Bilbao. El artista estadounidense Dennis Oppenheim (Washington, 1938) falleció en Nueva York en la noche del pasado sábado víctima de un cáncer, anunció Cris Gabarrón, director de la Fundación Gabarrón, cuya familia mantiene una relación de gran amistad con la del escultor, considerado uno de los más destacados creadores contemporáneos en el ámbito internacional. Gabarrón anunció que se enteraron de la noticia a través de Amy Plumb, asistente personal del artista y de su hijo. "Teníamos una relación muy cercana. Han estado llevando con total discreción la enfermedad que obligó a su ingreso hospitalario hace dos semanas; murió plácidamente sin ningún tipo de sufrimiento, con una discrección increíble, era un ser excepcional además de un gran artista", indicó.
Formado en la Escuela de Artes y Oficios de California, Oppenheim se trasladó en 1967 a Nueva York, ciudad que en estos años vivía inmersa en una de las épocas más productivas del arte contemporáneo estadounidense. Allí conoció a algunos de los artistas más importantes del siglo XX, convirtiéndose en uno de los precursores del arte conceptual, pionero en la especialidad de la performance, alcanzando la fama y reconocimiento público como parte de la generación de artistas que dio a conocer el Land Art. Este movimiento fue un cruce entre la arquitectura y la escultura que tuvo como escenario la naturaleza y que nació a mediados de la década de los años 60. Consistentes en excavaciones o enterramientos, las primeras obras se realizaron en los duros paisajes del oeste de los Estados Unidos.
Expuso en el Museo Reina Sofía de Madrid en 2005, y en 2004 cuando la Fundación Gabarrón de Valladolid llevó a cabo una retrospectiva sobre su obra, que pudo verse posteriormente en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en Valencia y en Murcia. En Valladolid dejó una de sus improntas en 1998 con la construcción del montaje Escenario para una película, concebido como homenaje al cine que se emplazó en la glorieta de La Rubia con su casa precipitándose sobre paneles de colores. Las obras de Oppenheim, especialmente a partir de la década de los noventa, se han caracterizado por contener una gran mezcla de elementos contradictorios o superpuestos que abundan en una mirada irónica a la sociedad o diseccionan la conflictiva naturaleza de la psique moderna. Una de sus etapas creativas se distinguió por la traslación de objetos cotidianos a la construcción monumental y escultórica, iniciando de este modo una nueva fusión de escultura y arquitectura que le valdría en 2007 el premio a toda una trayectoria de la Bienal de escultura de Vancouver.
Oppenheim ha sido un artista pleno, puesto que ha tocado todas las formas posibles de expresión artística: desde la escritura a la videoinstalación pasando por el Body Art, el arte conceptual o la fotografía, algo lógico en quien tiene como objetivo la investigación y la experimentación. Todo lo relacionado con el arte visual está presente en su obra, un recuerdo de los años en los que se dedicó a la publicidad. Su inquietud y sarcástico humor le llevaban a plantear unas piezas inverosímiles. Con la muerte de Oppenheim se pierde un ejemplo vital del arte como experiencia que atraviesa todas las fronteras.