- A punto de cumplirse diecinueve años de la caída del régimen talibán y la invasión estadounidense en Afganistán, el Gobierno del país y los insurgentes se sentaron este sábado a la mesa de diálogo en Doha para iniciar unas negociaciones de paz que pongan fin a la guerra, seis meses después de un acuerdo con Estados Unidos, que espera ganar un nuevo aliado dando por finalizadas las guerras que se remontan 40 años en territorio afgano.

Pese a los desacuerdos de las últimas semanas durante el proceso de liberación de prisioneros de ambos bandos, requisito previo imprescindible para las negociaciones, Catar acogió ayer finalmente el comienzo del diálogo en su capital. Tras el acto inaugural y 24 discursos, los equipos negociadores de ambas partes se reunieron a puerta cerrada para debatir asuntos como las mujeres afganas, la sociedad civil y el futuro de los derechos humanos y la democracia en la nación surasiática.

En el Hotel Sheraton de Doha, donde también se celebró la firma del acuerdo con EE.UU. el pasado febrero, estuvieron presentes el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, y el viceprimer ministro y ministro de Exteriores qatarí, Mohamed bin Abdulrahman al Zani. En representación de los talibanes acudió su jefe negociador, Abdul Ghani Baradar, y por parte de Kabul, una delegación liderada por el exjefe del Ejecutivo y actual presidente del Consejo Superior para la Reconciliación Nacional, Abdulá Abdulá. Este último dijo haber acudido “para lograr una paz digna y duradera” que la historia de Afganistán recordará como “el fin del sufrimiento de nuestra gente”.

Abdulá sostuvo que el fin de la guerra a través de un acuerdo político es una demanda “legítima” de los afganos, por lo que llamó a establecer un sistema “islámico, constitucional e inclusivo” que preserve los derechos de todos los afganos, incluyendo a las mujeres, los niños y las víctimas de la guerra.

“Una paz duradera puede allanar el camino para el retorno de millones de refugiados”, indicó sobre los muchos que han huido de la guerra en las últimas décadas, en su mayoría hacia los vecinos Pakistán, a donde fueron a parar 2,4 millones de personas, e Irán, 3 millones. Por su parte, el mulá Baradar, en representación del movimiento que gobernó Afganistán con mano de hierro desde 1996 hasta su caída con la invasión estadounidense en 2001, pidió que el diálogo de paz avance con “un montón de paciencia y atención”. “Continuaremos las negociaciones de paz afganas con total honestidad”, aseveró al abogar por un Afganistán “independiente, unido y desarrollado”, con un sistema islámico que haga que todos los ciudadanos se sientan parte de él.

Según el pacto entre los talibanes y Washington, Kabul debía liberar a 5.000 combatientes de sus cárceles y los insurgentes, a un millar de efectivos afganos, para allanar el camino hacia las conversaciones iniciadas hoy y anunciadas hace sólo dos días.

Kabul se mostró reticente a poner en libertad al último grupo de 400 talibanes, a los que consideraba especialmente peligrosos y que finalmente soltó a principios de mes, haciendo posible un proceso intraafgano para acabar no sólo con 19 años del actual conflicto, sino con cuatro décadas de guerras concatenadas en Afganistán.

El secretario de Estado de EE.UU. se mostró convencido de que “una paz duradera es posible” si se incluye en el proceso a las mujeres, las minorías religiosas y étnicas, y las víctimas de la guerra.

12.000

La organización militar acabó su misión de combate en 2015 y ahora mantiene una de formación, asistencia y asesoramiento de las fuerzas de seguridad afganas, que cuenta con 12.000 efectivos.