Una derrota y un empate en dos salidas consecutivas han despertado dudas, miedos, fantasmas. Acaso sea porque la memoria ha accionado el botón de alarma al refrescar experiencias recientes. Esos seis cursos cortados por el patrón de la impotencia para opositar a las metas propuestas parece que empiezan a pesar en el ánimo de algunos. Se percibe una corriente de opinión que ya detecta síntomas negativos que pudieran desembocar en una reedición del desengaño. Aunque de momento, lo expresen con la boca pequeña, deslizan una inquietud: no quieren ni imaginar que el equipo la vuelva a pifiar, pero tampoco logran evitar que les invada una predisposición negativa.

A fecha de hoy, cuesta justificar tal prevención. Ha habido dos malos resultados, ambos evitables si se revisan los encuentros de Mestalla y el Nuevo Mirandilla. En el caso del cruce con el Valencia, hay que admitir que estuvo abierto a cualquier marcador. Frente al Cádiz, de acuerdo en que el 0-0 estuvo cantado de principio a fin; pese a que delante hubo un conjunto limitado, sacó fuerzas de flaqueza e imprimió la agresividad del que lucha por su supervivencia. Pero la valoración estaría distorsionada si se omite que cuatro días antes se celebró una ronda copera de tremenda complejidad en todos los sentidos, resuelta además de forma favorable.

Al margen de estas circunstancias concretas, se antoja improcedente cuestionar de repente el crédito de un equipo que presenta el balance del Athletic. El elevado número de compromisos ganados y las esporádicas derrotas, no son fruto del azar. Si algo ha distinguido al equipo de Ernesto Valverde a lo largo de cinco largos meses de competición, ha sido su grado de fiabilidad. Un rendimiento calificable de sorprendente, si se quiere, pero real, gracias a un fútbol muy superior al de campañas previas.

Por fin asistimos a un comportamiento acorde a los objetivos marcados. Fiabilidad, criterio, solidez, puntería, han dejado de ser aspiraciones para convertirse en señas de identidad. Ponerse en guardia al mínimo altibajo es una opción legítima por aquello de que nunca llueve a gusto de todos o hay gente con una innata tendencia al pesimismo, pero para qué amargarse la existencia cuando todavía no ha habido razones de fundamento que inviten a rebajar las expectativas. Desde luego, no tras asistir a lo que todos hemos podido ver hasta hoy.

Los últimos pinchazos obedecen básicamente a la densidad del calendario de enero. Más partidos entre semana provocan mayor desgaste, unos jugadores lo notan más que otros, la relación de bajas por contratiempos físicos crece y el entrenador debe acertar en el reparto de responsabilidades, pues no basta con mantener enchufado el bloque de los titulares. Ningún equipo que compagine liga y Copa (accediendo a semifinales) está a salvo de sufrir los rigores de la competición. Con la particularidad de que el Athletic invierte una energía para desarrollar su propuesta muy superior a la media.

Ver al equipo correr como lo hace es muy bonito y enardecedor; también una clave para entender lo que está pasando en la campaña vigente. Ir de cara a por la victoria requiere gran coordinación, generosidad, atrevimiento y tesón por arrobas. Así, la tarde en que al Athletic le cuesta expresarse sobre la hierba como le gusta, asoman los problemas. Cabe que la cosa se tuerza porque tiene el día de que no, el personal está más cascado de lo habitual, al rival le sonríe la inspiración o, sencillamente, da el do de pecho y se equipara en agresividad. Si así no fuera, no estaríamos hablando del Athletic. Mejor dicho, no estaríamos hablando de fútbol de élite.

No es por consolarse, puesto que no viene a cuento en el actual contexto, se trata de analizar con serenidad la exigencia que conlleva opositar al éxito y por ello conviene fijarse en cómo les va la feria a los demás para hacerse una composición de lugar. ¿Cuántos se cambiarían por el Athletic? Equipos con pedigrí o con ínfulas, candidatos a títulos o a plaza continental; no sé, cuántos estarían encantados de transmitir su inconformismo, sinónimo de ambición y arrojo.

El Athletic merece que se le tenga confianza, pues se lo ha ganado. Si de aquí a un mes se confirmase que ha extraviado la brújula, entonces, empezar a preocuparse estará justificado.