CUANDO nació Libu, hace ahora tres años, parecía que tendría los días contados. “Es que apostamos por una cosa que mucha gente ve obsoleta, en un momento difícil económicamente, pero fue cogiendo forma, subiendo en volumen y hasta hoy que va perfectamente”, explica la librera Gerarda Porrua desde un local que parece anclado en el tiempo. “No es una librería al uso, queremos que sea como el salón de casa, que la gente se pare, y nos pregunte qué es esto... donde vean un día un taller de escritura, otro un concierto, y más tarde, un cuentacuentos porque el libro es el vehículo pero el objetivo es la gente más vulnerable”. Y es que esta librería social no solo facilita el acceso a la cultura, también crea empleo para personas que tienen casi imposible conseguirlo.
El propósito de Libu y de la asociación Zubietxe al apostar por un comercio a pie de calle era dar visibilidad a personas en riesgo de exclusión social. “Que esa gente que está en los grupos, o atendida en pisos estuviera a ras de suelo, que no hubiera barreras ni ascensores para conocer sus problemas”, describe Porrua. “Tratamos de explicar a los clientes que se trata de una librería solidaria. Aquí van a ver trabajando a un marroquí, a un camerunés, a muchos voluntarios y a gente que si no, no podría hacerlo”.
Libu solo se nutre de donaciones, tanto de particulares como de bibliotecas u otros organismos. “Hacemos una selección, revisamos los libros para que no haya papeles personales, algunos se reparan, se pegan, se organizan, y a la balda, para sacarlos a la venta”. Un lugar romántico para hojear los libros y ojearlos, y también comprarlos por supuesto. Siempre a un precio asequible. Tres euros, un tomo, cinco por dos y diez euros por diez. “Lo bonito es que la gente que venga a comprar sea la misma que done porque eso nos ayuda a mantener el proyecto ya que vuelve a meter los libros en el circuito y siguen pasando de mano en mano”, señala Porrua. “Hay gente que encuentra aquí joyas que llevaba mucho tiempo buscando. Pero si quieres algo concreto lo anotamos y lo ponemos en lista de espera hasta que entre”, señala.
Una segunda vida para miles de novelas, ensayos, libros de ciencia ficción, de poesía, biografías, tomos de cocina, literatura fantástica, libros en euskera, castellano, y publicaciones en idiomas como inglés y francés pero también en griego, italiano o ruso.
“La gente nos pregunta; ¿cada cuanto reponéis? pero puede ser una vez al mes o varias veces en una semana. La verdad es que hay mucho movimiento”, indica Porrua.
En nuestra visita, nos encontramos con el taller de escritura de Argia, cuyos miembros con más veleidades artísticas se desplazan hasta esta librería. “Tanto gente de Argia como personas que pasan por la calle y tienen inquietudes de escribir se han ido juntado para formar un taller de escritura semanal”. Y escriben a mano. “Ten en cuenta que es un sitio que se queda parado en el tiempo, con títulos que no se venden en las librerías nuevas, donde encontramos el folio en blanco, cogemos el boli y escribimos”. Para dar rienda suelta a tanto ímpetu creador incluso se citan en plenas vacaciones de Navidad. Porque Libu es mucho más que palabras.