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La gastronomía, una actitud ante la alimentación

La gastronomía, una actitud ante la alimentación

Casi cuatro millones de espectadores vieron al joven Carlos convertirse en el MasterChef de esta última edición. Prácticamente toda la ciudadanía sabe quiénes son Arguiñano, Jordi Cruz, David de Jorge, Chicote o Ferran Adrià. Siguen sus programas de televisión, compran sus libros y algunos incluso experimentan con sus recetas.

Es evidente que la cocina está viviendo hoy su momento más mediático. Hay quienes están empezando a sentirse ya empachados de tanto contenido culinario y por eso, llegará el momento en el que los programas de entretenimiento dedicados a la cocina dejen paso a otro tipo de contenidos que sean también del gusto de los espectadores.

A pesar de ello, aunque todo eso ocurra, creo que hay algo que persistirá, que seguirá siendo igual de importante en el futuro: el interés social por la comida.

En primer lugar, teniendo en cuenta que uno de los grandes retos a los que debemos enfrentarnos es la salud, el qué, cómo, con quién y para qué comemos seguirá estando entre nuestras prioridades. En ese sentido, la gastronomía consigue ofrecer una visión global de la alimentación que va más allá de la nutrición. De hecho, muchos estudios científicos demuestran que el que en una familia se cocine o no, condiciona de forma importante sus hábitos alimentarios, sus relaciones familiares y el traspaso de valores entre generaciones. El peso de la gastronomía en la salud será determinante.

Por otro lado, continuará ese equilibrio dinámico entre lo local y lo global. Seguiremos abiertos a las cocinas del mundo, a sus versiones más populares y fáciles de entender, pero a la vez nos preocupará lo local, lo auténtico, lo que configura nuestra identidad y lo que hemos heredado de nuestros antepasados. La gastronomía mantendrá su protagonismo en nuestra cultura.

Asimismo, es importante también ser conscientes de su dimensión socioeconómica y de su aportación al sector alimentario. La contribución de la gastronomía a la economía está creciendo y puede hacerlo aún más si se integra en toda la cadena alimentaria: desde los pequeños productores, hasta las industrias agroalimentarias, pasando por el sector servicios o la marca-país.

En todo ese contexto, los profesionales de la gastronomía, los cocineros y cocineras, tienen un papel importante que jugar. Primero, siendo conscientes de esta visión global y segundo, apoyando, respaldando, a toda esa cadena alimentaria, empezando por el productor. Pueden hacerlo, por ejemplo, prescribiendo los productos a los consumidores domésticos, usándolos en sus restaurantes o incluso, ahora que el turismo gastronómico está en auge, dándolos a conocer entre los consumidores internacionales.

La cooperación entre productores y cocineros es uno de los grandes retos de cara al futuro. Nos puede ofrecer muchas y buenas oportunidades. La cocina vasca es una marca de referencia, fruto del trabajo y la dedicación a la excelencia de muchos profesionales. Y bajo su paraguas se pueden promocionar productos y servicios, con unos valores basados en la autenticidad y la innovación.

Un buen ejemplo de esta cooperación es el caso del queso Idiazabal. La dedicación y el esfuerzo de los pastores, junto a una estrategia pública compuesta por organismos que promueven la calidad, así como la labor de promoción y puesta en valor del producto por parte de los cocineros, han conseguido que Idiazabal sea, hoy por hoy, una marca de prestigio a nivel internacional, un queso de alta calidad.

Es importante tener una visión global de la contribución de la gastronomía a la cadena de la alimentación. Ello evidencia que la gastronomía es también una actitud: la de poner en valor la autenticidad y la calidad no solo de lo que comemos, sino también de todo lo que rodea al acto de comer.