Gasteiz

EL próximo mes de abril de 2012 la diócesis de Vitoria-Gasteiz cumplirá 150 años de historia. Su creación en 1862 -con fragmentos hasta ese momento dependientes de Calahorra, Pamplona y Santander- supuso un hito importante en la historia vasca. La nueva diócesis vascongada, con sede en Gasteiz, abarcaba Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, siendo la primera vez en la historia del País Vasco en que los tres territorios quedaban integrados en una institución común. La diócesis fue erigida por el papa Pío IX y era el resultado de la firma del Concordato de 1851 entre la Monarquía española y la Santa Sede, que restablecía las relaciones entre la Iglesia y el Estado, tras el progresivo deterioro provocado por el proceso de desamortización de los bienes eclesiásticos desarrollado por los sucesivos gobiernos liberales.

El 28 de abril de 1862 la entonces colegiata de Santa María de Gasteiz fue consagrada como catedral de la diócesis y, un día más tarde, tomó posesión el primer obispo, Diego Mariano Alguacil, que impulsó las misiones populares y promovió la edición en euskera del Catecismo del padre Astete. Durante su episcopado, la Santa Sede designó a san Prudencio y a san Ignacio copatronos de la diócesis. Alguacil fue testigo en septiembre de 1868 del derrocamiento de Isabel II, tras el cual surgió en España un nuevo modelo de Estado.

Levantamiento carlista La legislación anticlerical del Sexenio Democrático (1868-1874) suscitó una intensa actitud de rechazo por la mayor parte de un pueblo vasco profundamente religioso. Alguacil vio cómo se producía un nuevo levantamiento carlista que enfrentó, una vez más, a la tradición y al liberalismo.

El 9 de febrero de 1877 llegó a Gasteiz Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros, quien ocupó la silla episcopal durante poco más de tres años, en los que completó el arreglo parroquial, es decir, llevó a cabo la reforma de las categorías y demarcaciones de las parroquias de la diócesis, e inauguró el Seminario Conciliar -ubicado junto a la catedral de Santa María- poco antes de renunciar a su cargo por problemas de salud. Tras varios meses de sede vacante, en marzo de 1881 tomó posesión Mariano Miguel Gómez, quien convocó un Sínodo Diocesano en Gasteiz en agosto de 1885, en el que se unificaron los criterios pastorales con parroquias que anteriormente habían pertenecido a otras diócesis. Gómez amplió el Seminario Conciliar con el fin de incrementar el número de internos hasta los 300 y creó en la diócesis la Obra de la Propagación de la Fe, cuyo fin era promover y animar las vocaciones misioneras. Tras consagrar la diócesis al Sagrado Corazón de Jesús, Gómez abandonó Gasteiz en 1890, al ser promovido arzobispo de Valladolid. Pocos meses después tomó posesión en Gasteiz el navarro Ramón Fernández de Piérola. Durante su prelatura, León XIII publicó la encíclica Rerum Novarum (1891), en la que el pontífice se pronunciaba acerca de la situación y los derechos de la clase trabajadora, en plena revolución industrial. Además, en ella se encontraban los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia y de la futura democracia cristiana.

En la coyuntura finisecular llegaron a la diócesis diversas congregaciones procedentes de Francia, donde la III República (1870-1940) estaba llevando a cabo una legislación anticlerical que eliminaba la enseñanza religiosa en las escuelas y desembocó en una progresiva laicización. Esta política antirreligiosa en Francia estimuló el establecimiento en la diócesis vasca de distintas congregaciones francesas dedicadas a la enseñanza, como las Ursulinas, los Marianistas o los Corazonistas.

catedral nueva En 1904 Fernández de Piérola fue sucedido por José Cadena y Eleta, quien promovió la creación de sindicatos católicos en la diócesis e impulsó la construcción de la Catedral de María Inmaculada, comúnmente conocida como Catedral Nueva. Las obras comenzaron en 1907 pero fueron paralizadas en 1913 por falta de presupuesto. Prudencio Melo Alcalde -quien ordenó la erección de la casa de ejercicios espirituales de Antezama de Foronda, dirigida por los jesuítas- fue sucedido por Leopoldo Eijo Garay, quien impulsó la coronación de la Virgen de Estíbaliz, que tuvo lugar en mayo de 1923, siendo ya obispo Fray Zacarías Martínez. Sin embargo, la mayor aportación de Eijo Garay a la diócesis fue la promoción de los sindicatos agrarios, incluyendo la Federación Católica-Agraria de Álava, creada en diciembre de 1919.

Como consecuencia del imparable incremento de matriculados en el Seminario, Zacarías Martínez promovió la creación de un nuevo Seminario Diocesano, que fue diseñado por el arquitecto y sacerdote Pedro de Ásua. El edificio, inaugurado por el obispo Mateo Múgica en 1930, tenía capacidad para albergar a más de 600 seminaristas, procedentes de las tres provincias.

La adopción de medidas anticlericales tras la instauración de la II República (1931-1936) favoreció la orden de expulsión de Múgica por parte del Gobierno republicano, que alegó el carácter político de sus visitas pastorales. Paradójicamente, Múgica -que había vuelto a Gasteiz en 1933- fue nuevamente expulsado de la diócesis en octubre de 1936, una vez comenzada la Guerra Civil (1936-1939), ya que los generales sublevados entendieron que Múgica había sido excesivamente complaciente con los nacionalistas vascos. El hecho de que la Guerra Civil en el País Vasco fuera también una guerra entre católicos no solo afectó al obispo sino también al clero y a los fieles, que sufrieron la represión en ambos bandos.

Durante la Dictadura franquista la actividad diocesana estuvo sujeta a la directa mirada de las nuevas autoridades, que entendían que la práctica de dicha confesión religiosa era inseparable de la particular idea de España planteada en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Pero, pese a esa identificación, en ocasiones los propios obispos debieron distanciarse de los mandos del Nuevo Estado y situarse a favor de buena parte de los católicos que se oponían al régimen.

PNV y sindicatos católicos No era solo el caso del PNV sino el de sectores del sindicalismo obrero católico, que acogió en su seno a partir de 1960 a una incipiente oposición al régimen, impulsada por sacerdotes preocupados por la cuestión social. En el contexto de la Dictadura franquista, Francisco Javier Lauzurica fue designado administrador apostólico desde la expulsión de Múgica hasta el nombramiento de Carmelo Ballester. Lauzurica fundó las Casas Diocesanas de Ejercicios, impulsó la creación de la biblioteca del Seminario, así como la constitución de las Escuelas Profesionales Diocesanas en 1941, cuyo objetivo fue formar en una profesión a los jóvenes que carecían de la educación suficiente para lograr un trabajo con el que subsistir a los duros años de la posguerra. Por su parte, Ballester ordenó la reanudación de las obras de la Catedral Nueva en 1946, que fue finalmente consagrada en 1969 con la asistencia del propio Franco. En 1949, el papa Pío XII, por medio de la bula Quo commodius, resolvió dividir la diócesis, creando las de Bilbao y San Sebastián. José María Bueno Monreal fue el primer obispo de Gasteiz tras la partición de la diócesis. Su principal legado fue la coronación de la Virgen Blanca, patrona de la ciudad, y la creación de la Escuela Superior de Estudios Teológicos en el Seminario, actual Facultad de Teología.

El obispo Francisco Peralta Ballabriga se mantuvo, a partir de 1955, durante veinticuatro años en Gasteiz. Peralta fue testigo de la mayor transformación sufrida por la capital alavesa en toda su historia, como consecuencia de un proceso de industrialización que fue impulsado por las instituciones locales y provinciales desde la década de 1950. Por este motivo, su labor se centró el estímulo a la creación de nuevos barrios -en torno a los cuales se erigieron numerosas parroquias- que acogieran a los trabajadores procedentes de otras provincias que, al llegar a Gasteiz, se encontraban sin una vivienda digna. En el terreno eclesiástico, la etapa de Monseñor Peralta coincidió con el Concilio Vaticano II, que abrió una etapa de cambio y de crisis, pero también de renovación de la Iglesia en Gasteiz y en el País Vasco. Esa renovación, en una coyuntura política, social y cultural muy diferente a la anterior, ha continuado tras la muerte de Franco con José María Larrauri (1979-1995) y con el actual obispo, Miguel José Asurmendi.