El director del Zinemaldia se muestra satisfecho con la 70ª edición. Asegura que el Festival vive un momento “dulce”. No en vano, la Sección Oficial ha demostrado su músculo por tercer año consecutivo, al tiempo que estrellas de la talla de Ana de Armas o Liam Nesson se han dejado caer por la alfombra roja. Además, un encuentro de inversores celebrado en el apartado de industria ha dejado muy buen sabor de boca y ha colocado al Zinemaldia, aún más, en el mapa de los circuitos de los grandes mercados y festivales.

¿Cansado?

—Mucho (ríe). Pero no solo yo, el equipo está al límite. Estoy muy contento porque, en privado y en público, la gente está recalcando que la organización ha funcionado como un reloj. Tenemos muy buen equipo y muy buenos profesionales. Me parece bueno que sea reconocido el trabajo de la gente que se deja el alma en el Festival.

¿Tiene que ver en el cansancio que el Zinemaldia haya crecido este año?

—Lo hemos notado porque lo hemos hecho con pocos medios más que el año anterior.

¿Cómo valora la 70ª edición?

—Muy positivamente, aunque siempre las valoro así (ríe). Pero este año ha sido especial. Por un lado, hemos vuelto a la normalidad, existía el reto de hacer una edición como la de 2019. Además, hemos crecido en el apartado de industria, sobre todo, porque hemos hecho un encuentro muy poderoso con inversores y ha salido muy bien; los inversores están muy satisfechos. El tercer punto sería el de la programación. Ha sido muy buen año de películas y creo que tanto el público como la crítica coinciden en ello.

¿La vuelta a la normalidad en qué cifras de público se ha traducido?

—Aún son provisionales: vamos a estar muy por encima de 2021, en el que llegamos a 90.000 espectadores. En esta edición calculamos que hemos alcanzado los 160.000, un descenso del 10% con respecto a las cifras de 2019 (168.000), que suponen unas cifras muy buenas teniendo en cuenta que las salas de cine han perdido muchísimo miedo. Tenía mucho miedo, creía que íbamos a bajar en torno a un 25%-30%.

¿Qué opina del palmarés?

—Lo que digo siempre: que es el mejor posible porque lo da el jurado (ríe). A diferencia de otros años, me parece que coincide con las películas fundamentales del público y la crítica. Tal vez falte Sparta, que mucha gente la situaba como posible Concha de Oro y, tal vez, se esperaba algo más de premios al cine estatal.

Lo llamativo es que ‘Sparta’ no se haya llevado nada.

—Mi única obsesión era que tanto Sparta como Pornomelancolía fuesen discutidas por el jurado como cualquier otra película. Puedo asegurar que las han discutido y que Seidl ha estado cerca de algún premio, pero al final no ha salido, y Pornomelancolía se ha llevado el premio a Mejor fotografía.

¿Cómo tomó la ausencia de Seidl para defender ‘Sparta’?

—A nosotros nos hubiese gustado que hubiese venido y se lo transmitimos. Yo he mantenido correspondencia con Seidl. De la misma manera que le dije que queríamos que viniera, le dije que aceptaríamos su decisión. Al final decidió no venir y lo entiendo en la situación de acoso que ha vivido.

En Donostia la polémica sobre ‘Sparta’ ha beneficiado a la película. Se abrió debate sobre ella.

—Tenía miedo de que solo se hablase de la polémica y no de la película, y no, se ha hablado mucho de la película, entre otras cosas, porque Sparta es muy poderosa. De momento no hay ninguna denuncia. Es increíble cómo funciona esto: que un periódico pueda decir una serie de cuestiones sobre el rodaje de Seidl, no lo denuncian, ¿y no pasa nada? No lo entiendo.

El festival de Toronto retiró tanto ‘Sparta’ como ‘Pornomelancolía’, esta última también retirada de Nueva York, pero en Donostia se proyectaron y fueron bien acogidas.

—Tengo mucho respeto al Festival de Toronto y no quiero hablar de otros festivales pero me parece muy peligroso que un festival aplique el principio de culpabilidad. No tengo ni idea de si en el rodaje de Seidl ha habido problemas, no me compete. Si ha habido, que alguien denuncie. Lo que es muy sospechoso es que un periódico publique un artículo sobre que se dieron casos de maltrato infantil y no lo denuncie: si tienes pruebas tienes la obligación de denunciar.

¿Teme que esta oleada de conservadurismo llegue al Zinemaldia?

—Vienen tiempos complicados. Este festival se ha caracterizado porque jamás se ha posicionado con una opción política concreta. Me parece tan respetable el señor que vota al Partido Popular como el que vota a EH Bildu, como el que vota al PSOE o al PNV. Somos un festival de todo el mundo; eso sí, nosotros defendemos los derechos humanos. Lo que no vamos a aceptar es el fascismo, la homofobia, el racismo y el machismo y en estos momentos hay partidos políticos legales que defienden todo esto. Eso es un grave problema. No olvidemos que Hitler llegó al poder con el voto de los ciudadanos. En este momento, el fascismo se va colando en las instituciones con el voto de la gente y, lo siento mucho, pero nosotros siempre vamos a estar en contra del fascismo y defenderemos la democracia. Siempre voy a defender la libertad de expresión y la libertad de creación artística, y siempre voy a defender la ley. Y si hay algún problema en la judicatura habrá que cambiarla y evolucionar pero, mientras, el marco de referencia es la ley. Si hay un delito debe ser el poder judicial el que lo juzgue, no los ciudadanos. Que aceptemos el principio de culpabilidad me parece fascismo puro y duro.

Finalmente la Concha de Oro ha ido para la colombiana Laura Mora y ‘Los reyes del mundo’.

—Es una película que no es perfecta y eso me gusta. Conozco a Laura Mora desde que vino en 2017 con Matar a Jesús, que fue premiada en Nuevos Directores; le tengo mucho respeto profesional y muchísimo cariño personal. Su historia personal es muy dura, su padre fue asesinado y es una mujer que ha sabido transformar el odio que sintió entonces en una pelea para poner su granito de arena para cambiar la situación de violencia que vive Colombia.

Los actores no eran profesionales.

—Siempre trabaja con gente de verdad y, frente a cierto tipo de cine que explota la pornomiseria, Laura Mora tiene una honestidad y una verdad en sus películas que se nota. Ver a esos cinco chavales, que los han sacado de la calle, que ahora viven con sus madres y que están intentando estudiar es muy emocionante. Laura me comentaba lo difícil que es sacarlos de la calle porque, en el fondo, la calle les llama. Estar en la calle con sus amigos, esnifar cola y vivir libres les resulta mucho más atractivo que vivir con sus madres y con un contexto más rígido en el que tienen que estudiar. Generalmente, las expectativas que les puede ofrecer su familia son prácticamente ninguna; la calle, al menos, te ofrece la aventura. Ahora lo que están intentando es que estos niños tengan expectativas y Laura siempre estará ahí. Estoy contento con la Concha, ha gustado bastante a la crítica y creo que ha sido la más aplaudida y mejor recibida en el Kursaal.

El retorno a la realidad después debe ser duro.

—Es muy complicado. Nosotros trabajamos con una escuela de Mar de Plata, con chicos con problemas económicos. El primer año trajimos una representación y luego decidimos no hacerlo porque la vuelta es muy dura. Es difícil saber qué es lo mejor para ellos ahora, la felicidad que yo he visto en estos niños, solo por lo que han disfrutado de esta experiencia que nunca olvidarán, creo que merece la pena que estuvieran aquí.

Una de las dos características que ha tenido la Sección Oficial es que se han proyectado un buen puñado de películas que ponían al espectador en una situación incómoda.

—Me gusta mucho tipo de cine, también el de entretenimiento. Pero luego hay otro tipo que me interesa mucho que es el que te plantea cuestiones, dudas y te lleva al debate. Siempre lo intentamos, pero yo creo que este año ha habido muchas en esa línea, que además tenían bastante calidad. Sparta, por supuesto; Great Yarmouth; Pornomelancolía; La consagración de la primavera...

La segunda cuestión a destacar es que este año ha habido menos género que en los últimos.

—Totalmente de acuerdo. También ha habido menos humor. Últimamente habíamos conseguido colar algunas comedias, algo que nos cuesta. A mí este año me encantaba El inocente, de Luis Garrel, y la quisimos para competición pero estuvo en Cannes, así que la pusimos en Perlak.

Pese a la ausencia de Glenn Close, la 70ª edición ha contado con grandes realizadores y con estrellas como Liam Neeson o Ana de Armas.

—La ausencia de Glenn Close fue un jarro de agua fría, pero me duró dos minutos. Se nota que el Festival ha aumentado la presencia de estrellas y ha habido grandes realizadores como Mia Hansen-Love, Alejandro González Iñárritu, Louis Garrel, François Ozon, los hermanos Dardenne han venido por primera vez...

En el eterno debate de plataformas contra salas parece que los festivales se han convertido en el refugio para el cine en salas.

—La única seguridad es que las plataformas no se van a ir y los exhibidores tienen que ser conscientes de ello. A partir de ahí habrá que trabajar para recuperar el cine en salas. Desde la exhibición hay que hablar con las plataformas y pactar con ellas. ¿Hay que pactar, quizá, que el beneficio que tiene el cine on line repercuta de alguna manera en las salas? Claro que las plataformas tienen un efecto negativo, pero estudiemos las maneras de que el efecto sea positivo.

Parece que el Zinemaldia se encuentra fuerte, ¿este hecho lo posiciona mejor en la competición por captar películas?

—El Zinemaldia goza de buena salud, también dentro de la industria, y eso quiere decir que la gente quiere venir, y si la gente quiere venir es más fácil conseguir películas. Detrás de la película de clausura, Marlowe, que fue la premiere mundial, hay seis inversores muy importantes. La despedida ha sido muy bonita porque no conocían Donostia ni el festival y les ha encantado. Además, han alucinado con el público. El Zinemaldia vive un buen momento y no es casualidad que tengamos nombres importantes y películas de gran nivel. Vivimos un momento muy bueno pero la duda es hacia dónde queremos ir.

¿Y hacia dónde quiere ir?

—Estamos en un momento en el que podemos crecer, pero hay que tener mucho cuidado con crecer, no hay que dar un paso hacia adelante si luego hay que retroceder. Somos una ciudad pequeña, para bien o para mal. No podemos crecer hasta donde podríamos. Pero no nos engañemos, que sea pequeña también nos da cosas. Me gustaría hacer un festival como el que tenemos ahora, mejorando aquello que podemos mejorar. Tenemos que estudiarlo bien. Necesitamos más dinero pero yo entiendo a las instituciones.

¿Van a pedir un aumento en el presupuesto?

—Yo no me quejo. Las instituciones están aportando una gran cantidad en un momento complejo. Nunca voy a discutir lo que pongan, lo que voy a hacer es pedir más y les explicaré por qué necesito más. Si me dicen que me quitan dinero para ponerlo en Sanidad o en Educación, ¿qué voy a decir? Pues que estupendo. Dentro de poco tengo pensado hablar con el presidente del consejo de administración, que es el alcalde Eneko Goia, y luego hablaré con el resto de instituciones. Tenemos que plantearnos qué financiación vamos a tener.

También buscan financiación privada.

—Hemos conseguido casi 200.000 euros más que en 2019.

Con esa financiación, ¿cómo le gustaría que creciese el Zinemaldia?

—A nivel de películas, el Festival tiene una estructura muy buena; no la cambiaría. Donde creo que deberíamos promocionarnos y avanzar aún más es en la parte dedicada a la industria. Este año el encuentro de inversores nos ha posicionado muy bien. Ha habido 400.000 euros que provenían del fondo de recuperación de la UE. El encuentro de inversores en cuatro o cinco años puede ser muy potente. De hecho, varios inversores que han venido a Donostia me contaban que en Toronto todo el mundo se preguntaba qué ocurría aquí para que algunos de los grandes nombres viniesen al Zinemaldia. Además nos ha permitido hacer red con Málaga.

¿En qué sentido?

—Desde que lo dirige Juan Antonio Vigar lo están haciendo de maravilla. Se ha convertido en un lugar estupendo para el cine latinoamericano y español. A Donostia le viene muy bien que Málaga saque parte del cine español, nosotros no podemos sacar tanto. Incluso, yo que soy responsable de haber seleccionado todo el cine español que se ha proyectado, creo que había excesivo cine español en el Zinemaldia, pero es que era difícil decir que no a las películas que han estado en los grandes festivales; creo que un poquito menos sería mejor.