Beber agua es esencial para la vida, pero no siempre lo hacemos de la forma correcta. Uno de los errores más comunes es beber solo cuando tenemos sed, ya que esta sensación aparece cuando el cuerpo ya empieza a deshidratarse. Lo ideal es hidratarse de forma regular, aunque no sintamos sed, sobre todo en días de calor o si realizamos ejercicio.

Otro fallo habitual es tomar demasiada agua de golpe. Ingerir grandes cantidades en poco tiempo puede sobrecargar los riñones y diluir los minerales de la sangre. Es mejor hacerlo a pequeños sorbos a lo largo del día.

También es frecuente confiar en refrescos o bebidas azucaradas como sustitutos del agua. Aunque aportan líquidos, el exceso de azúcar y aditivos puede deshidratar más a largo plazo.

Agua muy fría

Beber agua muy fría justo después de hacer ejercicio puede provocar molestias estomacales por el contraste de temperatura. En esos casos, lo más recomendable es tomarla fresca, pero no helada.

Muchas personas tampoco ajustan la cantidad de agua que beben según su actividad o el clima. En verano o con actividad física intensa, las necesidades de hidratación aumentan y no basta con los dos litros “estándar”.

Por último, a veces olvidamos que los alimentos también hidratan. Frutas como la sandía, el melón o el pepino son excelentes fuentes de agua y ayudan a mantener el equilibrio de líquidos.