- Espero que me perdonen la falta de originalidad, pero ya saben lo que son los aniversarios redondos. Cómo íbamos a saltarnos este, que además lo es en varias fases. Porque primero estuvo lo de Aiete, hoy exactamente hace diez años, y tres días después llegó su consecuencia lógica: el anuncio del cese de las acciones armadas de ETA, según el eufemismo al uso. Ya por entonces, este humilde tecleador era un cínico redomado y me atreví a dejar por escrito, para escándalo de los beatones de la versión oficial, que el sarao en el palacio que fue lugar de estiaje de Borbones varios y de Franco era una pista de aterrizaje de tomo y lomo. Y oigan, bendita pista, porque nos iba a librar de los asesinatos y las extorsiones (eso en primer lugar), pero también de la matraca perenne de una banda de matones alucinados que nos cantaban las mañanas patrióticas, o sea, patrioteras, en la misma longitud de onda que los fachas de enfrente, los de la rojigualdina disparada de los que les hablaba ayer.

- Supongo que fue necesaria toda la pompa y circunstancia de los prolegómenos. Carísimos, por cierto; qué gracia que los paganos de la minuta sigan siendo considerados a día de hoy enemigos del pueblo y de la paz. En esta última palabra está una de las grandes engañifas que asumimos entonces, creo que conscientemente, los que nos resistimos a comulgar con ruedas de molino. Dejar de asesinar no tiene nada que ver con la paz. Es justo eso, dejar de asesinar, algo por lo que no cabe ningún tipo de gratitud ni reconocimiento. Menos, cuando se podía haber hecho varias décadas atrás. Mucho menos, cuando la decisión no obedeció a una reflexión ética sino a un frío cálculo estratégico. Matar había dejado de salir a cuenta. Pregúntenle a Arkaitz Rodríguez, que tiene mejor desarrollada la teoría. Y hasta alguna vez la ha aventado en público.

- ¿Acaso estoy diciendo que estamos peor que en aquel otoño de 2011? Ni de lejos. Solo trato, en primer lugar, de poner el contrapunto a una celebración triunfal que no ha lugar. Otra cosa es que lo conmemoremos con mirada crítica. Inmediatamente después señalo que no se han cumplido ni la mitad de la mitad de las expectativas que se alumbraron por aquellas fechas. Y añado, completamente desazonado, que hoy es el día en que una parte bastante numerosa de mis convecinos tienen por héroes a los que se llevaron por delante varios centenares de vidas y no se cortan en expresarlo públicamente. Tengo motivos para temer que, así que pasen otros diez años, será todavía peor.