Gregorio Urionaguena Arriaga es el único soldado del Ejército vasco aún con vida que sobrevivió al bombardeo aliado fascista contra Durango y que, días más tarde, fue testigo del raid aéreo contra Gernika desde la cumbre del Bizkargi. Es el gudari número 114.060, integrante de la primera compañía del batallón Euzko Indarra, número n° 23 del Euzkadiko Gudarostea y número 2 de ANV, Acción Nacionalista Vasca. El 12 de marzo cumplirá 103 años.

En estos días, el PNV ha hallado unos documentos del batallón Euzko Indarra que han hecho llegar a su persona. En ellos, la unidad abertzale ubicada en el instituto de Portugalete en aquel momento solicitaba un refugio para la ciudadanía y dejar el "pequeño" del Ayuntamiento para el batallón. Gregorio mira los papeles con curiosidad. Los toca y divisa el lauburu y la estrella de seis puntas del logo de su batallón. Han transcurrido casi 83 años. Datan de pocos días antes de la caída de Bilbao en manos franquistas.

"En Portugalete estuvimos pocos días. Allí nos mataron al capitán, cuando estaban los fascistas en la otra margen. Nosotros estábamos de guardia", levanta la voz como si reviviera el momento quien nació en 1917 en Abadiño y es vecino de Durango. "Yo me enteré de la sublevación de los militares fascistas por los periódicos", agrega. Poco después, con apenas 20 años se presentó voluntario en Bilbao para combatir a quienes habían dado el golpe de Estado de 1936 que, fracasado, derivó en guerra. Como él también lo hizo su hermano Eusebio, y un tercero ayudó a los socialistas en el comité de defensa republicana de Abadiño. En total, fueron seis hermanos: tres hombres y otras tantas mujeres.

"Euzko Indarra era un batallón guipuzcoano, pero yo me alisté a él en Bilbao en una calle que corta con la Gran Vía. Recuerdo que estaban construyendo el edificio de Iberduero", retiene a sus 102 inviernos. No se acuerda, sin embargo, en qué batallón militó su hermano. De hecho, Eusebio fue hecho preso por los franquistas y le destinaron a Teruel donde fue herido de bala en una pierna.

Gregorio se sumó al batallón avanzada la guerra. Por ejemplo, no participó con su unidad y con el comandante del Euzko Gudarostea, Cándido María Saseta, en Asturias. "No, yo anduve por Bizkargi, desde donde vi Gernika en llamas, Sollube y en Urduliz tuvimos que salir por patas hacia Santo Domingo", enumera. Su mente, en vez de proseguir la cronología de su destino, rebobina y regresa a Durango, al histórico bombardeo. Él lo vive al segundo. Aquel 31 de marzo de 1937. Lo revive.

Evoca que el 1 de marzo de aquel mes había cogido el alta de un accidente que le ocurrió trabajando en el taller de Ángel Ochoa en Durango, en la parte trasera de la parroquia Santa María de Durango. Se quemó y casi perdió la vida. El famoso doctor bilbaino Arrospide fue su médico.

Por si fuera poco, acababa de pasar una pleuresía. Cuatro semanas después, la Aviazione Legionaria italiana coordinada por la Legión Cóndor y con el permiso de los generales golpistas Mola, Vigón y Franco bombardeó la villa. Murieron asesinadas más de 336 personas: civiles de todas las ideologías y edades, gudaris, milicianos, monjas y curas.

Gregorio se salvó por poco. Mientras trabajaba en el taller oyó las campanas de advertencia. Explica que "mi compañero Díez y yo salimos en bici hacia Landako. Vimos los aviones y cómo brillaban las bombas. Tratamos de meternos al refugio que había en el mismo casco viejo, cerca de lo que era la serrería de Goiria".

Según pedaleaban se cruzaron con el boticario Landaluze, que tenía la farmacia que hoy es de Urquizu. Tiró la bici y se metió al refugio de metro y medio. "Díez se detuvo a aparcar la suya y murió en el momento. ¡Fue horrible! Además, no se podía respirar por el polvo que había", relata.

Al salir del refugio, se encontró a su amigo y al boticario muertos junto a una tercera persona: "El batallón Kirikiño estaba en Jesuitas y Cruz Gorroño andaba con su furgoneta al servicio del Kirikiño. Entre otro y yo subimos los tres cadáveres al vehículo. Como curiosidad, un alemán, Otto, tenía también en esa zona un taller de fundir aluminio".

Apresado en Gallarta Urionaguena volvió a su hogar en Lebario. La familia, nacionalista vasca, se vio en la tesitura de migrar a Gallarta, al chalé de un socialista. "Hay unas imágenes en televisión que se nos ve en Basurto con el carro", enfatiza. Detalla que les llamaron a filas del Ejército de Euzkadi a la quinta del 38, "a los que teníamos 20 años; más adelante llamaron a los del 39 y 40". "Fui al Ayuntamiento de Bilbao, que creo que estaba en la parte de atrás de la Gran Vía. Al día siguiente a Basurto a hacer pruebas con fusil y bombas de mano y después al Bizkargi, de noche", prosigue.

Fue apresado en Gallarta. Le condujeron a la cárcel de Escolapios, en Bilbao. Pero estaba llena y le derivaron al seminario viejo de Gasteiz que "también se completó, y a Orduña. Hasta los váteres estaban llenos. Había que estar con el brazo en alto media hora para comer, cantando el Cara al sol".

De allí a Palencia, Soria; Sigüenza y Saelices de la Sal (Guadalajara), donde le obligaron a hacer trincheras para los fascistas. Como mecánico, a Gasteiz y Zaragoza.

A su regreso, el ayuntamiento le llamó para ir con la fascista División Azul española a combatir a Rusia, pero "por suerte solo fueron voluntarios. Ya conocí a algunos. Hubo uno de Mañaria que volvió sin brazo y trabajaba de guarda en Mendizabal", rememora.