BILBAO. La constitución ayer de la Mesa del Congreso evidenció dos aspectos que pueden ser clave a lo largo de la legislatura, si esta logra echar a andar. Por un lado, la imposibilidad de un acuerdo para aplicar un cordón sanitario a Vox y, por el otro, la profunda división entre las tres derechas, que se ha acrecentado tras el resultado del 10-N. Así las cosas, la negativa de los de Pablo Casado a un bloqueo contra la ultraderecha provocó que esta se haga con una vicepresidencia en el órgano que rige el Congreso de los Diputados, mientras que los desacuerdos entre el PP, Vox y Ciudadanos hicieron que estas dos últimas formaciones se quedarán sin secretarías.

La izquierda sale de esta manera vencedora en la composición de esta nueva Mesa, ya que el PSOE y Unidas Podemos lograron hacerse con seis de los nueve puestos, mientras que los tres restantes fueron para el PP y Vox. Es decir, los socialistas se hacen con tres asientos -la presidencia de Meritxell Batet, una vicepresidencia y una secretaría- y los morados dispondrán de una vicepresidencia y dos secretarías (una de ellas para En Comú Podem).

Por su parte, las derechas acusan el no haberse puesto de acuerdo para repartirse los cuatro puestos a los que aspiraban y pierden uno de ellos a manos del bloque de izquierda. Vox se negó en redondo a permitir que Ciudadanos se hiciera con una secretaría, con lo que los naranjas se quedaron fuera del órgano, pero los de Santiago Abascal tampoco sumaron para hacerse con un segundo asiento. Así, el PP consigue los dos representantes que le correspondían por sus 89 diputados, mientras que la ultraderecha solamente logra una vicepresidencia.

Respecto a la presidencia, no hubo sorpresas y la dirigente del PSC, Meritxell Batet, revalidó el cargo sin problemas en segunda votación, donde se impuso a la popular Ana Pastor. Batet recibió el respaldo del PSOE, de Unidas Podemos y del PNV, así como de Coalición Canaria o el PRC. Sin embargo, tanto ERC como EH Bildu optaron por votar nulo, escribiendo en sus papeletas mensajes en favor de los independentistas presos.

En la distribución de las vicepresidencias, el reparto fue equivalente a los cuatro partidos más votados. De esta forma, PSOE, PP, Vox y Unidas Podemos se hicieron con un puesto cada uno. En esta votación no se produjo finalmente el anunciado cordón sanitario a Vox por parte de la izquierda y los soberanistas, ya que los socialistas optaron por no repartir sus votos para no poner en riesgo la vicepresidencia primera de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que será quien sustituya a Meritxell Batet cuando se encuentre ausente. Por ello, la ultraderecha logra acceder a la Mesa con un viejo conocido como representante. Se trata del expopular Ignacio Gil Lázaro, que ya estuvo en el órgano parlamentario entre 2004 y 2015 y fue el azote de Alfredo Pérez Rubalcaba por el caso Faisán.

En la tercera y última votación, la relativa al reparto de las cuatro secretarías, sí se activó el cordón a Vox por parte del PSOE, Unidas Podemos y los soberanistas. Esta estrategia influyó en que el candidato ultra, José María Figaredo, se quedara fuera de la Mesa. Pero el factor determinante fue que varios diputados del PP votaron a José María Espejo-Saavedra (Ciudadanos) en lugar de respaldar a Figaredo. Así las cosas, ni uno ni otro lograron un asiento y Unidas Podemos se hizo finalmente con dos secretarías.

Enfado en Vox con el PP

Las tres derechas se mostraron esta vez más divididas que nunca y enseguida llegó el acuse de culpas por el asiento regalado a la izquierda, con un gran enfado de Vox con los populares. Su líder, Santiago Abascal, acusó así a Pablo Casado de ser el “único responsable de que el comunismo y el separatismo tengan un sitio más” en la Mesa al haber dado “inútilmente” sus votos a Ciudadanos. Por el contrario, Casado responsabilizó a los ultras por rechazar su oferta de pacto a tres bandas.