Hasta dónde estarías dispuesta a llegar para mantener tu espacio de libertad y transformación? A esa pregunta se enfrentan las protagonistas del cortometraje Cuerdas, de la laudioarra Estíbaliz Urresola, que tras su aclamado paso por la Semana de la Crítica de Cannes compite en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Zinemaldia. Una oportunidad magnífica para que el equipo al completo se junte y celebre este canto al empoderaminto y a alzar la voz.

La coral de mujeres de un pequeño pueblo está a punto de desaparecer y la única salvación posible parece llegar de manos de un patrocinio de la empresa que más contamina el lugar. Este es el punto de partida del nuevo trabajo de la cineasta alavesa, que surge de varias experiencias reales que ha encajado en una misma historia tras conocer a las mujeres de la plataforma Meatzaldea Bizirik de Bizkaia en unas conferencias de ecofeminismo. “Conocí esta asociación de vecinos en contra del cambio climático y descubrí que, a partir de cierta edad, las mujeres pueden seguir siendo líderes de un movimiento. Entendí que es algo poco visto en el cine y comencé a entrevistarme con ellas”, explica Urresola.

A base de conocer a cada una de estas vecinas, la directora empezó a tener claro que ellas mismas debían ser las encargadas de dar vida a las protagonistas del cortometraje, con especial énfasis en Begoña Suárez, líder del movimiento a sus 91 años y personaje sobre el que pivota el filme. De este modo, Urresola combinó dos grupos, la asociación de teatro Juego de Damas y la Coral de mujeres de San Fuentes (Muskiz) en uno mismo, algo que, en un primer momento, no tenían muy claro las propias protagonistas.

“Surgió un debate entre ellas de si debían o no hacerlo, exactamente el mismo que tenían los personajes del cortometraje con si coger o no el patrocinio. Fue la señal de que hacía falta contarlo y de que no había nadie mejor que ellas mismas para hacerlo”, señala la realizadora, asegurando que las mujeres se tomaron el proyecto “como un reto” que ha terminado por ser muy gratificante para las dos partes.

Con el grupo ya compuesto y la producción de Sirimiri Films, Katz Estudio y Gariza Films, el rodaje se llevó a cabo en el mismo lugar en el que la agrupación vecinal trata de alzar la voz, Muskiz, contra una empresa, Petronor, que, aunque no se cita directamente en la película aparece claramente en pantalla. “No es que mencionamos el nombre para evitar problemas, sino que, como todos los lugares tienen sus propios problemas industriales, era una forma de dirigirnos más allá de lo local, a lo global, y tener eco en todos los territorios”, apunta la autora alavesa.

“Muchas asociaciones de estas comarcas son dependientes del ayuntamiento o de patrocinios privados y yo me quise fijar en un coro. Para mí son un espacio de empoderamiento con edad avanzada. Son lugares donde encuentran sororidad y donde se transforman”, apunta Urresola, que trata de borrar la etiqueta “lugar de ocio para las mujeres” que muchas veces han sido asignados. “Se les ve con condescendencia, pero son espacios mucho más transformadores. Exigen rigor, disciplina, trabajo... y se lo toman en serio. Es un compromiso y una forma de generar vínculos emocionales. Es un despertar social”, agrega.

Salto a la larga duración

El resultado final fue presentado en la Semana de la Crítica de Cannes y tras formar parte de la selección de Kimuak, llega al apartado más abierto del festival donostiarra. “Nos da mucha alegría porque nos permitirá celebrarlo todas juntas. A Cannes solo viajamos una pequeña delegación y en Donostia no faltará nadie”, indica la directora.

Entre cada una de estas presentación, Urresola ha tenido tiempo para rodar su primer largometraje, 20.000 especies de abejas, un trabajo que versa sobre la identidad a través de una niña con pene. “Ha sido una experiencia muy bonita. He disfrutado más de lo que esperaba, con un equipo técnico y artístico entregado”, señala sobre una historia que empezó a escribir tras el suicidio en 2018 en Ondarroa de Ekai, un adolescente transexual, y de la posterior carta que divulgó su padre en los medios de comunicación.

“Me sacudió, por lo que decidí acercarme a la asociación y, de nuevo, me entrevisté con ellos. Cambiaron mi realidad y me mostraron familias que, en aquel tiempo, para mi eran novedosas”, señala. De este modo, confía en que su primera película de larga duración sirva para “alejar los estigmas”, algo para lo que el cine “es muy útil”.