LA posibilidad de acceder a las dos versiones, permite contrastar el peso de ambas, la calidad del relato de los hechos acontecidos en el último año que realiza la directiva del Athletic y la aportada por Iñigo Martínez a través de la persona que le representa, su agente. A la hora de otorgar credibilidad a cada parte, habrá distintas opiniones, como ocurre siempre en un enfrentamiento dialéctico. Al tratarse de un cruce donde no faltan acusaciones directas, en el veredicto será inevitable el influjo de prejuicios, de filias y fobias.

Pocas veces se llega a este nivel de agresividad en un conflicto surgido en las entrañas del club. Algún antecedente sí que hay, pero lo habitual es que se vayan diluyendo antes de que la sangre llegue al río. Acaso para comprender mejor la historia de este desencuentro y hacerse cargo de lo que realmente sucedió, conviene revisar los episodios vividos desde la semana pasada; analizar los pasos que dan forma a la espiral de declaraciones en orden cronológico. Un ejercicio interesante, por su carácter revelador.

En toda argumentación cuentan el fondo y las formas. Estas suelen utilizarse en ocasiones como principal baza. Cuando tal cosa sucede normalmente el contenido del mensaje que se pretende transmitir adolece de inconsistencia. En definitiva, si la estrategia comunicativa adopta un cariz beligerante, está diseñada para atacar más que para sustentar una idea, busca el desprestigio del otro por encima de la reivindicación de uno mismo, indica que hay gato encerrado.

El afán de la directiva por dejar señalado a Iñigo Martínez en un escrito que reitera que es él quien optó por cambiar de aires tras haber rechazado la oferta de ampliación de contrato extendida por el club, que además asegura haber promovido varios intentos de negociación, fue el desencadenante del barullo. La nota, además de eximir de toda responsabilidad a sus autores, sirvió para desatar las hostilidades. Previamente, el jugador se había limitado a colgar unas imágenes asépticas para formalizar su despedida, sin ninguna alusión a negociaciones, contactos, ofertas. Nada que fomentase la discordia.

Ante el tono del comunicado oficial, el agente del futbolista se sintió en la obligación de replicar. Desmintió de plano a la directiva, asegurando que no había rechazado nada porque no recibió oferta alguna de los actuales dirigentes, cuya iniciativa, que calificó de deshonesta, estaría enfocada a eludir responsabilidades.

El tema no quedó ahí. Tres días más tarde, el presidente y el director general del club volvieron a la carga. Fue en el marco de la rueda de prensa organizada para dar cuenta del balance general de la temporada, asunto central que a la hora de la verdad pasó a un segundo plano. Prefirieron explayarse sobre el caso de Iñigo Martínez, con sendas exposiciones que insistían en colocarle en la picota. Reiteraron que la oferta existió, que era idéntica a la que en su día (abril de 2022) elaboró Aitor Elizegi y que el agente les dijo que el jugador quería irse y que se negaba a renovar. Remataron así su versión: “Ha quedado claro que el Athletic no miente”. Uriarte añadió que no entraba a valorar si alguien miente o no, en referencia a la otra parte.

El martes, 14 de junio, en estas páginas, el agente de Iñigo desgranaba desde su perspectiva la sucesión de hechos comentada por la directiva y aportaba varios detalles más. Volvía negar la mayor, que hubiese habido una propuesta, y no tenía reparos, al contrario que la directiva, en catalogar de “mentirosos” a Uriarte y Berasategi. Les acusaba de construir una historia sin base alguna con el único objetivo de salvaguardar su imagen ante la opinión pública. En su versión, el agente subrayó que, aunque el club vendió que deseaba que Iñigo siguiese en el Athletic, nunca se dignó siquiera a abordar la cuestión.

Parece obvio que este desagradable asunto se hubiese evitado de no mediar el ansia de la directiva por culpar al jugador, aprovechando su fácil llegada a los medios. Y no se entiende que el agente reaccionase con tal contundencia si en verdad tuviese pecado. Desde luego, la lectura de su versión despeja cualquier duda en torno a una operación mal gestionada desde Ibaigane. Es significativo que la directiva, que en un año nunca acreditó la existencia de una oferta cierta, al final se expusiera así solo por quedar bien, para acabar poniéndose en evidencia. Y mira que Iñigo se lo puso fácil, pues quiso irse sin hacer ruido, aunque no le faltaban razones para hacerse oír, como se ha comprobado.