Aita, ¿qué fue eso de la ETA?
quizas pueda parecer pretencioso por mi parte pero les juro -estimados lectores- que yo tenía casi preparado este artículo de hoy sábado desde la sobremesa del jueves y lo había titulado con un "esperando el comunicado?" vamos, que ya no hace falta explicar a qué comunicado me refería. Esto de ser profeta tiene sus inconvenientes y uno de ellos es que he debido tirar a la papelera el susodicho artículo y comenzar otro diferente porque el primero se me quedó viejo a las pocas horas de escribirlo ya que lo parí pocas horas antes de que ETA anunciara su bajada definitiva de persiana. Tampoco había que ser ni muy avispado ni muy profeta para esperar el dichoso comunicado en estas fechas preelectorales ya que todos los indicios apuntaban a alguna fecha antes del comienzo de la campaña.
Y ahora hay que pensar en algo impensable hasta hace escasas horas, esto es, en una Euskadi sin ETA. Dos generaciones hemos vivido en este país llamado Euskadi sin ninguna garantía de que esto finalizara en algún momento, siempre con mucha esperanza en que llegara el día pero contemplando cómo se abortaban -por ambas partes- todos los síntomas de algún tipo de negociación. Y ahora, de repente, ¡zas¡, se acaba la tragedia y ya tenemos claro que nuestros hijos pequeños y nuestros nietos estudiarán el fenómeno ETA en la ikastola pero no tendrán que sufrirlo. Sonrisas, emoción, brindis y la alegría de que comienza una nueva etapa para este país. Puede que -dentro de un año- ya nadie se acuerde ni del día del anuncio de la retirada definitiva ni de la existencia de ETA ya que el tiempo pasa muy rápido por estas latitudes pero, mientras tanto, ¿cuál es la actitud correcta para digerir la noticia y para acostumbrarse a la nueva época -en teoría- de paz y prosperidad con permiso de la crisis?
Quizás lo más adecuado sea no volver a pronunciar la palabra ETA jamás lo que no significa olvidar el tiempo pasado sino intentar mirar solo hacia delante. Atender a las víctimas en lo material -que no en lo político donde tienen poco que decir- animar a las partes a que negocien -o como quieran llamarlo- el necesario acercamiento de los presos a Euskadi y la contemplación de cuantas medidas de gracia permita el código penal e intentar olvidar el asunto porque siempre es mejor dejar en el olvido las malas rachas de un país. Hoy me habría gustado escribir algo que no tuviera nada que ver con ETA pero el recuerdo está aún fresco. Hubo una época en la que se decía: ¿Qué van a escribir los periódicos cuando llegue el fin de ETA? ¿De qué van a hablar las radios y las televisiones sin ETA? Pues este es el ejercicio que nos queda a partir de ya, inventarnos el día a día sin ETA, escribir los artículos sin ETA, tener la tranquilidad de que ningún atentado nos va a sorprender ya y para todo esto hay que entrenar porque es duro luchar contra la costumbre y el hábito y -tristemente- nos habíamos acostumbrado desde hace dos generaciones a la convivencia diaria con ETA y sus consecuencias y, a partir de ahora, deberemos contemplarlo como un período negro de la historia negra de este país pero la historia -como todas las historias- se van quedando atrás y lo que importa -de verdad- es el presente y el futuro, el futuro de esos críos que -dentro de veinte años- nos preguntarán qué fue eso de la ETA?.
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