"SI realmente somos el foco de infección, poned medidas, pero no nos hundáis". La súplica suena desesperada en boca del hostelero Juan González, partidario de que se adopten las restricciones necesarias para contener la pandemia, por drásticas que sean, siempre que se acompañen de ayudas para causar "el menor destrozo posible" en el sector. "Si no queda otra, entiendo que nos tengan incluso que cerrar, pero, por otro lado, no nos pueden obligar a pagar el 100% de las cuotas de la Seguridad Social y toda la carga impositiva que tenemos. Habrá que tener un grado de consideración", clama este hostelero, mientras que otros afectados por las últimas medidas anticovid dictadas para la CAV las asumen con cierta resignación.
Juan González, hostelería
"A las noches parece que han echado una bomba"
"No duermo. Llevo siete meses que no me quito esto de la cabeza". Esto son 31 trabajadores en ERTE, el bar cerrado, el restaurante al 50% de aforo, 30.000 euros al mes en cuotas sociales... "Si viera una actitud de colaboración por parte de las instituciones o tuviera un margen de maniobra empresarial, pero es que no lo tengo. El despido está prohibido, el concurso de acreedores hasta el 31 de diciembre también...", se lamenta Juan González, copropietario del establecimiento hostelero La Viña del Ensanche, en pleno centro de la capital vizcaina. Y a juzgar por sus palabras, no debe ser el único que no concilia el sueño. "Hacen falta medidas que protejan al trabajador y al empresario. Si no, no salimos nadie porque esto es una bola gigante. Los proveedores están desesperados. Fíjate entre todos lo que les hemos dejado de comprar".
Antes de esta pesadilla, por su establecimiento "pasaban entre 1.000 y 1.500 personas diarias", trabajaban 18 personas en cocina y otras tantas en barra. Ahora se bastan ocho para tirar del negocio, con un aforo de 113 personas reducido hace tiempo por iniciativa propia a la mitad. La terraza, con sus 18 sillas numeradas, la abren solo para comidas y cenas para que resulte rentable y evitar apuros. "Es muy violento tener que estar diciéndole a la gente cada media hora que se levante. Achicando agua, así estamos. Con el mal tiempo las terrazas se complican y a las noches parece que han echado una bomba en Bilbao. No queda nadie", asegura, así que lo de tener que adelantar la hora de cierre se antoja un mal menor. "El pasado lunes a la noche hicimos tres mesas en la terraza y cuatro dentro. Se va a poner todo muy cuesta arriba", augura, aunque quien quiere "se busca la vida" para degustar un menú pese a que se limite el número de comensales. "Si vienen diez, te dicen: Ponme una mesa de seis y la que más cerca puedas, de cuatro".
Por si fuera poco, el personal de hostelería está "muy expuesto porque la gente se quita la mascarilla, empieza a chillar y a reírse al segundo vino y parece que no hay pandemias", explica "desencantado" por la "irresponsabilidad individual y social que hay". "Tener que discutir con la gente sobre si se puede fumar en las terrazas o beber fuera... ¿No ven la televisión?", se pregunta y reconoce que ve el vaso medio vacío. "El país no va a mejor, las cifras son horribles y la perspectiva laboral va de la mano. Yo no soy optimista", confiesa, aunque algo de esperanza le queda por su despedida. "No hay mal que cien años dure", suspira.
Andy García, hostelería nocturna
"Probablemente no lleguemos a final de año"
"Desde el 13 de marzo, ni un disc-jockey ni un concierto ni una fiesta; nada". Andy García, gerente de la Sala Mytho, en Bolueta, se ha visto obligado a reconvertir su discoteca, con tres salas y 700 personas de aforo, en un "simple" negocio de menú del día y comida a domicilio, "que podía haber hecho en una lonja" y que le da para "mal pagar" la renta. "Estamos al borde de la quiebra, tirando de ahorros y de ayudas de familiares. Probablemente no lleguemos a final de año", aventura, pesimista, este hostelero, mientras que su socio, Sergio López, partidario de "cerrar todo una temporada e implantar un toque de queda", reclama "ayudas económicas, no préstamos, y no pagar impuestos, autónomos y rentas" mientras no puedan abrir la persiana.
Tras poner en duda que la hostelería nocturna sea la causa de todos los males, porque "lleva cerrada meses y los contagios siguen", Andy propone intervenir de forma "quirúrgica" echando el cierre a los locales donde se han registrado casos y pensar, además de en la salud, en el bolsillo porque "sin la hostelería, que es una parte importante de la economía del País Vasco, a ver cómo se va a pagar esa receta de medicamentos y de UCI. Paremos esto, pero no a costa de unos para que otros sigan, sino todos juntos de la mano".
Convencido de que "no van a superar esta crisis ni la mitad de los hosteleros", considera que la reducción de aforo al 50% es "un engañabobos porque si, a su vez, tengo que cumplir con la norma de dos metros a la redonda al final se me queda en un 30%". Respecto a la limitación de seis personas por mesa, él ya las había reducido de diez a ocho antes de publicarse la nueva norma, mientras que sobre la prohibición de practicar botellón opina que, "en vez de a un parque, se irán a un merendero o a un pabellón, ya que las raves . No obstante, recuerda, también se dan contagios "en reuniones familiares o entre universitarios en una habitación".
Joseba Núñez, peña del Athletic
"No tiene más riesgo un txoko que un bar"
Durante el estado de alarma tuvieron que cerrar el txoko; después, se vieron obligados a acatar la misma normativa que la hostelería y redujeron su aforo de sesenta a treinta socios, y ahora han vuelto a la casilla de salida. "Algunos están molestos porque seguimos las restricciones a rajatabla y a nosotros nos han cerrado. No tiene más riesgo un txoko que un restaurante o un bar", defiende Joseba Núñez, presidente de la Peña Athletic Juvenil, con sede en Licenciado Poza. No obstante, reconoce que "la hostelería da puestos de trabajo y genera riqueza", mientras que en el txoko, menos frecuentado "estos meses porque la gente mayor tiene más precaución", no existe más ambición que el puro disfrute.
Cancelada por razones obvias la comida que hacían todos los socios en Navidad, de seguir las actuales medidas en vigor, tampoco podrán sentarse a la mesa algunas familias. "Tres mesas de diez podríamos haber hecho, pero ahora ya con lo nuevo que ha salido...", aunque "lo primero es lo primero. A ver si volvemos a bajar la curva. Si nos mandan para casa, habrá que ir para casa. Prefiero estar dos meses un poco fastidiado y empezar bien, que estar así dos años sin repuntar".
Carlos San Julián, cine
"Si sirven para aplanar la curva, bienvenidas sean"
Tras un mes de septiembre "que no ha sido malo", estas últimas semanas se ha registrado "un bajonazo" en las taquillas "porque la evolución de la pandemia no es buena y se nota que hay inquietud por parte de la población para salir de casa y relacionarse", argumenta Carlos San Julián, responsable de programación de Cines Golem, que abrieron sus puertas el pasado 3 de julio con el 60% de aforo. "Que ahora nos bajen un 10% el aforo para nosotros va a suponer un descenso de espectadores, sin duda, porque el índice de ocupación de nuestras salas es muy alto, pero si esas medidas son efectivas y sirven para aplanar la curva y para poder salir de esta situación tan complicada, bienvenidas sean", asume esperanzado.
Pese a que "la población se está retrayendo y convenciendo de que hay que poner una solución y dejar de relacionarse de alguna manera", Carlos insta a "no alarmar" a la ciudadanía. "Las salas de cine son un espacio seguro. No ha habido ningún brote que se haya relacionado con la cultura y no ha habido contagios, con lo cual hay que pensar que hay que seguir viviendo, socializando y saliendo a la calle", anima.
Al auge de las plataformas digitales durante el confinamiento no parece tenerle miedo. "No tenemos ninguna duda de que el público volverá al cine cuando se normalice la situación porque es una experiencia que no tiene nada que ver con ver una película en casa. Somos uno de los sectores más afectados por la pandemia, pero creemos que, nos cueste más o menos volver a recuperarnos, el cine nunca va a morir".
J. Ángel Labrador, deporte escolar
"No me extraña que haya una cierta reticencia"
Sobre papel se tenía previsto, si la pandemia daba una tregua en enero, que los equipos escolares de un mismo municipio pudieran jugar partidos entre ellos para, en una segunda fase, hacerlo contra otros de su comarca. La normativa del Gobierno vasco, sin embargo, les prohíbe de momento participar en ningún tipo de competición. "Lo que sí pueden hacer es entrenar, que es una forma de que hagan deporte y socialicen con el resto de compañeros. Alguno me decía: ¿Y cómo le explicas a un niño que después de entrenar no puede jugar partidos? Tenemos que hacerles comprender el peligro que existe y que, si no hay salud, no van a poder jugar de ninguna de las maneras", explica José Ángel Labrador, presidente de la comisión de Deporte Escolar de la Federación Vizcaina de Fútbol, quien confía en que los clubes estén a la altura. "Esperemos que todos cumplan porque puede darse un contacto entre equipos y que la pandemia se extienda más. De hecho, en deporte federado ha habido un club que ha jugado un amistoso contra otro club que entrenaba con ellos y se ha producido un brote", advierte.
Hasta el 23 de diciembre no se cierra el plazo, pero "las suscripciones de equipos de fútbol de deporte escolar en Bizkaia han bajado al 70% con respecto al año pasado". Un descenso previsible. "Los padres son precavidos y priman la seguridad de sus hijos. No me extraña que haya una cierta inseguridad y reticencia, pero pienso que poco a poco recuperaremos la normalidad que todos deseamos".