ATHLETIC: Unai Simón; Lekue (Min. 67, Capa), Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García, Unai López (Min. 67, Ibai), Williams, Raúl García, Muniain; y Villalibre (Min. 67, Aduriz).

GETAFE: David Soria; Damián, Djené, Etxeita, Olivera; Nyom (Min. 92, Kenedy), Arambarri, Maksimovic, Cucurella; Deyverson (Min. 54, Jorge Molina) y Jaime Mata (Min. 85, Timor).

Goles: 0-1: Min. 36; Damián. 0-2: Min. 50: Mata, de penalti.

Árbitro: Alberola Rojas (Comité Castilla-La Mancha). Mostró tarjeta amarilla a los locales Yuri (Min. 64) e Iñigo Martínez (Min. 86), y a los visitantes Deyverson ( Min. 12), Arambarri (Min. 40), Mata (Min. 64), Damián (Min. 67) y Nyom (Min. 70).

Incidencias: Partido correspondiente a la vigésimo segunda jornada de LaLiga Santander disputado en el estadio de San Mamés ante 40.291 espectadores, según datos oficiales.

bilbao - El Athletic sigue en línea descendente. Se le ha olvidado lo que es ganar. Hasta ayer encadenaba seis jornadas sin hacerlo y ahora son siete, un tramo considerable del calendario saldado con solo cinco puntos y el consiguiente retraso en la tabla: de ser quinto en diciembre a noveno en la actualidad. Lo más llamativo de la racha sería la pérdida de la pujanza que le convirtió en un anfitrión muy fiable. San Mamés no intimida como antes, Eibar y Celta pueden dar fe de ello, y ayer el único que estuvo cómodo sobre el tapete de La Catedral fue el Getafe. El conjunto madrileño desplegó su catálogo de recursos al completo ante la impotencia de un Athletic sin chispa y sin alternativas para variar sobre la marcha una tónica decepcionante. Cuando resulta imposible dañar la estructura del rival no queda otra que reconocer humildemente la superioridad ajena y recapacitar. La única incógnita por despejar se resolvió pasada la media hora. Tras el gol de Damián la certeza de que la tarde se cerraría con un marcador adverso fue contagiando a todos, jugadores y público.

Es posible que a día de hoy no haya en Primera un equipo que ejemplifique la condición de hueso mejor que el Getafe. Sin nombres deslumbrantes, ofrece un funcionamiento colectivo impecable siguiendo ciegamente las consignas de José Bordalás. Les acusan de exprimir sin pudor lo que se denomina "el otro fútbol", ese compendio de viejas artimañas para establecer a su antojo el ritmo de los encuentros y sacar de quicio a sus oponentes haciendo equilibrios sobre la frontera de lo reglamentario. Una fama justificada que sin embargo, por sí sola, no serviría para figurar en tercera posición. Además de áspero y pegajoso, el Getafe es disciplinado a carta cabal, hace gala de un equilibrio táctico envidiable, rezuma oficio y se ha especializado en rentabilizar al máximo cada gol. Por cierto, lleva diez más que los rojiblancos.

Ayer marcó un par y cerca anduvo de ampliar la cuenta. No lo necesitó a la vista de la incapacidad del Athletic para hacer su juego, el tipo de propuesta del que suele valerse para poner en aprietos al visitante de turno: intensidad, presión alta, transiciones rápidas por los costados, etc. Trató luego Gaizka Garitano de explicar el revés apelando al déficit de frescura que apreció entre los suyos. Lo vio cualquiera y su origen es evidente. El Athletic pagó el precio de avanzar en la Copa metiéndose entre pecho y espalda dos prórrogas en una semana. Al desgaste físico de una alineación que varía poco se añadiría el psíquico o mental, que se deja sentir si los que se colocan enfrente vestidos de azulón se atienen con total aplicación a un guión táctico expresamente diseñado para la ocasión.

Todo el fútbol local murió en las bandas porque en ambas el Getafe empleó un doble lateral que amargó la existencia a Yuri y Lekue, los resortes que deben alimentar el ataque. Y tanto Williams como Muniain generaron un atasco considerable en la franja central al juntarse a Villalibre y Raúl García. Cuatro piezas esperando recibir y huérfanas de suministro en medio de la tela de araña que teje el Getafe con su prudente repliegue. Acaso era el día oportuno para sacar tres centrales contra los dos puntas visitantes y conceder así mayor libertad de acción a los laterales; acaso, pero desde luego la fluidez brilló por su ausencia, facilitando mucho la tarea al contrario.

El desarrollo de la primera media hora ya pedía a gritos algo distinto. No pasó absolutamente nada. El Athletic tocaba muy lejos de Soria sin forzar lo más mínimo al Getafe. Sí, interrupciones hubo unas cuantas, estaba previsto, pero que hubiera que esperar casi al descanso para que Villalibre protagonizase el primer remate, refleja una ausencia de argumentos significativa. Decir que solo el chaval se salvó de la quema, pues Muniain ralentizó cada pase, Williams jamás pudo zapatear y Raúl García pasó desapercibido en su clásica pelea contra tipos que tampoco conjugan el verbo arrugarse. Ni a ras de césped ni por arriba halló una rendija por la que progresar un Athletic que sintió como un mazo en la cabeza la bonita internada de Damián, con dos paredes en corto para penetrar en el área y remate cruzado de ariete consumado.

Qué decir del daño que produjo el penalti por mano de Lekue. Recién reanudado el choque, por si cupiese alguna duda de qué equipo tenía el mando real del juego. Misión imposible. Aparte de que el Getafe se negó a realizar la más mínima concesión. Perseveró en actitud y criterio. De acuerdo que halló en la manga ancha del árbitro la colaboración ideal para meter el pie sin miramientos, para arañar segundos en cada balón parado, en fin para ir minando la de por sí mermada moral rojiblanca, de la que se contagió la afición, exteriorizando varios reproches. Quemaba ver pases de seguridad, hacia atrás, en vez de arrojo ofensivo, pero es que los futbolistas eran conscientes de su inferioridad, habían asumido que el Getafe era más y encima gozaba de una renta de garantías.

vuelve aduriz En el minuto 68, lo insólito: tres cambios de golpe. Capa, para seguir estrellándose con Cucurella; Ibai, por si sonaba la flauta en la estrategia; y Aduriz, a fin de enardecer a un público alicaído. Y si el veterano acarició el gol en tres lances, todos culminados sin contundencia, a Ibai le cayó el mejor pase, de Williams, y su volea la devolvió el larguero. Para entonces el partido se encaminaba a su conclusión y el Getafe había dispuesto de tres situaciones tan o más nítidas. En la segunda mitad hubo toda la agitación en las áreas que faltó previamente, pero el asunto siguió bajo el control del Getafe. Más allá de valorar el esfuerzo rojiblanco, poco que rescatar. La voluntad sin criterio ni profundidad es del todo insuficiente para inquietar a un Getafe que tiene dos goles.