Bilbao. No era Caruso ni falta que le hacía, porque con sus sencillas canciones arraigadas en lo más profundo del sentimiento bilbaino emocionaba como el que más. Se nos ha ido Baldo Álvarez, el último superviviente de aquellos chimberos de leyenda, los de los años 50, 60 y 70 del pasado siglo, que llevaron la popular bilbainada a todos los rincones de la península y grabaron discos cuyas ventas serían consideradas hoy dignas del disco de oro. Llenaban teatros, colgaban el cartel de completo de las salas de fiesta e incluso llegaron a hacer las Américas.
Baldomero Álvarez Miota, Baldo para la mayoría, falleció el pasado 17 de junio, a los 83 años de edad, a consecuencia de las complicaciones derivadas de una operación, en Madrid, donde vivía. Este baracaldés "hasta la médula", como recuerda con emoción su hija, sólo le ha sobrevivido a su esposa, Milagros Egurrola, tres meses. "No conozco a nadie que quiera tanto a su pueblo como él", asegura Itziar Álvarez desde el otro lado del hilo telefónico.
Tenía fama de ser el más simpático de los chimberos y de lo que no cabe duda es que era "un fenómeno como persona, un buen tipo. Supercojonudo". Qué mejor definición que la de Txutxi Muerza, amigo, chimbero en una formación más reciente y actual componente de Los Txikis, otro de los combos que defienden el pabellón de la música más popular, aquella que se escucha en Aste Nagusia, pero también la que se entona en Somera o en lo más álgido de las cenas de amigos.
CARRETERA Y MANTA
La pasión de Baldo siempre fue la música, como recuerdan sus hijos, Patxi e Itziar. Tras estudiar con María Teixidor, empezó cantando en la schola cantorum de San Vicente y en el grupo Beti-Alai de Barakaldo. En 1955 se incorporó a Los Chimberos, tras la retirada de Goyo Nadal, su mítico fundador junto con Leonardo Fernández porque, como buena franquicia, las formaciones chimberas se han sucedido en el tiempo. Los componentes de la nueva generación fueron Iñaki Mangado, Armando Ortega, Alfredo Garrido, Jesús Ibarra, el acordeonista, y Baldomero Álvarez, el bajo de la formación. Posteriormente, el grupo quedó compuesto por Baldo, Jesús e Iñaki, a los que se sumó Josetxu Ferrer.
En la década prodigiosa que va de 1955 a 1965, recorrieron toda la península en giras con compañías como la de Angelillo, Mari Begoña o Estrellita Castro. "Ensayaban y cantaban todos los días y tenían que soportar mucha carretera y manta", rememora Muerza. La casa de discos Zafiro les fichó, así que decidieron fijar su residencia en Madrid, centro neurálgico desde donde viajaban a los más lejanos escenarios.
Hicieron de la bilbainada su profesión y llevaron la terminología bochera por todo el mundo. En el año 1961 cruzaron el charco. Tras 17 días de travesía en barco, comenzaron una gira que les llevó desde Buenos Aires a Nueva York. También hicieron giras por Suiza, Holanda, Alemania y Bélgica. A lo largo de su trayectoria, Baldo sumó nuevos conocimientos de música, estudiando armonía, contrapunto y composición. Tras dejar el grupo, siguió impartiendo clases de música y, últimamente, participaba junto a Carlos Ibáñez en los concursos de bilbainadas de Aste Nagusia. Durante varios años cosechó triunfos con Ibáñez como letrista. Baldo firmaba la música. Una de esas canciones, Añoranzas begoñesas -"una habanera preciosa", certifica Txutxi Muerza-, está dedicada a la Virgen de Begoña y la cantan coros y orfeones.
amor a la montaña Otra de sus canciones firmadas en la época de Los Chimberos es Los montes de Santurce, que deja constancia de su afición por el montañismo. "Era el socio número cinco del Grupo Alpino Turista Barakaldo y había ganado las copas de los cien montes -recuerda su hijo-. Todos los años, cuando íbamos a veranear a Cruces, nos señalaba todos los montes a los que había subido".
Baldo nunca faltaba a las fiestas de Bilbao y este año ya había hecho todos los preparativos para venir, aunque desgraciadamente este chimbo baracaldés no podrá entonar otra bilbainada. Quizá estos días los txikiteros del Casco Viejo interpreten algunas de sus composiciones, ésas en las que todavía mana txakoli de las parras del Puente Nuevo (Bilbao, ayer y hoy), se contrabandea con estraperlo y la ría está plagada de mocordos y angulas (Recuerdos de mi Bilbao), los Altos Hornos aún iluminan Ezkerraldea (Agur, Barakaldo, agur), a los bares de diseño de las Siete Calles se les llama tascas (El vaso gordo) y los chimbos pían en la higueras que se alzan en medio de Bilbao (Aquellos chimbos).
Este domingo se oficiará una misa por su eterno descanso en la parroquia de San Vicente, en Barakaldo, a las 12 del mediodía.