Un grupo de investigadores y profesores de la New School de Nueva York y el equipo liderado por José Mari Luzarraga dentro de Mondragon Unibersitatea ha puesto en marcha un curso on line para el desarrollo de cooperativas de plataforma digital. Se trata de potenciar alternativas más justas y sociales a negocios como Amazon o Glovo, cuestionados por las condiciones laborales de sus trabajadores. Cerca de 500 alumnos de 49 países siguen la clases y la segunda edición, que se celebrará en octubre, ya tiene lista de espera. Luzarraga, cofundador de la red para la educación en emprendimiento del grupo Mondragón, explica las claves de la iniciativa.¿Cómo surge la idea del curso?
—Este curso llega en un momento muy particular por la crisis del covid, que ha acelerado muchas cosas y ha puesto a la luz el impacto negativo de modelos que son poco sostenibles, como es el caso de los negocios de plataforma, que están en auge pero son positivos básicamente solo para el propietario de la plataforma. Da igual que sean soluciones de servicios de taxis (conductores), entrega a domicilio de restaurantes o compras tipo Amazon, las condiciones de los trabajadores del sector no son las más adecuadas. De la misma forma, las empresas que participan en esos negocios de plataforma tienen que hacerlo sí o sí, porque hay que estar en ese canal, pero actualmente en delivery food las comisiones de la empresa que reparte rondan el 30% de la venta.
Un porcentaje que limita la rentabilidad del restaurante.
—Efectivamente. Están obligados a estar, pero no es una solución para el crecimiento del negocio. El propietario de la plataforma gana pero el resto no tanto. Eso se une a la crisis de generación de empleo que se avecina, y un grupo de investigadores y profesores de la New School of New York -que lleva desde 2013 con el concepto de cooperativas de plataforma digital, son pioneros a nivel internacional- junto a Mondragón -que tenemos la historia, somos referente mundial del cooperativismo- nos hemos lanzado a una aventura para crear un modelo alternativo a las plataformas digitales que sea más óptimo.
¿Es una repuesta directa a la pérdida de puestos de trabajo?
—La urgencia de ese despertar no es algo nuevo pero sí se ha acelerado radicalmente con el covid y la crisis de empleo asociada. Nuestro objetivo es permitir a la gente capacitarse, conocer el modelo de cooperativas de plataforma digital y crear soluciones.
La respuesta ha sido importante.
—Ha sido un éxito, no sé si inesperado, pero que de alguna forma nos ha superado porque hemos tenido más de 1.000 solicitudes. Al final serán cerca de 500 personas, de 49 países, cuando esperábamos 50 o 100 inscritos. Estamos fascinados pero también impactados de la urgencia que se siente a nivel mundial, bien sea de realidades como Estados Unidos, Australia, Europa o países emergentes, África, Sudamérica, Asia. Estamos trabajando en la segunda edición, en octubre, para esas personas que se han quedado fuera.
¿Las personas se apuntan con un proyecto más o menos maduro o buscan una idea para un negocio?
—Hay una gran diversidad. Responden a tres naturalezas. Por un lado, tenemos a los que ya conocen el ámbito de las plataformas digitales y algunos ya lo están desarrollando. Tenemos una cooperativa australiana que es un Airbnb más justo, otra plataforma digital argentina y referentes en la materia de Berlín. Tenemos a los pioneros, que quieren contactar con otros participantes y buscar soluciones a nivel más global. Uber va por el mundo conquistando y estos buscan cómo intercooperar y desarrollar soluciones que han tenido éxito en otros sitios. Un segundo perfil son emprendedores sociales que quieren conocer de cerca en qué consisten las cooperativas de plataforma digital. El tercer público es gente como conductores brasileños de plataforma que ven los aspectos negativos del modelo de Uber y quieren unirse para desarrollar alternativas más óptimas. La sociedad ha necesitado más servicios a domicilio durante la pandemia pero no todos han puesto las medidas de salud necesarias. Ven la vulnerabilidad del modelo y quieren capacitarse para plantear una alternativa.
Ese cambio también requiere de la implicación de la sociedad.
—Vamos a necesitar soluciones más humanas. Ya se ha visto en los países en los que no tienen protección, no tienen el mecanismo de los ERTE, la anestesia del ERTE, como ocurre en Estados Unidos, que la gente ya está protestando en la calle. Hay reacciones más humanas, pero, cuando compramos en Amazon o Glovo, ¿qué estamos comprando? Es como cuando en su día comprábamos un producto que llegaba de no sé dónde y alguien nos podía preguntar cuáles eran las condiciones laborales de los trabajadores. En este caso no nos tenemos que ir a China o Indonesia, es que hay gente de nuestra misma sociedad cuyas condiciones de trabajo no son las más óptimas. Falsos autónomos, trabajadores que están en el limbo..., y no somos conscientes como consumidores.
¿Hasta qué punto ha podido influir en el éxito del curso la referencia de la Corporación Mondragón?
—El movimiento de cooperativas digitales de plataformas es muy incipiente, a una escala limitada. Cuando nos unimos la Universidad con la Corporación y lo que representa y contamos la dimensión de Mondragón a gente que conocía la compañía de nombre, pero no cómo se gesta desde la economía local y cómo hemos avanzado desde nuestra realidad en el año 1956 a la realidad de hoy y con un despliegue internacional, la gente queda fascinada. La clave, como decía José Mari Arizmendiarrieta, es la capacidad de adaptación a las necesidades que existen. Es muy importante que alguien de Indonesia, de Brasil o de Estados Unidos vea que no solo es posible crear proyectos a pequeña escala, locales. Es posible crear proyectos que aporten tanto desde el punto de vista de dimensión empresarial y de eficiencia como en dimensión humana integrada. Conocen la Corporación Mondragón de nombre y este programa les permite conocer la lógica y desarrollo de un proyecto emprendedor al servicio de la comunidad local, pero con un impacto internacional. Por eso es importante que esto no se quede para una minoría, sino que sea una alternativa. La cooperación puede permitir reducir la comisión de un 30% a un 10%, un impacto muy importante. Pero es que además las personas que trabajan son socios y les permite tener unas condiciones justas de trabajo.
¿Cómo vive el mundo cooperativo el primer impacto de esta crisis?
—Un elemento muy positivo es la flexibilidad, que además se ha visto en la capacidad de adaptarse ante la urgencia sanitaria, arrancando nuevos proyectos ligados a las necesidades de material sanitario. Otra cosa es qué pasa con esta crisis económica, que se puede decir que es coyuntural desde el punto de vista del bloqueo sanitario, y luego cómo es la salida. La situación actual es un acelerador de cambios que se estaban dando. Entre ellos, la dimensión digital. Solíamos decir hasta ahora que el negocio estaba en la carretera y el negocio digital era lo anecdótico. Ahora con esta crisis y da igual que sea en el ámbito educativo, en el ámbito prestación de servicios o en el comercio internacional, lo digital pasa a ser infraestructura, elemento vital. Es fundamental que las cooperativas demos un salto importante, porque esa digitalización de la propuesta de valor de cada proyecto empresarial va a ser un elemento vital. En la medida que las cooperativas sean lo suficientemente flexibles para evolucionar en esa revolución digital estarán mucho mejor preparados más allá del parón económico que hay.
¿Están preparadas las cooperativas para el salto?
-No ocurre tanto en el caso de Mondragón, pero otras cooperativas internacionales son más estructuradas, más lentas. Las que no abracen el cambio también van a sufrir.