Bilbao - Paradoja se llama, o simple casualidad, el hecho de recibir la noticia del fallecimiento de un pelotari al que siempre he puesto como referencia de otro desaparecido hace escasas semanas. Referencia personal, digo, porque la brillante final individual que protagonizaron Razkin III (Francisco Razkin Arratibel, Uharte Arakil 23-VI-1950) e Iñaki Ipiña en el frontón del Club Deportivo bilbaino dejó huella en muchos aficionados. Fue la primera final mano a mano que se jugaba en el recinto de la alameda de Rekalde, aquel 20 de julio de 1985. Pako Razkin abrió entonces el palmarés de la citada competición con un 35-31 ante Ipiña.

Los tres palos que siguen a su apellido en su nombre deportivo hacen referencia inequívoca de pertenecer a una saga familiar. Nada menos que cinco pelotaris comparten ese honor -o apellido- en la historia, sus hermanos Jose Inazio, Juan Pedro y Pedro Luis, y su primo Seberino Arratibel. Más allá de la saga familiar, perteneció a la más amplia de palistas navarros de la época. Los nombres de Iturri, los Arribillaga, Zilbeti, Goldarazena, los Ansorena, Saralegi, Caballero, Urtasun y un largo etcétera permanecen en la memoria de cualquier aficionado a la modalidad del leño de kilo.

Paco Razkin inició su actividad como manista, pero pronto decidió seguir los pasos de sus dos hermanos mayores y antes de cumplir los 18 años partió al Colón de Barcelona, donde pronto destacó como “delantero habilidoso y de grandes facultades físicas, aunque le faltase golpe o potencia”, como señala el también expalista Jesús Azurmendi en su auténtica enciclopedia de esta modalidad de pelota.

Tres años en el frontón de la Rambla de Catalunya, dieron paso a su periplo en el Deportivo bilbaino (1971-1975). Fichó con todo un elenco de figuras por el Carmelo Balda donostiarra y volvió dos años más tarde a la capital vizcaina donde completó su carrera deportiva y, más aún, su residencia sietecallera hasta su fallecimiento la pasada semana, víctima de un cáncer de pulmón. Familiares y amigos le rindieron ayer una emotiva despedida en la iglesia catedral de Santiago de Bilbao.