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Las "voces desde la tumba" que aún claman en el conflicto vasco

El 'fantasma' de una madre de diez hijos asesinada por el IRA en 1972 persigue ahora a Gerry Adams. En Euskadi hay, aún hoy, seis personas desaparecidas y probablemente asesinadas y enterradas en alguna fosa oculta y desconocida

Las "voces desde la tumba" que aún claman en el conflicto vasco

LA detención durante cuatro días de la semana pasada del líder del Sinn Féin Gerry Adams para ser interrogado sobre su supuesta implicación en el secuestro, desaparición y asesinato de una mujer por parte del IRA en 1972 ha puesto de manifiesto, por una parte, la vulnerabilidad del proceso de paz en Irlanda del Norte y, por otra, los muchos fantasmas que aún rodean a lo sucedido durante los años de los troubles (literalmente, "problemas") en el Ulster y las grandes dificultades para imponer la memoria, la justicia y la reparación a las víctimas. Y, sobre todo, ha puesto el foco en los desaparecidos -o hechos desaparecer- en el conflicto, todos ellos probablemente asesinados y enterrados en algún lugar y de muchos de los cuales nunca han aparecido sus restos.

Sin necesidad de trazar paralelismos ni mirarse en espejos y más allá de la relevancia de la figura pública de Adams, el llamado conflicto vasco tiene también sus fantasmas, sus desaparecidos. En concreto, en Euskadi son seis las personas cuya pista se perdió en algún momento y nunca han regresado. Seis familias que, aún hoy, no han tenido el mínimo consuelo de saber qué ha sido de sus allegados y dónde están enterrados si, como sospechan en absolutamente todos los casos, han sido asesinados y enterrados en improvisadas y ocultas tumbas.

Aunque en todos los casos hay dudas más o menos razonables, cuatro de estas desapariciones se atribuyen a ETA o sus militantes (tres jóvenes gallegos que pudieron ser confundidos con policías y el dirigente de la organización Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur, aunque este caso está muy en cuestión), y otros dos a elementos policiales o parapoliciales (los militantes de los Comandos Autónomos Anticapitalistas José Miguel Etxeberria Álvarez Naparra y de Iparretarrak Jean Louis Popo Larre). Estas son sus historias, aunque la verdad -como en el caso de la mujer irlandesa Jean McConville que persigue a Gerry Adams- permanece aún guardada en las conciencias de sus responsables, testigos y encubridores.

Cuarenta y un años llevan las familias de José Humberto Fouz Escobero, Fernando Quiroga Veiga y Jorge García Carneiro clamando por conocer dónde están enterrados sus cuerpos. Pero no reciben más que el silencio por respuesta. Estos tres jóvenes gallegos que se encontraban trabajando y viviendo en Irun decidieron un mal día, un sábado 24 de marzo de 1973, pasar la muga para ver en Donibane Lohizune la película El último tango en París, prohibida a este lado por la censura franquista. Lo que prometía una tarde de diversión se tornó en un infierno para los tres muchachos.

Según los indicios recogidos, supuestamente, de los círculos de refugiados, los tres jóvenes, tras ver la película, entraron a tomar algo en un local frecuentado por militantes de ETA y huidos de la justicia española. Allí, según esos testimonios, fueron confundidos con policías españoles de paisano y se inició una fuerte discusión que derivó en pelea, tras lo que los jóvenes fueron introducidos en un coche. Nunca más se ha sabido de ellos, aunque se ha publicado en varios medios que, ante la creencia de que eran realmente policías, fueron secuestrados, torturados de forma salvaje y, finalmente, asesinados y enterrados en algún lugar de Iparralde.

Pese a estas acusaciones, ETA ha guardado siempre un silencio sepulcral -nunca mejor dicho- sobre el asunto. Igual que los posibles testigos. Sin embargo, tanto el agente del Cesid que se infiltró en ETA Mikel Lejarza Lobo como el exmiembro de la organización armada Juan Manuel Soares Gamboa han apuntado directamente a esta hipótesis. Desde entonces, 41 años ya, sus familias piden que alguien les diga, al menos, dónde están enterrados los cuerpos.

El dirigente de ETA político-militar Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur desapareció de la faz de la tierra el 23 de julio de 1976, también en Donibane Lohizune. Transcurridos casi 38 años, nada se sabe qué le ocurrió, pero se sospecha que fue también secuestrado, asesinado y enterrado en un lugar desconocido. Desaparecido.

Dos son las hipótesis que se manejan, y que están reflejadas en la resolución del juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu mediante la que archivó la causa: fueron sus propios compañeros de militancia -en concreto, los bereziak- por discrepancias por la orientación que debía llevar ETA (pm) -Pertur era partidario de dejar la lucha armada e iniciar la vía exclusivamente política- o fueron ultraderechistas italianos que después lo entregaron a policías españoles, como sostiene el que fuera su amigo y compañero Ángel Amigo en su documental El año de todos los demonios.

Lo cierto es que el juez cree verosímiles ambas posibilidades pero no encuentra indicios, pruebas ni personas que apuntalen ninguna de ellas. El silencio de sus asesinos durante estos largos años hace que nadie haya podido velar sus restos.

El 11 de junio de 1980, José Miguel Etxeberria Álvarez Naparra, militante de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, tenía que haber acudido a una cita en Ziburu, pero jamás apareció y sus 22 años se esfumaron sin dejar rastro hasta hoy.

La investigación -si la ha habido- no ha dado resultado alguno. Solo se sabe que el Batallón Vasco Español reivindicó primero su secuestro y después su asesinato en varias llamadas, entre ellas a DEIA. En una, llegaba a indicar el lugar donde podría estar enterrado e incluso los padres de Naparra acudieron a Iparralde para buscar su cuerpo, pero, de ser cierta la reinvindicación, la vaguedad de las pistas impidió su hallazgo.

En 2004, la Audiencia Nacional decretó el sobreseimiento de la causa, aunque su familia sigue reclamando su búsqueda y que la verdad salga a la luz. El aita de José Miguel murió hace años, sin haber podido darle siquiera un último adiós al cuerpo de su hijo asesinado.

"Aquí descansa un desconocido que nos fue impuesto el 27-VIII-83 por la Gendarmería, la Justicia y los cuerpos médicos". Así reza la placa colocada por la familia en la tumba donde, teóricamente, debería estar el cadáver de Jean Louis Popo Larre, un militante de Iparretarrak que desapareció tras un tiroteo en Las Landas entre un comando de esta organización armada de Iparralde -hoy desaparecida- y miembros de la policía gala, en el que resultó muerto un gendarme, Yves Giummarra. El joven de Heleta intentó huir tras el crimen y nunca más regresó. Era el 7 de agosto de 1983, hace casi 31 años.

El inusual epitafio resulta de la convicción de la familia de que los restos que reposan en la tumba no son los de Popo Larre, sino que serían los de un joven que desapareció pocos días después y fue hallado muerto. Años después, un juez autorizó su exhumación para efectuar comprobaciones, pero la tumba había sido profanada meses antes. También sobre este macabro asunto hay divergencias, ya que Francia considera que fueron militantes de Iparretarrak quienes desenterraron el cadáver. En cualquier caso, la justicia gala considera oficialmente fallecido a Larre, mientras que la familia insiste en que se trata de un caso de desaparición y asesinato obra de la guerra sucia.

Las de estos seis jóvenes desaparecidos en Euskadi son historias trágicas que algún día, quizá, sean abordadas dentro o fuera del proceso de paz y convivencia para conocerse la verdad de todo lo sucedido. En Irlanda del Norte hubo 16 desaparecidos, de los que, tras el desarme del IRA, se han encontrado nueve enterrados en distintos lugares.

El caso de Jean McConville, en el que presuntamente estaría involucrado Gerry Adams y cuyo asesinato no fue reconocido por el IRA hasta un cuarto de siglo después y su cuerpo no fue hallado hasta 2003 gracias a que lo semidesenterró un temporal, saltó a la luz tras la publicación del libro Voces desde la tumba, del periodista Ed Moloney, que recogía los testimonios de Brendan Hughes, exmiembro del IRA y amigo del ahora líder del Sinn Féin.

El libro narraba parte del llamado Proyecto Belfast llevado a cabo por el Boston College -una prestigiosa universidad norteamericana-, en una investigación académica sobre el conflicto en el Ulster en la que se recogieron, discreta y rigurosamente, entrevistas grabadas a 26 miembros del IRA y a 20 pistoleros unionistas, siempre bajo la condición de que se protegería su anonimato hasta su muerte. Pero la denuncia judicial de la familia de Jean McConville -madre de diez hijos- obligó al Boston College a entregar, no sin mucha polémica, algunas de las grabaciones. Y siempre es posible que pida las demás. La verdad es, también, un gran riesgo. En Euskadi aguarda aún a salir a la luz.