Si Facundo Perezagua levantara la cabeza
se murió ya hace más de setenta años pero si don Facundo Perezagua -fundador del Partido Comunista de España- levantara la cabeza tendría dos opciones: volver a enterrarla ante el estupor que sentiría al observar el comportamiento de sus correligionarios actuales y comunistas vascos o emprenderla a boinazos contra ellos. Perezagua fue el principal dirigente del PCE durante la dictadura de Primo de Rivera y el protagonista de la primera huelga general en Bilbao en mayo de 1890. Vamos, un rojo y un sindicalista como los de antes, es decir, de verdad. Y don Facundo se quedaría atónito si pudiera contemplar el comportamiento de sus sucesores comunistas internacionalistas vasco-españoles en tres situaciones:
Primera: Perezagua no vería con buenos ojos qué pintan sus sucesores enrolados en Amaiur. Cómo se puede entender que unos militantes comunistas que no deberían de ser nacionalistas sino internacionalistas se unan a un conjunto de fuerzas abertzales que aunque se dicen de izquierda aún no lo han demostrado y uno de cuyos partidos socios -EA- parece que no cuenta con una marcada línea obrerista sino todo lo contrario. La conclusión puede ser que estos comunistas de Alternatiba no tenían dónde ir, estaban pelín desorientados y se enrolaron como compañeros de viaje en un tren que no era el suyo.
Segunda: Perezagua contemplaría horrorizado a uno de sus herederos dirigentes comunistas como socio de un gobierno de centro. Nos referimos a la etapa de Madrazo como consejero de Vivienda del Gobierno vasco. La vida de Perezagua -aunque hay que reconocer que eran otros tiempos- estuvo orientada a la lucha de clases y a la defensa de los intereses de los trabajadores de las minas vizcainas y no podría entender cómo -pese al paso del tiempo- un correligionario suyo pactaría con un gobierno de centro y ocuparía una consejería. Y lo que también preocuparía a Perezagua sería el interés de sus herederos comunistas en conseguir meter al mayor número de socios en la nómina de dicha consejería como si su principal trabajo fuera asegurar el fin de mes de los comunistas trabajadores de la consejería antes que elaborar una política justa de viviendas para jóvenes y trabajadores.
Tercera: aquí, en esta última escena, es cuando Perezagua -desesperado- desearía volver bajo tierra para no seguir contemplando los desvaríos de sus herederos ideológicos. Nos referimos al momento reciente en el que dos junteras ¿comunistas? alavesas facilitan con su abstención la Diputación Foral de Álava al derechoso Partido Popular. Don Facundo se preguntaría -desde su tumba- para qué tantas huelgas generales en la cuenca minera vizcaina a finales del siglo diecinueve, tanta cárcel y tanta lucha obrera. Para que -a principios del siglo veintiuno- dos junteras alavesas que se dicen comunistas vendan su abstención por un plato de lentejas y dejen la Diputación libre a la derecha durante cuatro años. Bueno, Perezagua que también fue un histórico socialista antes de abandonar el partido y fundar el PCE, tampoco entendería cómo -en la misma escena- los socialistas alaveses apoyaron con su voto al partido de la derecha.
Vamos que los auténticos comunistas de antaño que eran unos verdaderos expertos en buscarse compañeros de viaje y tontos útiles para añadir a su causa han acabado acompañando viajes ajenos. Unos en el barco de Amaiur, otros coaligados con su enemigo social en el mismo gobierno a cambio de meter en la nómina de Lakua varias docenas de compañeros-militantes y otras vendiendo el voto por vaya usted a saber qué prebendas pero -eso sí- prebendas materiales porque las ideológicas ya no son moneda de cambio para casi nada. A lo dicho, pobre Facundo Perezagua si se le ocurriera levantar la cabeza?