La Guerra Civil dio comienzo en julio de 1936 y acabó en abril de 1939. Fue el escenario de diversos conflictos de índole política, económica y social. Sectores concretos del Ejército se alzaron en armas contra el Gobierno legalmente constituido a partir de la voluntad popular y el enfrentamiento se extendió al conjunto del Estado, colocando frente a frente a los leales a la Segunda República y a los golpistas.

Como en cualquier contienda, nuestros abuelos fueron víctimas de las graves consecuencias que de ella se derivaron. Muertes, sufrimiento, hambre, injusticias, exilio, pérdidas de todo tipo y un largo etcétera.

A medida que las tropas franquistas avanzaban en los pueblos de Gipuzkoa, fueron expulsadas miles de personas, en su gran mayoría mujeres y niños. Muchos de ellos fueron acogidos por los forutarras en la mayor instalación que disponía el pueblo, el convento de los frailes franciscanos.

Si los años de la guerra fueron duros, los posteriores no fueron mejores, ya que el hambre, la represión y la muerte se convirtieron en elementos cotidianos.

El 26 de abril de 1937 no les bastó con destruir Gernika, y los franquistas dieron continuidad a su ejercicio de devastación en los pueblos de alrededor. También en Forua fueron numerosos los denunciados, juzgados y condenados, y tres llegaron a ser fusilados: Juan José Basterretxea, Santiago Pinaga y Serapio Urrutxua.

Juan José Basterretxea Arrospide era un baserritarra casado de 43 años. En la etapa republicana había sido miembro de la Izquierda Republicana de Manuel Azaña. En las elecciones de 1936 ejerció como delegado de su partido.

Santiago Pinaga Foruria, de 57 años, era padre de nueve hijos, baserritarra y sacristán. Miembro de EAJ-PNV, bajo el mandato del Gobierno vasco presidió la Comisión de Investigación de Rentas y fue responsable del reclutamiento de gudaris.

Serapio Urrutxua Aldekozea, baserritarra de 49 años y padre de cinco hijos. Secretario de la Junta Municipal de EAJ-PNV en Forua y dirigente del partido, ejerció, asimismo, como juez municipal.

Años atrás -con la caída del dictador Miguel Primo de Rivera y la proclamación de la Segunda República-, el 4 de junio de 1931 quince abertzales habían creado EAJ-PNV de Forua, y entre ellos se encontraban Santiago Pinaga y Serapio Urrutxua. En los primeros comicios que afrontaron las fuerzas que defendían el proyecto de Estatuto de Autonomía de Estella (Partido Nacionalista Vasco y Comunión Tradicionalista) se presentaron coaligadas y los resultados de Forua lo respaldaron frente al PSOE que se presentaba junto con otros partidos republicanos. En las elecciones municipales del 23 de abril de 1933, con unos 180 votos los nacionalistas lograron cinco concejales: Bonifacio Arrospide Omaetxebarria, José Ortuzar Atxirika, León Usin Mintegia, Francisco Morgaetxebarria Idoiaga y León Madariaga Oar. El partido republicano consiguió dos representantes, Manuel Idoiaga Madariaga (fallecido en el bombardeo de Gernika) con 115 apoyos y Hermenegildo Urrutia Etxebarria, con 95. La Unión de Derechas no alcanzó ningún representante con unos 60 votos. José Ortuzar Atxirika fue elegido alcalde, pero tuvo que exiliarse para no volver jamás. Murió el 21 de junio de 1940 en el hospital de Mont de Marsal (Francia). El 19 de noviembre del mismo año, los nacionalistas rompieron su alianza con los tradicionalistas. Los candidatos del PNV José Antonio Aguirre y Heliodoro Torre fueron respaldados por la mayoría de los vecinos de Forua. En el referéndum del Estatuto de Autonomía, 300 fueron favorables frente a los 40 que se postularon en contra. Juan José Basterretxea militaba en IR pero sus diferencias políticas no fueron obstáculo para el trabajo en común, tanto en la Comisión de Rentas como hasta para dar su vida en favor de la justicia y la libertad.

Tras las denuncias efectuadas por diversos vecinos tras el golpe militar, los tres forutarras fueron llamados a declarar en Gernika el 10 de junio de 1937 por parte de las nuevas autoridades. El comandante militar José Pedro López y el recién nombrado secretario Francisco Gil les informaron de los delitos que se les imputaban y les tomaron declaración sobre los mismos.

ACUSACIONES: Resultando que de lo actuado en la precitada causa así como de la vista acabada de celebrar se infieren como hechos probados que así se declaran por el Consejo los siguientes: El procesado JUAN JOSE BASTERRETXEA ARROSPIDE perteneció desde el advenimiento de la nefasta República al partido de Izquierda Republicana, siendo hombre de confianza dentro de su residencia de los dirigentes del Partido mencionado, por lo que se le otorgó en las últimas elecciones de febrero del 1936 el cargo de Delegado y durante el dominio rojo-separatista destacó por sus ideas marxistas desempeñando el cargo de Vocal del Comité Local desde el que llevó a cabo suscripciones destinadas al ejército rojo-separatista y molestando insistentemente a las personas de orden a quienes denunció dando así lugar a que se les impusieran multas. El procesado SANTIAGO PINAGA FORURIA del Partido Nacionalista Vasco fue también instigador y ejecutor de diversos actos persecutorios contra personas de derechas y de orden, destacando entre otros de los realizados el de incautarse de las rentas de doce a catorce personas como Presidente de la Comisión de Investigación de rentas, ejerciendo también el cargo de Vocal del Control y asumiendo como tal la misión de movilizar hombres para el frente, de los comprendidos entre los 18 y 45 años. El procesado SERAPIO URRUTXUA ALDEKOZEA también fue destacado elemento del Partido Nacionalista Vasco siendo de los que más mando tenían y desempeñando los cargos de Juez Municipal y Secretario de la Junta Municipal de Partido Nacionalista Vasco, y por su culpa fueron perseguidas varias personas.

En la Causa General son acusados entre otros por habilitar el Convento de los frailes franciscanos y el hospital a los refugiados:

Requisaron en Convento de los P.P. Franciscanos, excepto la capilla, expulsando a los Frailes, y habilitándola para los refugiados de Asistencia Social, haciendo desperfectos de unos 3000 pesetas.

Requisaron el Hospital de Forua, con todos los muebles, ropas y enseres existentes en el mismo, destruyendo en parte la capilla, causando unos desperfectos calculados en unas 20000 pesetas.

En ese contexto, ese mismo mes, el 30, fuerzas armadas pusieron cerco a los caseríos de los tres forutarras (Azkona, Gaztañedi y Agarre), los detuvieron y los trasladaron a la cárcel de Larrinaga en contra de su voluntad para no volver jamás.

El 14 de julio, tras el juicio oral, el Consejo de Guerra los sentenció a la pena de muerte. Fallamos que debemos condenar y condenamos a los procesados JUAN JOSE BASTERRETXEA ARROSPIDE, SANTIAGO PINAGA FORURIA Y SERAPIO URRUTXUA ALDEKOZEA como autores y responsables de un delito de adhesión a la rebelión con la circunstancia agravante de peligrosidad social a la pena de muerte. Se declara la responsabilidad civil de todos los condenados en esta resolución quedando la determinación de su cuantía a la decisión de los Organismos competentes, a cuyo efecto esta última declaración será tenida en cuenta por el Juzgado ejecutor de la sentencia. Así por esta nuestra sentencia lo pronunciamos, mandamos y firmamos. Seis días después se informó de ello tanto a los condenados como a sus familiares. Y al día siguiente quedaron en manos de los asesinos que ejecutaron la sentencia.

Los denodados esfuerzos de los más cercanos para evitar semejante injusticia no dieron resultado. Visitaron en vano a los dirigentes más poderosos de aquel momento, el alcalde y el cura, y a pesar de sus ruegos no hubo vuelta atrás respecto a la feroz condena impuesta.

La cárcel de Larrinaga se convirtió en lugar de concentración de antifranquistas de diversas ideologías. Se llenó de compañeros de partido y de guerra, y de amigos de diversas localidades. Cada noche se abría alguna celda y se llevaban para siempre a alguien. Quienes oían el chirrido de los goznes de la puerta de alguna celda cercana sabían que tendrían un día más de vida a costa del infierno que suponía perder a algún amigo o compañero.

Así transcurrieron también los últimos días de los tres forutarras. Hasta que el 22 de julio de 1937 las puertas que se abrieron no fueron las de ningún compañero de cárcel. Había llegado su hora.

Tal y como hicieron con otros en las noches anteriores, los sacaron de allí de malas maneras y los llevaron al cementerio de Derio para asesinarlos. Santiago Pinaga no se pudo ni atar los zapatos a causa de los nervios y fue arrastrado descalzo al paredón. Una tras otra, hasta cinco veces dispararon contra Santiago, que aguantó de pie con dignidad, al no querer dejar en este mundo a una familia con nueve hijos. La esquela original de la familia Pinaga, completamente en euskera, da referencia de las cinco heridas.

80 años después recordamos también a sus mujeres Emilia Gondra, Katalina Ispizua y Balentina Bilbao, que no aparecen en los libros de los vencedores, y que, sin saber leer ni escribir, tuvieron que sacar adelante solas sus caseríos y a sus hijos con un gran esfuerzo por su parte.

En favor de todas las víctimas de la injusticia necesitamos que prevalezca la verdad para que la justicia haga su labor. Para ello, el Ayuntamiento de Forua ha organizado diversos actos conmemorativos en el 80 aniversario. Desde el 12 de julio hasta hoy se ha podido contemplar la exposición fotográfica El Último Batallón, del fotógrafo chileno Mauro Saravia en la segunda planta del consistorio. El día 19, tuvo lugar una conferencia a cargo de Aitor Miñambres, responsable del Museo Memorial del Cinturón de Hierro sobre El Ejército de Euzkadi y la ofensiva de Mola, que contó con la presencia de José Moreno, gudari del Batallón San Andrés. El acto final en homenaje a los fusilados tendrá lugar hoy con la inauguración del monolito y la ofrenda floral en la plaza del Ayuntamiento a las 11.30 horas.

Llevamos 80 años de retraso para la reparación de semejantes atrocidades, pero para que nada semejante vuelva a ocurrir es imprescindible recordar que, aunque se los llevaron, somos porque fueron.