sevilla. El matador de toros sevillano Diego Puerta Diánez ha fallecido a los 70 años de edad en la vivienda que habitaba en el municipio de Camas, a escasos kilómetros de Sevilla. Puerta, una de las grandes figuras del toreo en los años 60, falleció alrededor de las 3.30 horas de la madrugada del miércoles 30 de noviembre, a consecuencia de un fallo multiorgánico que ha sido el colofón de los problemas de salud, especialmente cardiacos, que venía padeciendo el diestro en los últimos años.

Fue tan valiente en los ruedos que todo el mundo le conocía simple y llanamente como Diego Valor. Un apelativo que justifica su actitud de arrojo frente a los casi mil toros que estoqueó a lo largo de los dieciséis años que duró su carrera como torero de alternativa.

Aunque más allá del valor como compromiso que le llevaría al triunfo la mayoría de las tardes, Puerta tuvo también una repajolera gracia para interpretar el toreo, lo mismo con el capote que con la muleta, de forma que por su personal estilo ha sido considerado también como uno de los más geniales representantes de lo que en la historia se conoce como escuela sevillana.

Así es como se puede hablar de un valiente, cuyo pequeño cuerpo quedó tatuado nada menos que por 55 cornadas, cuatro de ellas tan graves que terminaron en extremaunción. Fue el precio de tanto pundonor. Porque Puerta entendió la profesión de torero como un reto para ser siempre el primero.

Pero nada puede opacar el mérito del artista, preocupado constantemente por la pureza en el trazo de lances y pases, y aportando garbo y un singular sentimiento a cada gesto y ademán.

Finalmente torero también poderoso por el mando, la firmeza y el dominio que ejerció en la mayoría de sus faenas, todas sobre el fundamento indispensable de la técnica.

Por todo eso fue figura del toreo, y en una etapa en la que no era fácil serlo, ya que compitió nada menos que con maestros de la talla de Paco Camino, Antonio Ordóñez, El Viti, Juan García Mondeño, Curro Romero y Manuel Benítez El Cordobés.

talante personal Y más allá de la gran capacidad profesional de Diego Puerta hay que hablar también de su pundonor en la calle, su admirable talante personal. Uno de los pocos toreros de la historia que después de decir adiós tras su última comparecencia de luces, el 12 de octubre de 1974 en Sevilla, en mano a mano con su compadre Paco Camino, ya no cayó en la tentación de reaparecer.

Hombre pragmático, que no materialista -hay que advertir para evitar el sentido peyorativo de la palabra-, Diego Puerta tenía solo una palabra, siempre riguroso y muy estricto para los negocios, pues una vez retirado como torero fue también reconocido ganadero de reses bravas y ocasionalmente empresario de la plaza de Castellón en los ochenta.

Un dato de su caballerosidad, cuando bautizó a una de sus fincas con el nombre de Escobero, el toro de Miura con el que arrancó su carrera triunfal en La Maestranza de Sevilla la tarde del 26 de abril de 1968, al cortarle las dos orejas. La alternativa la tomaría de manos de Luis Miguel Dominguín y en presencia de Gregorio Sánchez.

distinciones La Gran Cruz de Beneficencia, máxima distinción de la solidaridad, le vino por sus innumerables comparecencias en festivales y corridas benéficas. Como también prestigian mucho su trayectoria los trofeos al mejor y más completo torero de Radio Nacional de España y Popular de Pueblo, en una época en la que estos galardones tenían verdadero peso.

Otros hitos de su carrera fueron las ocho Puertas Grandes que logró en la plaza de Las Ventas, o cuando quedó el primero del escalafón, en el año 62, con 69 corridas, y ello a pesar de haber sufrido ese año varias cornadas.

También dice mucho de su capacidad torera el rabo que cortó en Sevilla en el 68 a un toro del marqués de Domecq, compartiendo cartel con Antonio Ordóñez y Curro Romero.

Nacido en el barrio sevillano de San Bernardo el 28 de mayo de 1941, Diego Puerta se retiró de la profesión -mano a mano con Paco Camino, su compañero de tantas tardes- el 12 de octubre de 1974 en la plaza de Sevilla.

Ese es el legado que queda de un torero que nunca se dejó ganar la pelea en el ruedo y en la calle fue tan riguroso como serio y formal.