Tras el velatorio en la Plaza Nueva, el cortejo fúnebre avanzó este martes por el Casco Viejo hasta el Arriaga donde la sardina fue quemada. Fin del carnaval, las fiestas de invierno más burlescas y descaradas que después de dos años de pandemia han recuperado las calles de Bilbao con más ímpetu que nunca.
Ha sido uno de los carnavales más calurosos que se recuerdan y eso ha permitido que Bilbao pueda brillar y transformarse en todo tipo de escenarios: de cine, históricos, cómicos... Durante cinco días está permitido ser quién quieras, o al menos simular serlo. Y son además un termómetro de la actualidad inspiradora de los disfraces que se prolijan en los desfiles.
Y de manera simbólica la quema de la sardina es una forma de despedirlo, de terminar con los vicios y pecados cometidos durante estas fiestas y de empezar limpio la Cuaresma. Actualmente, el significado religioso se ha perdido y ha quedado solo el festivo. Pero después de los excesos para muchos sigue vigente esa necesidad de empezar “limpio” la cuaresma.
Y en ese contexto miles de personas formaron ayer el cortejo fúnebre rigurosamente vestidos de luto. Tras el velatorio en la Plaza Nueva la comitiva acompañó a la sardina hasta su despedida hasta el próximo año.
Y entre los y las plañideras carnavalescas la pregunta de siempre, ¿cuál es el origen de la quema de la sardina?
Las teorías son muchas pero ninguna es segura. Una de ellas, y la más extendida, es que en la antigüedad se enterraba carne, que representaba el pecado de la gula. Se solía enterrar un costillar de cerdo al que por su forma llamaban sardina, y con el paso del tiempo y los precios se quedó en quemar una sardina.
Hay quienes relatan que unos estudiantes madrileños del siglo XIX, para despedir el Carnaval decidieron montar un cortejo fúnebre precedido por una sardina, que simbolizaba el ayuno y la abstinencia que tanto le gusta a la iglesia.
Aunque según la historia, el entierro de la sardina es una costumbre que procede del siglo XIX y que simboliza el inicio de la Cuaresma –es decir, los 40 días que faltan hasta el Domingo de Ramos– y la prohibición de comer carne todos los viernes antes de que dé comienzo la Semana Santa.
Para los bilbainos y ciudadanos del territorio que tuvieron de excusa el entierro para disfrutar el último día de los carnavales, empieza la cuenta atrás de unas fiestas que con el paso de los años han conseguido tener su protagonismo.