La actriz madrileña Chus Lampreave, fallecida ayer a los 85 años de edad, fue una de las primeras y más genuinas chicas Almodóvar, aunque a menudo en sus películas hizo de abuela, y arrancó carcajadas con su humor natural, su capacidad para convertir en míticas las frases de sus personajes y, cómo no, sus gafas de hipermétrope. María Jesús Lampreave deja más de ochenta producciones de cine y televisión que la convirtieron en una secundaria de lujo a las órdenes de los mejores cineastas del Estado español.

Ganadora del Goya a mejor actriz de reparto por Belle èpoque en 1992 y candidata a estos premios en esa misma categoría en cinco ocasiones, Lampreave debutó en 1959 de la mano del director Jaime de Armiñán con unos cuentos para televisión que se emitían en directo desde el madrileño Paseo de La Habana. Especializada en personajes secundarios, su papel de abuela pasota la convirtió en una actriz popular cuando empezó a salir en las películas de Pedro Almodóvar. Precisamente, fue con el director manchego con el que rodó en ocho ocasiones: Entre tinieblas (1983) ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), Matador (1985), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), La flor de mi secreto (1995), Hable con ella (2002), Volver (2006) y Los abrazos rotos (2009).

En la década de los 90, participó en Belle èpoque (1992), la cinta de Fernando Trueba ganadora del Oscar a la mejor película extranjera, a la que siguieron películas de éxito como Todos a la cárcel (1993), de Berlanga, y Torrente, el brazo tonto de la ley (1998), de Santiago Segura. Fue de la mano de Segura con quien apareció por última vez en la gran pantalla, en concreto en la película Torrente 5: operación Eurovegas (2014).

Sus frases Muchas de las frases que Chus Lampreave pronunció en sus películas forman parte ya del patrimonio emocional de cualquier cinéfilo, como la de su celebrada portera cotilla de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988): “Yo soy testigo de Jehová y mi religión me prohíbe mentir”. Pero también el “Uy, se me olvidaba que soy diabética”, que dice la terrorífica abuela de Qué he hecho yo para merecer esto (1984) o el “Cállate ya, cara de ladilla”, que le espeta a Rossy de Palma en La flor de mi secreto.

A Almodóvar le dijo dos veces no, en Pepi, Luci, Boom... (1980) y en Laberinto de pasiones (1982). Y a la tercera fue la vencida. Su sor Rata de Callejón de Entre tinieblas (1983) fue su primer personaje con el director manchego. A partir de entonces, se hicieron inseparables.

Lampreave siempre dijo que no era una actriz vocacional, que lo suyo era la pintura. De hecho, estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, hasta que Jaime de Armiñán la descubrió y la introdujo en la televisión.

En los últimos años encontró un nuevo filón en la publicidad, eso sí, siempre con firma de autor: el anuncio de Campofrío dirigido por Benito Zambrano en 2014 o el de KH7 que filmó Juan Antonio Bayona, para el que recuperó sus clásicas gafas de aumento.

El director de cine José Luis Cuerda dijo ayer que Chus Lampreave “era de esos actores que ni interpreta ni opina sobre los personajes, sino que se hacen ellos. Ya no hay actores de esos, de verdad, pero ella era así”.