bilbao
Soy independentista y me gustan los toros", brinda al tendido Gotzon Lobera, secretario del Bizkai Buru Batzar y confeso amante del mundo del toro. "Pues yo soy independentista y me gustan los toros... pero vivos", templa Nerea Antia, parlamentaria de EAJ/PNV en Gasteiz y reconocida antitaurina. La estocada del Parlament a las corridas obliga a coger el debate de los toros por los cuernos. Y estos dos abertzales saltan al ruedo y entran al trapo. A Lobera le gustan los toros desde que tenía seis años, a Antia le acostumbraron a apagar la tele cada vez que se retransmitía una corrida. Gotzon acude a Vista Alegre las siete tardes de Aste Nagusia y exhibe orgulloso su carné de abono. Nerea sería incapaz de presenciar sólo cinco minutos de faena y su único recuerdo de la plaza es cuando iba a protestar. "Es increíble cómo dos abertzales, del mismo partido, casi coetáneos, tenemos opiniones tan diferenciadas", dicen para iniciar un diálogo con continuos cambios de tercio.
Es un veto muy controvertido. Se han llenado cientos de páginas de periódicos en sólo tres días.
Nerea Antia: Lo que ha pasado en Catalunya tiene un componente simbólico muy importante porque la votación se ha desarrollado en un contexto muy concreto: la sentencia del Estatut, las celebraciones de la selección, la afirmación de identidades etc... y al final ha pasado lo que ha pasado. Y buena parte de las páginas de periódico se deben a eso.
Gotzon Lobera: Estoy de acuerdo que en el caso catalán ha habido un elemento político simbólico que responde muy poco a la realidad histórica. Porque curiosamente el maestro Cossío, en su enciclopedia de treinta volúmenes sobre el mundo del toro, sitúa la primera corrida de toros documentada en el siglo XVII en Gasteiz. ¿Por qué? Porque el toro es un animal salvaje que en aquel momento tenía en esta zona uno de sus lugares naturales de crianza. ¿Qué ha ocurrido? Que el nacionalismo español se ha apropiado de algo que se generaba en su entorno. Por otra parte, en esta dialéctica de Catalunya se ha introducido el factor español. El toro te puede gustar o no, pero sacar este tema del ámbito del espectáculo es un error.
Los taurinos siempre exhiben la bandera del arte y la cultura.
N. A.: El tema de fondo es que es un espectáculo cuyo ingrediente básico es un animal al que maltratan y matan para solaz del personal. Lo habitual es que las sociedades avancen y progresen y que actividades que implican causar sufrimiento a seres de forma gratuita terminen por desaparecer.
G. L.: Avanzar no tiene por qué significar renunciar a la cultura tradicional. Euskadi, con sus siete territorios, ha sido un país que ha trabajado mucho los espectáculos de idi probak, de toros... En el siglo XVI era un área donde el toro se criaba, sobre todo en Nafarroa. Hemos visto peleas de carneros hasta hace cuatro días. En los toros hay otro elemento diferencial; el beneficio económico que genera para ganaderos, empresarios, plazas. Lo único cierto es que un animal de 450 a 600 kilos se enfrenta a una persona de sesenta kilos que se defiende con la espada, la muleta y el capote. Por eso a mí me gusta el albero, pero no me gusta lo que rodea el mundo del toreo ni su parafernalia.
El asunto es tan espinoso que hasta EB evita pronunciarse. Si aquí se debatiera, ¿el PNV daría libertad de voto como ocurrió con CiU?
N. A.: El EBB sabrá que hacer. Pero en todos los partidos hay muchos pareceres. Ezker Batua seguramente tendrá navarros a los que les encantan los Sanfermines y tendrá vizcainos muy ecologistas, antitaurinos y animalistas. A estos efectos, sensibilidades hay en todas las casas. Otra gente también lo vive, como en mi caso, desde profundos convencimientos éticos de que cualquier actividad que suponga hacer daño a otros, no debería tolerarse. La sociedad es indiferente. Pero luego hay gente aficionada que lo vive intensamente y gente que se opone también con intensidad y esa minoría tiene una presencia desproporcionada en relación a lo que representa socialmente. La virtualidad es que se pueda discutir esta cuestión.
G. L.: Lo que es innegable es que la feria de Bilbao va a suponer unos ingresos importantísimos para la Santa Casa de la Misericordia. Pero ¡ojo! no defiendo que las administraciones deban apoyarlo porque es un espectáculo privado: el quiera ver toros tiene que pagarlos. Yo tengo claro que el toro tiene en la plaza 20 minutos de sufrimiento. Pero no puedo aceptar que se ponga en el mismo nivel a las personas y los animales. Porque si aceptamos eso, aceptamos que todo ser vivo es igual. Además, yo no obligo a nadie a ir a los toros pero me gustaría que se puedan organizar corridas y que yo pueda asistir.
Se maneja el argumento de que con este veto, la Administración entra en la esfera privada del ciudadano.
N. A.: Cada vez que el Parlamento aprueba una ley está interfiriendo en la libertad personal. Pero hay una cuestión casi preética que elimina esta consideración. El toro es un mamífero, un ser vertebrado y podemos imaginar qué pasa por el sistema nervioso de ese animal cuando es maltratado. Podemos discutir sobre la igualdad entre especies, pero estamos hablando de un animal que se parece muchísimo a nosotros. Y hasta no hace mucho, los negros eran considerados animales. Yo tengo el límite muy claro y reivindico el derecho a que no se haga daño de forma innecesaria.
G. L.: Nos guste o no, la sociedad actual se basa en una premisa aristotélica, que el hombre domina la naturaleza. Ahora estamos en la fase antiaristotélica porque hay que convivir con la naturaleza. Yo creo que un toro nunca puede ser comparado con una persona de raza negra. El debate de los mamíferos tampoco me sirve. No me vale porque por la misma razón tendríamos que dejar de hacer la contrapasa, deberíamos prohibir la caza a nivel general y deberíamos prohibir todas las pruebas de animales. Y en eso, en Euskadi somos especialistas.
Un tema clave es que sea un festejo considerado españolista. Uzturre contaba que los reglamentos internos del PNV prohibían asistir a estos espectáculos por su condición de fiesta nacional española.
G. L.: Sí, sí... está lo que Uzturre decía y luego lo que Doroteo Ziaurritz hacía, que era acudir a a la plaza de incógnito. Curiosamente tanto Uzturre como Doroteo Ziaurritz eran tolosarras. Lo que pasa es que Doroteo se quedó en ese anclaje de la Tolosa más tradicional y Uzturre vino a Bilbao y permaneció más al margen. Yo no entro ahí. Yo sólo digo que voy a la plaza y soy independentista y me gustan los toros. No tengo ningún problema. También adoro el Athletic y me gustan el fútbol americano y el béisbol.
N. A.: Yo también soy abertzale, independentista y también me gustan los toros... pero vivos. No me gustan los txitxikis (carne de chorizo) en los que se convierten una vez que entran en la plaza.
Pero Euskadi está llena de festejos taurinos.
G. L.: En Sopuerta hay una plaza, en Karrantza, en Orozko, en Azpeitia, en Tolosa y podría seguir. Pero, aquí, por desgracia, no va a haber ni que prohibir la fiesta de los toros porque no hay transmisión generacional de la afición. En Vista Alegre hay un aforo de 15.000 personas. Me gustaría saber cuántos pagamos. Yo no voy a hacer apología del toro, a mis hijos no les gustan, pero a mí me parece que una Aste Nagusia sin toros no es una Aste Nagusia.
¿Suscribirían que en el País Vasco, las formaciones políticas ven los toros desde la barrera?
G. L.: A nivel político y desde el punto de vista de Euskadi, el tema no da de sí. Creo que en el PNV, en todos los partidos y en todos los territorios tienes absolutamente de todo.
N. A.: Yo desde luego no los veo desde la barrera. Creo que es un debate pendiente y que hay mucha menos afición de lo que parece. Pero es cierto que es un tema que no está en la agenda. Espero que las corridas no acaben por inercia sino por movilización. En sociedades como la nuestra hay multitud de ofertas para pasarlo bien sin recurrir al maltrato gratuito de un animal. También sé que hay muchas personas que viven de estas actividades pero creo que el negocio del toro se puede reconvertir. El tema de fondo es: ¿es tolerable que pasemos parte de nuestro ocio haciendo daño a otros? Tú hablas de que tu aita te llevó con seis años a una corrida, yo los recuerdos que tengo son mi ama apagando la tele cada vez que salía la bandera española o una corrida.
G. L.: Respeto todas las transmisiones familiares. Sin embargo, el toro tiene un componente de cultura tradicional, de espectáculo, de motor económico y es, no lo olvidemos, una actividad que en doce años se ha regulado cuatro veces.
¿La cruzada antitaurina llegará a alcanzarnos de lleno?
G. L.: Aquí la situación es distinta. En Catalunya ha habido el elemento político simbólico. Y creo que es un error por parte de unos y de otros porque si vamos al elemento político simbólico vamos a Creta y al minotauro. Y no conduce a nada. Si mi partido me dice el día de mañana, ésta es la decisión, yo la acataré. Me puede gustar más o menos pero la respetaré. No voy a hacer guerras perdidas. Pero la verdad yo, de prohibiciones, estoy saturado.
N. A.: A pesar del debate político e identitario tan burdo, tengo una sana envidia por la sociedad civil organizada catalana. Ellos han sido capaces de llevar al Parlament una iniciativa popular con todo lo que implica. A mí se me gustaría que en Euskadi pudiésemos debatir un día sobre estos temas en el Parlamento. Pero en una sociedad como la vasca donde el día a día político es tan intenso, hay muchos temas interesantes que no están en la agenda.
A ver, dense a ustedes mismos la alternativa con un alegato final.
G. L.: Generar un problema en Euskadi por este tema es una demasía. Porque, como país, tenemos problemas más importantes que resolver. Yo veré toros mientras pueda y cuando no pueda, pues no iré, igual que tampoco puedo fumar aquí, por ejemplo. Soy pragmático. Pero desde mi formación vieja y decimonónica no puedo aceptar que se hable de derecho de los animales. Los derechos reconocidos por la ONU son los que son.
N. A.: Es que el problema lo tienen decenas de seres que vienen a nuestras plazas a morir. Yo creo que las cosas deben ir a mejor. Las corridas no proceden, no son éticas, no son justas y no corresponden con una sociedad avanzada donde se tienen en consideración los intereses de todos.