BLOGER, instagramer, influencer, youtuber... Son conceptos que, con mucha frecuencia, vinculamos a un perfil muy concreto: chicas jóvenes y de un estilo muy definido que se ganan la vida luciendo modelos. Pero no todas las personas que se dedican a este mundo responden al estereotipo. Eloisa Patat, Jokin Ayerregaray y Kristina Pérez ejemplifican esta diversidad. Hablan con pasión de lo que hacen, pero coinciden al señalar que hay que mantener los pies en la tierra y no pretender alcanzar objetivos inalcanzables. También coinciden al destacar que es un mundo en el que los egos pesan, y mucho, lo que dificulta tejer alianzas que harían posible llegar a un espectro más amplio de clientes. Otro punto en común; abogan por no vivir obsesionados con los likes, con ir sumando seguidores, porque esa tiranía puede hacer que se cometan errores.

Kristina Pérez centra sus esfuerzos en la web Presumidas by Kris y sigue manteniendo su página de Facebook porque es donde está su comunidad, irrenunciable; ese grupo que desde el inicio le ha apoyado: las “fieles”. Y a esas, lo tiene claro, no las deja. Llegó a este mundo casi por casualidad, ya que era secretaria de dirección. En un momento en el que se encontró sin trabajo aprovechó para formarse. Como le gustaba la moda, se valió de las prácticas de un curso al que se apuntó para mostrar “que cada persona tiene su estilo. Creé Presumidas by Kris para decir que no, que no hay que ser como esas influencer que se ven en las redes, que cada uno es como es”. “Mi meta no es sumar seguidoras, sino conseguir que las chicas se sientan bien y dejen de fijarse en otras”, añade una profesional que reconoce que el de las redes es un “mundo competitivo en el que no bajas la guardia, pero en el que también consigues buenas amigas”.

En un mundo en el que se lucha por la singularidad, Eloisa Patat tiene una característica muy propia: es la “influencer argentina que vive y trabaja en Gipuzkoa”, un territorio pequeño en el que quiere colaborar también con el comercio y las marcas pequeñas. Conoce desde dentro el mundo de la moda, dado que fue modelo y, en la actualidad, se dedica “a la comunicación”. “Ahora con Instagram es como volver a ser modelo pero con más juego, porque no tienes que estar pendiente de tu talla o de lo que pesas. Lo disfrutas más, además una ya tiene otra edad”, reconoce a sus 35 años. Nómada casi por obligación, está casada con el jugador del Delteco GBC, Fede Van Lacke. Ya se ha acostumbrado a poner en marcha sus proyectos laborales allá donde recalan, aunque afirma que su intención es quedarse en Donostia. “Necesitaba algo que me apasione pero que pueda hacerlo en cualquier sitio”, explica Patat, que asegura que “de la globalización se está pasando a la personalización”. Ella hace de todo: “Gestiono las fotografías, los escritos, los vídeos, y las sinergías entre marcas”, apunta.

Por su parte, Jokin Ayerregaray no se define como influencer. Prefiere trabajar con Instagram, ha abandonado el blog y alimenta poco Facebook. Está detrás de @astinduganbara y tiene las cosas muy claras: “Me gusta la moda, es mi pasión y ha sido un reto abrir un perfil en redes sociales siendo un chico que se atreve a ponerse lo que le da la gana y trabajando únicamente en euskera”.

Por ello es consciente de que su público es más local y lo ha buscado así. “Desde los 15 años he aprendido a vestir como me gusta sin importarme lo que diga la gente”, asegura. “No he buscado ser un referente, pero sí servir para que otros chicos se atrevan a innovar y salir del típico estilo donostiarra”.