Tradición, emoción, dedicación y pasión son los cuatro pilares que se esconden tras la esencia del Día de la Almadía y que el pasado sábado, una vez más, estuvieron presentes en Burgui. Los almadieros se convirtieron en los grandes protagonistas de una edición, que comenzó a celebrarse de forma continuada en 1992, y volvieron a surcar con entusiasmo las aguas bravas del río Esca hasta culminar en el puente medieval, tras el salto de la presa.
El relevo de los más jóvenes en esta popular tradición se consolida cada vez con más fuerza y cada año se suman nuevos rostros. En esta edición ocurrió, además, algo insólito, algo que quedará en la memoria de los vecinos del valle: dos mujeres participaron por primera vez en la historia en el Día de la Almadía de Burgui.
Pero sobre todo quedará en el recuerdo de Virginia Laspidea y Leyre Marco, las dos jóvenes que con su presencia abrieron camino a las nuevas generaciones de mujeres para rememorar, año tras año, la fiesta de interés turístico que atrae a cientos visitantes a la localidad del Valle del Roncal.
Las dos jóvenes, que trabajaron duro desde enero para ocupar un lugar que hasta ahora solo era para hombres, no pudieron ocultar su nerviosismo en los momentos previos al descenso. “Estamos muy nerviosas, pero vamos en buenas manos y los que van remando tienen mucha experiencia, así que no nos pasará nada”, apuntó Laspidea. Por su parte, Marco aseguró que se encontraban un poco expectantes por ser las primeras y “eso, quieras que no, es mucha responsabilidad”. “Lo hemos hecho con la idea de que ahora más mujeres se animen a participar”, aseguraron.
Mantener la tradición En el mundo de las almadías hay quienes se inician por primera vez y quienes son unos verdaderos veteranos en la tradición. Es el caso del burguiarra Arturo Erlanz, de 67 años, que lleva 27 ediciones a sus espaldas: “Mi padre tuvo un aserradero de madera en el pueblo y la verdad es que al vivirlo tan de cerca siempre me ha interesado”, afirmó. Erlanz, que participó en el tradicional almuerzo de migas minutos antes de subir a la almadía, recordó con emoción que “nosotros tuvimos la suerte de que gente que vivió unos cuantos años bajando la madera por el monte nos pudo enseñar esta tradición y ahora tenemos la responsabilidad de seguir con ella”. El Día de la Almadía, según comentó Erlanz, se mantiene para rememorar y salvaguardar este patrimonio y también, en honor y recuerdo a los almadieros de los valles de Roncal, Salazar y Aezkoa.
Junto a Erlanz se encontraba Asier Aspurz, de 18 años, que representa a la cuarta generación de almadieros de su familia. “Es la primera vez, pero como voy acompañado de mi padre sé que irá bien”, señaló.
Tras llegar las dos almadías al atadero de Basari, la emoción se podía palpar entre todos los almadieros, orgullosos y satisfechos con todo el trabajo realizado. Entre lágrimas, Virginia Laspidea descendió rápidamente de la almadía para fundirse en un abrazo con su familia y con su compañera, Leyre Marco, quien aseguró que la experiencia fue mucho mejor de lo que esperaba. “El próximo año repetiremos seguro”, afirmó.