El gas lleva lejos al SEAT Arona
El SUV compacto asume la frugal y rentable mecánica TGI, adaptada para consumir GNC y gasolina. La difusión de esta versión, que aumenta la autonomía y mitiga las emisiones, se ve lastrada por una insuficiente red de distribución del Gas Natural Comprimido
Antes de final de año, el Arona se va a convertir en el nuevo beneficiario de la tecnología TGI, que adapta una mecánica de gasolina para funcionar también con GNC, Gas Natural Comprimido. SEAT programa trasplantar al SUV compacto un sistema que ya funciona con éxito en el Ibiza, el León y el Mii. Al igual que en ellos, esta fórmula confiere al Arona mayor autonomía. Permite, asimismo, reducir los costes de utilización y las emisiones contaminantes de los motores exclusivamente diésel o gasolina. La conversión a bifuel no afecta a las prestaciones pero sí a las finanzas del cliente, quien amortiza de inmediato el posible sobreprecio de compra debido al menor importe del GNC. El único inconveniente que frena la difusión de esta tecnología TGI es la todavía insuficiente red de distribución del gas.
Este sistema de impulsión consigue un impacto medioambiental inferior al de los motores de explosión, incrementa sensiblemente la autonomía al atenuar el consumo y, en consecuencia, también beneficia al bolsillo. Sobre todo teniendo en cuenta que el GNC es más asequible que los demás carburantes: un kilo cuesta 0,885 euros y genera la misma energía que 1,3 litros de gasóleo, que 1,5 de gasolina y que 2 de gas licuado de petróleo (GLP).
El Arona TGI acredita una autonomía de 400 kilómetros con GNC, distancia a la que hay que agregar los 160 suplementarios brindados por el depósito de gasolina. SEAT asegura que esta versión reduce a la mitad el coste por kilómetro recorrido respecto a la de gasolina homóloga y que rebaja un 30% el del Arona diésel equivalente. La marca alardea de que el TGI ahorra un 15% respecto un competidor impulsado por mecánica a GLP y que resulta un 20% más económico que un híbrido eléctrico no enchufable de gasolina.
A consecuencia de la reducción del consumo, el GNC contribuye a recortar hasta un 25% de las emisiones de CO2 y hasta un 75% de las de NOx. Esas cualidades medioambientales hacen a los TGI merecedores de la etiqueta Eco, que exime del Impuesto de Matriculación y permite eludir las restricciones puntuales del tráfico por alta contaminación en algunas urbes.
La interpretación TGI del Arona reajusta la conocida mecánica TSI 1.0 para que funcione también con gas comprimido. En la intervención, el motor tricilíndrico pierde algo de potencia, por lo que rinde 90 CV en vez de los 95 de la versión exclusivamente a gasolina. La adaptación conlleva además la instalación bajo el asiento trasero de tres depósitos adicionales de GNC, con una capacidad de 14,3 litros. La presencia de dichos tanques comporta que tanto el depósito de gasolina como el portaequipajes renuncien a parte de su capacidad.
La marca española del grupo Volkswagen acostumbra a manejar el concepto hibridación al referirse a la facultad de sus TGI de compatibilizar ambos combustibles. En realidad, su método consiste en la utilización sucesiva, en un mismo motor, de dos carburantes diferentes. A diferencia de un híbrido convencional, el TGI no contempla la presencia de dos sistemas de impulsión trabajando simultánea o alternativamente. Tampoco permite la alternancia de gasolina y GNC: en condiciones normales el coche arranca con gas y, cuando éste se agota, el motor pasa a alimentarse de gasolina. La transición se efectúa de manera automática, sobre la marcha y resulta casi imperceptible. No altera las prestaciones ni las sensaciones al volante, sólo cambia ligeramente el sonido del motor.
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