Hace ahora diez años falleció en Bilbao Luis María Retolaza Ibarguengoitia, que ha quedado para el resumen histórico como el consejero de Interior del Gobierno vasco presidido por Garaikoetxea que fundó la Ertzaintza, minimizando una rica biografía como resistente en la clandestinidad y como dirigente del Partido.
Un temprano compromiso con la causa patriótica tiene mucho que ver con aquellas imágenes que, niño de 12 años, ha presenciado cerca del caserío materno de Muxika, adonde han ido pensando que estarían más seguros y son testigos de los horrores del bombardeo de Gernika, del ametrallamiento de las gentes. A la caída de Bilbao regresa a casa a reanudar mal que bien la normalidad de los estudios y la vida. Recuerda de ese tiempo paredes llenas de perfiles de Franco y José Antonio, y consignas fascistas. Recuerda los cantos y gritos de rigor antes de entrar en las aulas del Santiago Apóstol donde estudia.
Con apenas 19 años, llega a pensar que ha desaparecido el nacionalismo vasco, siente la necesidad compartida con su amigo Iñaki Renteria de resistir, fundan EIA y llegan a imprimir algunos números de una revista de estudiantes. Sus movimientos no pasan inadvertidos a la Policía, pasan en 1945 al otro lado del Pirineo, contactan con dirigentes del exilio y suben a París, a tiempo de asomarse a la Brigada Vasca que los americanos entrenan en un castillo de los Rothschild y de engancharse de por vida a aquellos Camel sin filtro que el Ejército norteamericano reparte entre sus gentes. Está compuesto el grupo por un centenar de jóvenes, a las órdenes de Pablo Beldarrain y Primi Abad, y al consejo espiritual de Iñaki Aspiazu, y están siendo entrenados para formar y dirigir a los que deberán garantizar el orden el día en que los Aliados derroquen a Franco.
Cambian estos de planes, disuelven la Brigada en octubre de 1945, Retolaza y Renteria se matriculan en la Sorbonne y viven cuatro años de intensa actividad política. En diciembre del 49 regresa a Bilbao -su familia le reclama- y afronta dos causas, que salda con un mes en Larrinaga y mucha suerte. Se incorpora a la actividad clandestina, pasa de nuevo por la cárcel y en 1954 entra en la Ejecutiva del Bizkai, donde seguirá prácticamente hasta 1976, con un paréntesis en 1969. En los 60 se reúne regularmente en Iparralde con el jefe de la Resistencia, Joseba Rezola, que tiene dos obsesiones, una emisora de radio y la creación de un grupo armado, “tipo policía militar, algo parecido a lo que existió en tiempos de la Brigada Vasca”. Ven próxima la caída de Franco, temen una ruptura violenta, hay que garantizar el orden. Cuando repasa su vida a finales de los 90, piensa que no ha pasado todavía suficiente tiempo para hablar de todo esto con “más profundidad” y se limita a decir que “según épocas, colaboraron con nosotros americanos, irlandeses e israelíes”.
El nacimiento de ETA El recuerdo de aquellos años en el BBB le lleva a hablar de ETA, de la que dice que nació en su casa y lo explica así: “En un intento de recomponer los equipos de Eusko Ikasle Alkartasuna tropezamos en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ingenieros con un grupo de estudiantes con ideas abertzales tratando de organizarse bajo el nombre de EKIN. Pasado un tiempo, se incorporaron a Eusko Gaztedi y algunos de ellos a la dirección, porque eran personas bien formadas”.
El enfrentamiento entre los nuevos y el EBB explota en Donostia pero se concreta en Bilbao -explica-, en su domicilio de Alameda Rekalde 23, en una reunión a tres partes presidida por Ajuriaguerra. Están por los ex EKIN Julen Madariaga y José Manu Agirre; por EGI Patxi Amezaga y Mikel Isasi, por el EBB Juan Ajuriaguerra y Luis María Retolaza. Tras toda suerte de insultos, provocaciones e “incongruencias”, recuerda que toma la palabra Juan, silente hasta entonces, y lo zanja diciendo: “Aquí no hay voluntad ni intención de entendimiento. Hay una falta de madurez o mala intención. Por lo tanto, no estoy dispuesto a perder un minuto más y me voy”. Cuenta que Madariaga le dijo al despedirse: “Luis Mari, esto va a traer graves consecuencias”.
No está de acuerdo con la explicación de que ETA nació como una escisión del partido entre jóvenes y mayores por la inactividad de estos. A su juicio, para marcar distancias con EGI, los fundadores de ETA se titularon socialistas y aber-tzales de izquierdas, y “como banderín de enganche enarbolaron la acción violenta, la lucha armada, a sabiendas del atractivo que ello suponía para muchos jóvenes vascos de entonces”. “Sin embargo -subraya con intención-, ellos nunca se comprometieron personalmente en ninguna acción armada”.
Temerosos de la violencia que podía acompañar al final del régimen, se disponen los dirigentes jeltzales a poner los medios para proteger el orden público, sus sedes y sus gentes. Finalmente hay transición, y el PNV, con la mayoría de los vascos, recordará Retolaza en 2001, “nos avenimos a las nuevas fórmulas, optando por llevar la lucha reivindicativa a terrenos democráticos, opuestos a cualquier acto violento. En el nuevo sistema logramos alcanzar un Gobierno autónomo del pueblo y para el pueblo, arrancando competencias del poder central, entre ellas, una policía integral propia”.
La policía con la que él sueña debía ser cívica, no militar, no represiva, próxima. A pesar de sus anteriores contactos con británicos e israelíes, entiende que el modelo alemán es el que da mejor respuesta a sus deseos, por ser más joven y más civil. “Nuestros hermanos, los violentos o terroristas, la colocaron desde el principio en el punto de mira. Han sucumbido ya, asesinados, trece de sus componentes”, recuerda en esta ocasión, y echa mano de André Malraux para decir con él que “la experiencia me ha enseñado que una vida no vale nada, pero también que NADA vale una vida”.
Adversarios El tránsito de dirigente del Bizkai al Gobierno no le resulta fácil. Le llueven adversarios, que si son del mismo partido, son enemigos. Algunos difunden en mayo de 1979 una biografía suya que resume en él todos los males del PNV. Son tiempos convulsos, afloran personalismos, intereses y también diferencias ideológicas. Algunos han creído ver en ellas el anuncio de la escisión que llegará años más tarde y partirá al PNV en dos. Amigos y enemigos están de acuerdo en que nada le es ajeno en el partido a Luis María Retolaza. No se considera apto para la cartera de Interior, pero Garaikoetxea le quiere junto a él, y sus amigos Madariaga, Unzueta y Arzalluz le animan y termina dando el sí por teléfono desde el Dondiz de la Plaza San José.
Coincide en el tiempo, 1980, con un Rosón de ministro con el que reconoce haberse llevado bien. Madrid le pide consejo para combatir el terrorismo, y expone “con naturalidad y sinceridad” un plan que contiene acción disuasoria y psicológica, anulación de la Ley Antiterrorista y un actuar policial democrático. Parece convencerles de que para la acción disuasoria es precisa la creación urgente de la Ertzaintza, y para la psicológica, políticas de reinserción y liberación de presos. Retoma contactos y, a través de Frederick Beith, un destacado agente del MI5, contrata una agencia inglesa para formar el embrión del servicio de orden. Se les conocerá como berrocis porque en Berrozi, un pueblo abandonado de Araba, compran terrenos y se dan al adiestramiento, con todas las cautelas y mimando la selección del personal, para evitar infiltrados de ETA, y de los “otros”.
Pronto llega la Academia de Policía en Arkaute y se dan prisa a graduar ertzainas. Monta una red propia de comunicación de la que está especialmente orgulloso, un sistema de microondas que va a servir también a la radiotelevisión pública que se está creando. En cuestión de comunicaciones es un adelantado que se percata tempranamente de la importancia de la fibra óptica y aprovecha cuanta zanja se abre para otros usos para instalar un “tubo más al servicio de Interior” por donde irá la fibra: uno de sus primeros frutos, los SOS-Deiak de las tres capitales.
Sus colaboradores más cercanos de ese tiempo le reconocen un liderazgo total que le permite también poner en práctica una vocación insatisfecha de empresario que adivinan en él.
Partido o gobierno Para explicar por qué se presenta a presidente del BBB en 1992 le confiesa a Imanol Murua en Berria que quiso que su último cargo fuera del Partido y no del Gobierno autónomo. Empujado por amigos con los que comparte la manera de entender el PNV se presenta de nuevo en 1996, pero no hace campaña, porque “eso jamás se ha hecho en el Partido”, y pierde frente a Javier Atutxa. Le pregunta el periodista entonces, un año y medio antes de su muerte, si fue un anuncio de la liza que tendrían luego Egibar e Imaz, y responde que “algo así fue, sí”, y que lo vivió con gran incomodidad, porque observó modos que no eran los que había conocido siempre.
En esta entrevista, que tiene mucho de balance y legado, afirma que no han conseguido la Ertzain-tza con la que él ha soñado. Se ha conseguido una Policía muy profesional, que también en el entorno existe, pero “nuestro modelo iba más lejos, buscamos una mayor relación con la gente, con el pueblo”. Le ve un lastre: siendo una policía integral, debe cumplir decisiones de jueces no vascos, deben cumplir sus detenidos las condenas dentro del sistema penitenciario español, fuera del control de los organismos autonómicos.
Le pregunta Murua si tuvieron información sobre el GAL y reconoce que supieron de las andanzas del grupo de Amedo en el Casino de Donostia cada vez que había un atentado en Iparralde. Localizaron un piso franco en la avenida Sabino Arana, siguieron a los que pagaban su alquiler hasta la comisaría de Gordoniz e hicieron informes que se los pasaron a Barrionuevo. “Luego vino la muerte de Brouard. Era muy amigo mío. Vivía en la Alameda Rekalde, como yo. Era el médico de nuestros hijos. Una persona muy buena. Genaro (García Andoain) vivía cerca, era también amigo de Brouard y se ocupó personalmente de la investigación”. Reconoce que tuvieron sospechas pero no pruebas, que las sospechas les conducían a Sancristóbal y Barrionuevo. Reconoce que se dejaron engañar, que podían haber hecho más, que debieron haber recurrido a la prensa para denunciarlo, como hicieron con la emboscada a los Autónomos en Pasaia. El periodista le recuerda que terminó en el banquillo de los acusados en el caso de las escuchas a Garaikoetxea. Le promete responder con verdad, con su verdad, y lo relaciona con el relato que hizo del comportamiento de Garaikoetxea el 23-F. Le parece un ajuste de cuentas por haber hecho público que estuvo varias horas escondido, en paradero desconocido.
El periodista le repregunta por la relación entre eso y las escuchas, y en la respuesta se refiere a complicadas manipulaciones y chapuzas de ertzainas, con ocasión de una operación antidroga. Los jueces le absolvieron, pero condenaron al sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea: cuando ETA le mata, no porta su arma reglamentaria porque está despojado de ese derecho en sentencia judicial.
Luis María Retolaza hizo de puente entre la dirigencia jeltzale de la guerra y la que estaba llamada a conducir el nuevo tiempo, dejada atrás la etapa de clandestinidad. Contó con dos grandes referentes, Juan Ajuriaguerra y Xabier Arzalluz.
Se supo en el punto de mira de ETA. Sabía cuidarse, pasar inadvertido. Se supo en el punto de mira de ETA y la izquierda abertzale, pero dejó claro en la conversación que tuvimos unos meses antes de su muerte que para construir la Euskadi que él quería o se contaba con ellos o no se contaba con nadie. Formaba parte, tal vez malgré lui, de una suerte de aristocracia jeltzale del Ensanche bilbaino, aunque él siempre prefirió, para el ocio y descanso, el retiro de Bakio.