mungia. En Mungia hay un bar de los de toda la vida, el Toki Alai, ubicado en el barrio Atela, carretera hacia Gernika-Lumo. Generaciones y generaciones de personas han alegrado sus paladares al visitar este establecimiento que recibe a quien llega con calor humano. Desde el pasado 19 de octubre, por desgracia, se echa en falta a uno de sus regentes, al amable José Muruaga, fallecido a los 77 años de edad. Este vizcaino fue un trabajador toda su vida: tabernero, herrero y empleado en la tejera de Meñaka. Era tal defensor del euskara que fue uno de los primeros socios de la Ikastola Larramendi. Los funerales por su persona se oficiaron en la parroquia San Pedro Apóstol de la localidad.
José Muruaga Basaras nació el 27 de enero de 1936 en Mungia. Meses más tarde, al explotar la Guerra Civil, su padre -también José Muruaga- se alistó de gudari. Su mujer, con los hijos, tuvo que dejar su hogar y se acercó a un solar de la zona de Mantxorri, en el mismo municipio. Entonces ya existía el bar. La familia evoca que el inmueble era tienda y bar en la planta baja y herrería en la primera. "Aquí paraban, incluso, los gitanos que pasaban colas y colas con carruajes y los Muruaga se los arreglaban. Se llevaban todos muy bien, de una forma muy alegre", coinciden en señalar tanto los hijos, Agurne y Joseba, como la esposa del recién fallecido, Maite Bilbao.
"Muy alegre", dicen. De ahí el nombre del bar de Aritz Bidea, número 89. "No sabes bien lo alegre que era aita. Si le llegas a ver... Era muy buena persona, muy cariñoso, sobre todo con sus hijos. En Belako le conocían todos. Les llamaban los errementaris, por la herrería", apunta emocionada Agurne.
Cincuenta años de felicidad José estudió lo básico en Mungia. Y se casó con Maite hace medio siglo para formar un matrimonio que tuvo tres hijos: Joseba, Agurne y Asier. "Cumplieron los 50 años y lo celebró toda la familia el pasado 15 de agosto en el bar Anboto de Bilbao", relatan con voz de recordarlo para siempre. "Días antes de morir, yo no sé qué pensaba o imaginaba, nos decía que él quería ir a La Rioja", lugar que siempre visitó como paraíso personal.
"Él también disfrutaba de forma superlativa cuando llegaban algunas fiestas y ponía música en el bar para hacer más felices a quienes iban allí. Era un melómano, un seguidor de las mexicanadas, bilbainadas, jotas... No podían faltar en Navidad, cumpleaños, fiestas...", agrega Agurne.
Esposa e hijos le definen como un enamorado de dos deportes: ciclismo y pelota. Era, en su día, fan del berriztarra Marino Lejarreta y del donostiarra Peio Ruiz Cabestany. En el frontón, prefería a Retegi; y a los hermanos Olaizola, así como a Titín III. El fútbol no le gustaba. "Solía bromear con que no le veía nada a que 22 personas corrieran tras un balón", sonríe su hijo Joseba. La familia aún conserva un carné de asociado a la Peña Pelotazale Danak Bat de Mungia. Firmó el carné número 127 de la agrupación local, fechado en 1962.
Joseba Muruaga muestra a su padre, para quien no llegó a conocerle, como un hombre "muy amable, que trató bien a todo el pueblo. Muy alegre. Nunca se enfadaba y como padre fue muy bueno. De hecho, la gente le quería mucho, le apreciaba. Fue muy trabajador y luchó siempre por ayudar a quien lo necesitara tanto en el bar, en la herrería o en la tejera".
José fue uno de los primeros impulsores y fundadores de Larramendi Ikastola. Fue un defensor del euskera "hasta sus últimos días". Su hijo, Joseba, fue uno de los primeros quince alumnos que cursaron sus estudios en este centro educativo de Mungia, hoy consolidado en el entorno.