Cupido no se jubila
Tres parejas pasan para DEIA el polígrafo del romanticismo y confirman que el amor no tiene edad
bilbao
NO corren buenos tiempos para el romanticismo. Con la crisis, Cupido está tieso y tristón, pero no ha pensado en jubilarse. Hablar de enamorados parece tan cursi que las teclas del ordenador se resisten a avanzar, pero luego van solas, gracias a tres parejas que rompen todos los tópicos. Tres parejas que cuentan desde la veteranía cómo se conocieron a través de una agencia matrimonial y cómo sortean las vicisitudes de su relación. Pasan para DEIA el polígrafo del amor y relatan por qué los sentimientos no tienen edad, ni envejecen, solo se transforman, teniendo presente que los grandes amores nunca mueren. Son historias de San Valentín.
jUAN rAMóN Y mª jESÚS
"Ya habíamos tirado la toalla cuando surgió el amor"
Su edad (68 y 67 años) no les impide estar inmersos en plena luna de miel desde el pasado 25 de octubre. La cita a ciegas fue un éxito. "Fue verle llegar en el autobús a la estación de Santander y decir: Con este me quedo", se recrea Mª Jesús. "En el primer vistazo, a mí me iluminó un rayo", confirma Juan Ramón, convertido en un colegial. El embeleso no les tiene en babia. "Yo prefiero no hacer de esto una luna de miel, espero que nuestro cariño sea siempre igual", dicen al unísono. Decididos a compartirlo todo, viven a caballo entre Santander, la ciudad de residencia de ella y Bilbao, el lugar donde vive él. No tienen tiempo que perder. Celebraron la Nochevieja en el hotel Los Agustinos en Haro y ya tienen planes para pasar las Fallas en Valencia, viajar en abril a Ibiza o a Almería en septiembre.
María Jesús, viuda desde hace diez años, rebosa felicidad. "En mi caso no ha habido ningún problema con mis cuatro hijos porque son independientes", dice esta mujer con una hija de 46 años que parece su hermana. "Cuando me dijeron que Juanra (viudo desde hace tres años) no tenía hijos, pensé: Me ha tocado la lotería, porque, ¿para qué engañarnos? Para ellos suele ser bastante impactante". Y eso que los dos habían tirado ya la toalla. "Juan Ramón ocupaba el séptimo lugar de los candidatos y yo estaba dispuesta a olvidarme del amor y decir a los responsables de Unicis que ya no me presentaran a más señores". "Y yo igual, después de conocer a una señora de Indautxu, dije: Hasta aquí hemos llegado". Pero se equivocaron.
Creen que los cimientos de su relación son fuertes y se consolidarán con el tiempo. "No buscaba un hombre que tuviese dinero, no quería cosas materiales, solo pretendía que me quisieran. De hecho, pido siempre tanto cariño que un novio, con el que viví en Alicante, se aprovechó de mí y me timó cinco millones de pesetas". "Muchas señoras de mi edad valoran la libertad, quieren un hombre que las lleve a cenar, al baile, pero dicen que ellas no lavan calzoncillos de nadie... Ese no es mi caso. Para mí, la soledad es horrenda. Me siento como un perro sin amo y necesito una pareja. Ahora con él tengo una conexión increíble. Pero ¡ojo! No es un amor loco, decir eso sería una tontería, es un amor apacible, cálido porque Juan Ramón es un hombre maravilloso, generoso, que me ayuda muchísimo".
Y sobre todo, sosegado. No como ese pretendiente que le cantaba rancheras todas las noches por teléfono. Juan Ramón mantiene que a esta edad, el amor es más reposado, más calmado y "no por eso dejas de querer. Ahora me siento como cuando me casé, como si tuviera 28 años".
Pedro y Valentina
"Yo quiero ser como la Duquesa de Alba, una vieja joven"
Llevan juntos siete años. Quizá porque han vivido como las estrellas de cine. Ella, en su casa de Sarriko y él, en la suya de Basauri. Un achaque en diciembre ha llevado a Pedro al domicilio de Valentina pero ella es sabia y tiene todo bien atado. "Pedro tiene su habitación, su baño, su televisión. Porque cada uno tenemos nuestros hobbys, a Pedro le gusta el deporte y a mí me gustan otras tonterías. Compartimos todo y no compartimos nada". A Valentina, le presentaron a muchos aspirantes pero fue verle tan apuesto, frente al Palacio Euskalduna, y dejarlo todo, como en el bolero. A sus 74 años, pesca, hace natación, bici estática... y ha sido un consumado deportista.
Porque Pedro es vistoso y, sobre todo, directo. "Quiero decir a la gente que no se corte, que si está solo vaya a una agencia matrimonial y, si tiene problemas con la familia, que pase de ella". "El que no acepta a mi pareja tampoco es aceptado por mí", subraya, matizando que con sus hijos no han existido roces. "Cuando sus hijos (tiene tres y dos nietas) me hacen regalos y les doy las gracias, me dicen: Gracias a tí, por aguantar a aita". Valentina cree que "ningún hijo se lo toma bien. Por naturaleza, son egoístas. Ahora mi hija es consciente de que Pedro es lo mejor que me ha pasado. Él siempre va a querer a su mujer, y yo siempre voy a querer a mi marido pero ellos ya no existen", sentencia Valentina que, en la conversación, ejerce con frecuencia de filósofa. Es una fiel defensora de combatir la soledad en una agencia. "Si quieres conocer a alguien formal y majo, allí está todo muy controlado y, a nosotros, con Unicis, nos fue genial".
Valentina, de 65 años, perdió a su marido con 40. Está colosal. "Es que he sido guapa", aclara, y Pedro le ríe la gracia. La viudez de Pedro era más reciente, un año, pero se sentía muy solo. Aún recuerda cómo se le hundía el mundo cada vez que volvía a casa por la noche o cada vez que iba a Bermeo y veía una pareja pasear cogida de la mano. Porque Valentina solo tiene una rival, la pesca, en Bermeo, en Santoña... "Ha traído baldes de rodaballos en Isla Cristina, en Laredo cogió un centollo enorme pero le ha acompañado tanto a pescar, he pasado tanto frío..., que ahora ya no voy". Valentina es la vitalidad personificada. "Yo seré como la Duquesa de Alba, una vieja joven". A su juicio, "el amor no tiene edad, no envejece, y siempre puedes volver a soñar", dice esta romántica empedernida. "¿Además qué es el amor? -intercede Pedro-. Hay gente que cree que es meterse a la cama y tener relaciones sexuales. Pero igual llevas casado cuarenta años, y no estás todo el día dándote besos, pero darías la vida por ella".
A él le puede el pragmatismo. "Hay algunas señoras que quieren un príncipe azul y ellas no tienen nada de princesas", explica con sorna. "Algunas creen que el dinero de su novio es para ellas, para viajar, para salir y no entienden que cada uno tiene lo suyo y que la clave es compartir". La relación se resume en una palabra: respeto. "A sus hijos, a su dinero, a sus manías, a las cosas que le gustan... hay que amoldarse y saber que esa persona ya tiene unas vivencias y ¿quién soy yo para quitárselas?", pregunta Valentina.
Jose María y Laura
"Nunca es tarde para encontrar el hombre que buscas"
"Josemari es mi marido, mi pareja y mi todo". Se nota que Laura (63 años) está enamorada hasta el tuétano y eso que un matrimonio infeliz de 38 larguísimos años la dejó marcada. Laura espera estos días en Puente San Miguel (Cantabria), que Josemari (67 años) acabe de gestionar unos negocios en Francia. Pero antes de que vuelva, el día 28, ella se trasladará a Ondarroa, su otra casa, para el esperado reencuentro. "No aguanto, estoy deseando verle", admite su ansiedad.
Se conocieron hace un año en Laredo. "Había rechazado a seis pretendientes previamente, pero de Josemari me encantó todo, la forma de hablar, la sonrisa, la mirada... Ese mismo día llamamos a la agencia para decir que no buscaran más candidatos". Cuando están separados, él, viudo desde hace siete años, y ella divorciada desde hace cuatro, están todo el día colgados del teléfono como si fueran adolescentes. Laura, con cuatro hijos -la mayor de 40 y el pequeño de 34-, cinco nietos y cinco hermanos, necesitaba un hombre muy familiar "y Josemari es increíble a ese nivel".
"Mi matrimonio fue duro. ¡Fíjate si fue duro que mis hijos me dijeron que su padre me había hecho un gran favor al marcharse!". Por eso están todos encantados con su media naranja. "Mamá, has elegido mejor que cuando elegiste a papá. Es lo mejor que te ha pasado", ha oído de boca de sus vástagos. Y entonces Laura no puede evitar cierto resquemor. "Hacía muchos años que yo no era feliz, aguantando un matrimonio sin sentido, en el que no tenía ilusión por nada; pero no había cotizado lo suficiente y no daba el paso de irme de casa, pero lo dio él".
Ahora es la viva imagen de la felicidad. "Nunca es tarde para encontrar el hombre que realmente buscas y es precioso hallar lo que dabas por perdido".
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