Su nombre era Lucía y dicen que era argentina. A veces con lluvia, otras con sol, la Gran Vía de Bilbao se había convertido en los últimos años en su particular escenario gris donde, vestida de mimo y con una rosa en la mano, observaba inmóvil el ir y venir de los transeúntes que la miraban. Hace un tiempo la enfermedad le sorprendió y, tras estar ingresada en Santa Marina falleció recientemente. La mimo de la Gran Vía de Bilbao ya no volverá a su lugar en la calle, a su altillo pegado al edificio de BBVA, donde con paciencia, esperaba unas monedas caritativas. 

Las redes sociales recuerdan a esta artista de calle; desde la cantante que coincidió con ella en ese mismo tramo de la Gran Vía hasta la mujer que, según cuentan, en cierta ocasión se mareó por el calor y a la que Lucía le ofreció el dinero que había recogido para que pudiera comprarse una botella de agua y algo dulce para la tensión. La vida de Lucía no fue fácil y así lo había confesado a una de sus personas cercanas. “Un día me acerqué y le pregunté si quería tomar algo. Hacía mucho frío y me generó ternura. Me dijo que no y me dio las gracias”, apunta Bego Sánchez, una joven bilbaina que por entonces trabaja en un comercio cercano. De lo que no cabe ninguna duda es de que su muerte no ha resultado indiferente.

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Seguramente estos días muchos bilbainos y vizcainos, porque también solía trasladar su mimo a las calles de Basauri, tuvieron un recuerdo para ella. Lucía era una mimo de cara triste y melancólica. El atuendo de su función era siempre el mismo. Su pantalón y casaca blanca, cara pintada, guantes y gorro negro, labios rojos. A menudo sujetaba una rosa. Solía llegar hacía el medio día y sentada en una esquina del edificio se le podía ver transformando su rostro. Tomaba una pintura blanca y cubría su cara, y su labios de un intenso rojo. Su mirada transmitía melancolía. Así es cómo la recuerdan quienes a diario pasaban por esa zona. 

Lo cierto es que con el paso de los años se había convertido en parte de la familia de artistas de Bilbao que tienen por escenario las calles y, por público, los paseantes. No en vano hay quien tiene constancia de haberla visto actuar en ese mismo lugar hace más de 17 años. Su función, como la de otras muchas grandes estrellas, nunca bajó el cartel hasta que la enfermedad la obligó a dejar el escenario gris del asfalto. Goian bego!