amorebieta-ETxano. Una frase célebre del filósofo chino Confucio aconseja que "si no sabes sonreír, no abras comercio". El zornotzarra Julián Aranbarri para eso servía, según valoran sus familiares. Fallecido el pasado 23 de diciembre, los suyos le recuerdan como "persona de mucho carácter, juerguista, bonachón y un bromista". Con esas cualidades, cuando cerró la fábrica textil de Astepe, donde trabajaba, optó por invertir el dinero de la clausura que le dieron en abrir una autoescuela. La bautizó como Amorebieta. Desde ese momento quedó para la historia que es la cuarta constituida en Bizkaia.
Julián Aranbarri nació el 11 de marzo de 1925 en un caserío del barrio Nafarroa. Fue el segundo de cuatro hermanos: la fallecida Amparo, luego iba él, Fidel y Txaro. Julián contrajo matrimonio con Tomasa Izurza el primero de mayo de 1954. Dieron a Euskadi dos hijos: Julián y Fidel, además de cuatro nietos -Jon Iker, Igor, Asier y Maite- y dos biznietos: Axibar y Aitor.
Cuando Julián sumaba cuatro primaveras, la familia Aranbarri se trasladó a vivir al barrio de Astepe. Con nueve años, sufrió la muerte de su padre. Fue entonces cuando su madre se vio en la tesitura de tener que sacar adelante a la familia. Comenzó a ir a coser a casas mientras cocinaba para el bar Obús, también conocido como Txili, ubicado en las cercanías de la rotonda actual de salida hacia Durango.
En 1936, el pequeño Julián contaba con 11 años. Fue entonces cuando explotó la Guerra Civil tras la sublevación de los golpistas españoles. Durante la contienda, muchos zornotzarras se refugiaban en la torre de la iglesia. Aranbarri fue uno de ellos. Una vez que los nacionales entraron en el municipio, según contaba Julián, "a niños como él los condujeron a Zaldibar, donde hoy está el hospital de salud mental", rememora su hijo Fidel. En una ocasión fueron a visitar a unos familiares de Villasana de Mena, en Burgos, y por la guerra no pudieron volver hasta año y medio después.
AUtoescuela amorebieta Terminada la guerra y con 14 años encontró su primer trabajo en una serrería. El servicio militar lo cumplió en la frontera entre Nafarroa e Iparralde. También trabajó en la empresa textil de Astepe. Cuando la firma cerró, apostó por abrir una autoescuela en el local que hoy está el bar Zuribeltz, frente a la Casa Consistorial. Corría el año 1965. Pero ahí no quedaba la cosa. También encontró trabajo en la histórica Forjas. Así, de 6.00 a 12.00 horas trabajaba en la empresa y, por la tarde, de 15.00 a 21.00 horas en la autoescuela. "Y lo mejor de todo es que todos los días se levantaba a las cinco de la mañana silbando", le reconoce Fidel. El primer coche de su negocio fue un histórico Renault 4/4.
Para entonces, por trabajo, dejó su labor de tesorero de la SDA, el club de fútbol militaba por aquel 1964 en Tercera División. Su pasión por el balón continuó años más tarde con el club de fútbol sala Zingilipurka. "Durante muchos años fue con su gran amigo José Ignacio Zenarruzabeitia Txirri, el comodín del Zingilipurka fútbol sala, haciendo de todas las labores, entrenador, delegado, cobrando entradas, vendiendo lotería...", evoca Fidel, quien jugó en este equipo que le rindió un homenaje a Julián Aranbarri en los años 80.
Julián siempre tuvo un sentimiento "muy abertzale". Simpatizante del PNV pasó a EA porque "Garaikoetxea, como político, le convencía", valora su hijo. En una ocasión, en los 70, fue a protestar de noche junto a otros zornotzarras ante el cuartel de la Guardia Civil adonde habían destinado al conocido y temido capitán Hidalgo. Exigían que soltaran a varios vecinos que habían sido detenidos en el municipio. "Recibieron una fuerte paliza. A mi padre, los guardias civiles le dieron con una pistola y le abrieron la cabeza. Anduvimos buscándole y sobre las cuatro de la noche volvió a casa".
de vacaciones Sus mejores vacaciones las hacía en Laida. Eran de un día, pero aprovechando hasta la noche con cena junto a la ermita donde ponían las sillas y vuelta a Amorebieta-Etxano. "Les decíamos a mis padres que se animaran a ir a las Canarias o algún viaje y mi padre decía que no, que donde esté Laida que se quite el resto". Tal era así que la familia quiso esparcir sus cenizas en este enclave de la costa vizcaina. "Le hicimos un acto familiar el pasado domingo día 9. Fuimos a Laida con ikurriña y todo. Fue emotivo", valora Fidel, quien fusionó hace unos años la autoescuela Amorebieta con la de San Pedro y junto a su nuevo socio, Eduardo Amorebieta, constituyeron una nueva denominada Aramotz.
El Centro de Día municipal Nafarroa fue el lugar de ocio de los últimos tiempos de Julián. Además, con su primer biznieto, Axibar, "pasaba momentos muy alegres tanto él como el Pequeño, como le gustaba llamarle, hasta el punto de que el niño un mes después de su fallecimiento, en cuanto llega a casa de su amama Tomasa, la recorre entera buscando a su aitite Julián". Va buscando su sonrisa, la que aconsejaba Confucio o mejor, de la que habla el escritor belga Phil Bosmans que asegura que "si no sabes sonreír, es que no sabes vivir". Julián sabía reír, incluso, silbar al levantarse de madrugada.