyo pararrayos colocó una enorme ikurriña.

Atentados de ETA

En julio de 1959 nacía Euskadi ta Askatasuna (ETA). Las primeras acciones de esta organización fueron realizar pintadas y la colocación de ikurriñas. Sin embargo, tras la muerte del guardia civil José Pardines y el militante de ETA Txabi Etxebarrieta en junio de 1968, la historia de la organización dio un giro radical y cambió por completo.

ETA encontró un filón en la colocación de ikurriñas trampa. En algunos casos llevaban explosivos simulados y muchas veces las adosaban a cables de alta tensión. En otras ocasiones, las ikurriñas eran bombas trampa o se utilizaban como forma de tender una emboscada a los miembros de las fuerzas de seguridad.

Las primeras víctimas con este procedimiento fueron los guardias civiles Jesús Pascual Martín Lozano, Esteban Maldonado y Juan Moreno. El 5 de octubre de 1975, junto a otros dos compañeros del puesto de Oñati, fueron enviados en un Land Rover al monasterio de Arantzazu a retirar una ikurriña. Cuando regresaban de realizar el encargo, miembros de ETA hicieron estallar una bomba oculta en un talud que mató a los tres agentes y dejó heridos a otros dos guardias.

Apenas tres meses después, el 17 de enero de 1976, fue asesinado en Beasain el guardia civil Manuel Vergara, al alcanzarle la explosión de una bomba que se activó en el momento en que trataba de retirar una ikurriña. ETA intentó varios atentados más con ese mismo procedimiento, aunque policías y guardias civiles, advertidos por las muertes de sus compañeros, adoptaron medidas preventivas y pudieron desactivar muchos de los artefactos. Sin embargo, el 5 de diciembre de ese mismo año de 1976 otro guardia civil, Miguel Gordo García, murió en Barakaldo al sufrir una descarga cuando pretendía retirar una ikurriña de un poste del tendido eléctrico.

martín villa, ‘el tolerante’

En medio de aquellas dos muertes -la de Manuel Vergara y la de Miguel Gordo-, el 21 de julio de 1976 el Movimiento de Alcaldes, liderado por regidores y concejales nacionalistas, celebró un pleno extraordinario en el consistorio de Bergara que reunió a representantes de 68 municipios. Los ediles allí reunidos reivindicaban la oficialidad del euskera, la legalización de la ikurriña, la amnistía de los presos, un nuevo marco político para Euskadi y la reintegración foral.

De este modo, la ikurriña se abría camino. Un paso importante se produjo el 5 de diciembre de 1976, en el derbi entre la Real y el Athletic en el estadio de Atotxa de Donostia, cuando los capitanes de los dos equipos, Kortabarria e Iribar, saltaron al campo portando una ikurriña

Así, en aquella época preautonómica, el Gobierno español, presidido por Adolfo Suárez, no quiso abrir un frente nuevo a los muchos problemas de la Transición. El ministro de Gobernación, Martín Villa, tras reunirse con algunos alcaldes en enero de 1977, adoptó una medida salomónica de tolerancia con la enseña vasca: ni la autorizó ni la prohibió. La instrucción del 19 de enero a los gobernadores civiles tenía una doble consigna: por un lado, la bandera española debería ondear en lugar preferente; y, por otro, las fuerzas del orden no perseguirían la exhibición de la ikurriña. El mandato dejaba a las corporaciones la decisión de izar la ikurriña.

Con la decisión adoptada por Rodolfo Martín Villa se hacía tabla rasa ante la postura de su antecesor en el cargo, Manuel Fraga Iribarne, a quien se la atribuye la celebre frase de que “para enarbolar esa bandera (la ikurriña), pasarán por encima de mi cadáver”. En concreto, en una entrevista con una periodista venezolana Fraga señaló: “Hemos autorizado todas las banderas regionales menos la vasca porque no es una bandera regional, es una bandera separatista”, y remató con lo de “por encima de mi cadáver”. Una frase que, sin embargo, años después negó haberla dicho pese a que había quedado grabada.

De este modo, y tras las instrucciones de Martín Villa del 19 de enero, el Ayuntamiento de Donostia se reunió de urgencia para aprobar la exhibición de la ikurriña. Aquella noche, víspera de San Sebastián e inicio de la tamborrada, la ikurriña se izó en la plaza de la Constitución. Era la primera vez tras la muerte de Franco que la ikurriña se izaba de una forma cuasi-oficial. Era tolerada, pero no tenía el manto jurídico que la avalara.

Otro hecho con una importante carga emocional se produjo el lunes 8 de agosto de 1977 en San Mamés. Antes del partido inaugural del Trofeo Villa de Bilbao que enfrentaba al Athletic con el Aston Villa inglés, la ikurriña hizo historia en la vieja Catedral. Tras cuatro décadas de presión de la dictadura franquista, con el proceso democrático en plena ebullición, la ikurriña regresó a San Mamés y fue izada por el entonces presidente de la entidad rojiblanca, Beti Duñabeitia.

La ikurriña fue oficialmente legalizada de nuevo tras la aprobación del Estatuto de Gernika, avalado en referéndum el 25 de octubre de 1979 y refrendado como Ley Orgánica el 18 de diciembre de ese mismo año.

Tras ser perseguida, el Gobierno de Suárez toleró la ikurriña en enero de 1977 y el Estatuto de Gernika de 1979 le devolvió la legalidad