Directos al grano. El PNV ha tomado la decisión de apostar por sus aliados socialistas para abordar la negociación de un nuevo Gobierno vasco liderado por Iñigo Urkullu. En un momento en el que sobrevuela el riesgo de una nueva emergencia sanitaria en otoño por el coronavirus y un desplome relevante del empleo, los jeltzales quieren formar cuanto antes un Gobierno vasco que lance los Presupuestos de 2021 y tenga plena capacidad de decisión ya en septiembre. La vía directa para ese propósito es intentar repetir la alianza con el PSE, con quien el PNV ha gestionado el Gobierno vasco en la anterior legislatura y con quien lidera codo con codo las tres diputaciones, las tres capitales de la comunidad autónoma y un buen puñado de ayuntamientos, lo que garantiza cierta fluidez en las conversaciones o, al menos, una base firme para abordarlas. En este momento de incertidumbre social, el PNV ha optado por ahorrarse los preámbulos y las maniobras de despiste con una dirección clara para el diálogo.

Ayer se convocó la primera reunión para el lunes a las 12.00 horas en Sabin Etxea, un anuncio que llegó un día después de que los consejeros en funciones de PNV y PSE preparasen el terreno escenificando el martes su sintonía y su apuesta mayoritaria por dar continuidad al pacto. Este escenario, unido a la sensación de que el resto de partidos se han descartado de la gobernabilidad y se han situado en la oposición, incluida EH Bildu, ha llevado al PNV a prescindir de la habitual ronda de contactos, un ritual que tiene antecedentes poco halagüeños y que solo ha servido para escenificar las posiciones encontradas. Los jeltzales llevan la iniciativa tras la victoria de su candidato Iñigo Urkullu en las elecciones del domingo con unos contundentes 31 escaños.

PNV y PSE anunciaron ayer el encuentro en sus respectivas cuentas de Twitter, donde aseguraron que ambos partidos se reunirán en la sede jeltzale en Bilbao para “abordar la conformación de un gobierno sólido que permita a Euskadi afrontar cuanto antes la superación de la pandemia”. Se espera al lunes para conocer el recuento del voto exterior, que podría deparar alguna sorpresa en el escaño que se disputan PP+C’s y EH Bildu.

El pacto con el PSE permitiría a Urkullu desbordar la mayoría absoluta con 41 escaños (31 del PNV y 10 del PSE), lo que le garantiza la gestión ágil de los Presupuestos y la aprobación de otras leyes. Esta suma no se producía en la anterior legislatura, donde ambos quedaron un escaño por debajo de la meta. De ahí que en ese momento pudiera surgir un debate mayor sobre las alianzas, aunque finalmente el acuerdo se produjo con el PSE para su entrada en el gobierno. Ahora el escenario está aún más despejado en la medida en que la alianza arroja como resultado una mayoría absoluta.

EH Bildu le brindaría una mayoría absoluta más amplia todavía, pero es una suma que no va más allá del plano aritmético. El propio coordinador general de la coalición, Arnaldo Otegi, se situó con claridad ayer en la oposición al asegurar a Radio Euskadi que el PNV conduce un coche “que contamina” y donde él no quiere ser el “copiloto”. Negó a los jeltzales la condición de soberanistas. Ese anuncio remata la impresión que ya tenía el PNV desde la campaña electoral. En la campaña, EH Bildu acusó a los jeltzales de formar con los socialistas un gobierno “nini”, ni abertzale ni progresista, e incluso opinó que Urkullu ha sido equidistante con el fascismo, en alusión a Vox. Por momentos, el diapasón de la crítica alcanzó la zona roja de ebullición cuando agitó el fantasma de la corrupción con un acto en el Parque Tecnológico de Miñano, donde invocó el caso De Miguel y acusó a los jeltzales de “meter la mano en la caja”. El PP, por su parte, tiene crucificado al PNV desde que contribuyó al desalojo de Mariano Rajoy de La Moncloa y lo ve como un apéndice más del socialista Sánchez en el Estado, a quien no plantea ninguna concesión. Por último, Elkarrekin Podemos ha centrado toda su campaña en desalojar al PNV con una alianza de izquierdas. El partido de Andoni Ortuzar cree que las cartas están boca arriba y que no hay más cera que la que arde.

Ya en 2016, Urkullu negoció con PSE y EH Bildu, y las conversaciones desembocaron en los socialistas como única opción viable. Lo que se pretende ahora es evitar el carrusel de comparecencias ante la prensa en un diálogo que no se prevé que aporte demasiado. La coalición abertzale va a desarrollar su propia ronda, que le va a permitir presentarse como alternativa y centrarse en reforzar su perfil de oposición con la vista puesta en las elecciones previstas para dentro de cuatro años. Elkarrekin Podemos tendrá sus propios contactos con la intención de librar su propia guerra y presionar a los socialistas con la alianza de izquierdas. EH Bildu, por su parte, presenta al PNV como un partido que ha renunciado a ser abertzale.

“EH Bildu se ha autodescartado. Vamos a lo seguro y a lo que ha funcionado: el pacto con el PSE”, explican desde Sabin Etxea. La presidenta de la ejecutiva vizcaina, Itxaso Atutxa, había deslizado la apuesta por el PSE en una entrevista concedida ayer a Radio Popular, donde dijo que el PNV está “obligado a acelerar” la formación de gobierno sin “perder tiempo en florituras de conversaciones que no llegarán a buen puerto”.

coalición Oficialmente, la fórmula del pacto entre PNV y PSE es una incógnita, pero se inclinan por mantener el gobierno compartido. Los jeltzales quieren un gobierno fuerte y, además, si se garantizan la convivencia íntima con el PSE en el Ejecutivo, pueden desactivar la opción de que se produzca algún escarceo de los socialistas con los partidos de la oposición para aprobar leyes sectoriales contra el criterio de Urkullu, como sucedió con la Ley de Vivienda. Para el PSE, es crucial asegurarse que sean visibles en la acción política para rentabilizar la acción de gobierno, sobre todo ahora que Odón Elorza ha puesto en el tintero que debería existir una reflexión por haber subido en las urnas menos de lo esperado (un escaño). Desde antes de las elecciones se ha especulado con la entrada de la líder del PSE, Idoia Mendia, en el Ejecutivo. El PSE tiene tres de las once consejerías. Se desconoce si se va a recuperar la figura de vicelehendakari. La idea es acelerar la investidura para la última semana de agosto o principios de septiembre.