“En mi debut casi me sentía Tintín, en un 4x4 botando por la sabana para ir a la Conferencia de las FARC”
La entrevista empieza en Bilbao y acaba en Bogotá. Anoche terminó el Congreso de las FARC, que a partir de ahora son Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común
bilbao - Jon Artano (Zestoa, 1978) es un rostro y una voz muy conocidos para los seguidores de la radiotelevisión vasca. Desde hace un año es “un corresponsal novato”, como él mismo se denomina. Su campo de trabajo es un subcontinente en ebullición que hierve especialmente en Colombia, su centro de operaciones; y en la vecina Venezuela, y lamenta tener solo un par de minutos de televisión para contar lo que sucede. Por eso le alegra doblemente disponer de la ventana de la radio. También es consciente de que el foco principal de la información internacional no está ahora en la zona que él cubre. A pesar de las evocaciones cafeteras del país y de que a él le gusta el café (y los cafés) -“que se hace indispensable cuando a uno le despiertan a las tres y media de la madrugada para llegar a tiempo al informativo de la tarde”-, afirma que en Colombia “se puede tomar buen café; pero el normal, el que se compra en la calle y se llama tinto, lo hacen bastante aguado y azucarado para mi gusto”.
¿Por qué tomó la decisión de ser corresponsal en una zona del mundo tan conflictiva... y tan lejana?
-Necesitaba un cambio de aires y era una oportunidad de oro. A mí me gusta el periodismo, es el único oficio en el que la gente te cuenta historias y si muestras empatía se abre del todo. Hacer eso en un país exótico, a mí que siempre me ha gustado viajar y conocer otras culturas, está muy bien. Además es una decisión que tiene vuelta atrás. En cuanto a la inseguridad, quizá yo tenga un punto de inconsciencia pero, excepto en Venezuela, donde la situación es muy tensa, no he percibido peligro.
Aparte de la violencia estructural, ¿hay mucha delincuencia común?
-La primera regla que debes aprender es “no dar papaya”. Esto significa no ser ostentoso, no hacer alardes, ir un poquito al loro y no hacer el panoli. Yo ando muy tranquilo por mi barrio, que es un barrio normal; pero tengo amigas que no, sobre todo a ciertas horas. Claro que hay que andar con cuidado y hay zonas poco recomendables, sobre todo para un extranjero. Si toca ir a un sitio comprometido, lo primero es encontrar un guía de allí y tener sentido común.
Su dentista le dijo que “Colombia es un infierno de crimen y robo”...
-He cambiado de dentista.
¿Es buena base de operaciones?
-La mayoría de los medios ha elegido Bogotá como sede por lo que está pasando en Colombia los últimos años y por razones logísticas. Si hay que cubrir toda América Latina, desde la frontera con Estados Unidos hasta Tierra de Fuego, más o menos está en medio. Además, pese a haber estado en guerra hasta hace poco y a que gran parte del territorio no lo controla el Estado, en las ciudades y especialmente en Bogotá hay estabilidad.
¿Qué tal lleva el clima y el horario?
-Según la época del año, hay seis o siete horas de diferencia. Para llegar al informativo del mediodía, me despiertan entre tres y media y cuatro de la madrugada, pero es el menor de mis problemas. Lo que peor llevo es que el sol se ponga siempre a la misma hora porque estamos muy cerca del ecuador, hacia las seis y media de la tarde, diez minutos antes o después dependiendo del mes. Es muy pronto, como en Euskadi en invierno pero todo el año. Sobre la temperatura, los colombianos tienen otro termostato. Se quejan de que Bogotá es frío, pero no lo es. Fresco como mucho. Está a 2.600 metros, es la tercera capital más alta de Sudamérica (tras La Paz y Quito). El sol quema mucho, pero no me importa. Lo que llevo fatal es que no haya estaciones.
En un país tan variado, donde lo mismo debe hablar con indígenas que con terratenientes, ¿le han parecido personas acogedoras?
-Sí, mucho. Me parecen una gente maravillosa, pero efectivamente es un país muy diverso: están las ciudades, está el campo... Yo vivo en Bogotá, además en el centro porque hay varias Bogotás. El norte es extremadamente rico y el resto, sobre todo el sur, no. Además es un país muy clasista y las diferencias sociales son abismales. Yo paso casi todo el tiempo en el centro digamos modernillo, no la parte más pija y cara, pero la mayor parte de la gente con la que entablo relación es de clase media y alta. No tengo amigos de los suburbios de Bogotá, sólo los he conocido trabajando.
Llegó hace un año y los acontecimientos le estaban esperando...
-A los dos días de aterrizar fui al Yarí, a los Llanos Orientales, cerca del Amazonas, porque se celebraba la Décima Conferencia Nacional Guerrillera de las FARC, la primera abierta a la prensa. Mil guerrilleros y 700 periodistas. Iban a ratificar decisiones importantes y a la vez era un escaparate porque había acreditados cientos de periodistas de todo el mundo.
El “novato” debutó por todo lo alto.
-Llevaba como corresponsal solo unos días y flipaba metido en un 4x4 a toda leche botando por la sabana, lógicamente por caminos de tierra con tres colegas y un conductor que decían que no era de las FARC pero yo qué sabía... me sentía Tintín más o menos.
Desde septiembre de 2016, todo el proceso se aceleró.
-Los tres primeros meses fueron tremendos. Quizás en Europa esa conferencia guerrillera no tuviera mucha repercusión, pero allí fue excepcional. Primero poder entrar en ese conciliábulo, después la firma del acuerdo de paz en Cartagena, luego el plebiscito en el que ganó el no con un 50,2% (entonces sí que los ojos del mundo se posaron en Colombia), el Nobel de la Paz para el presidente Santos... y mientras seguía el proceso de Colombia, murió Fidel Castro.
Como Tom Hanks en ‘Forrest Gump’, fue de acontecimiento en acontecimiento.
-Me avisaron a medianoche e hice gaupasa para buscar vuelos e ingeniármelas para llegar a La Habana. Allí fueron diez días muy pero que muy intensos. Jornadas interminables compaginando radio y televisión, directos y reportajes, también entrando en magazines... con una conexión a Internet muy mala. En Cuba sufrí bastante porque sentía que no daba abasto para atender todos los requerimientos del grupo. Me quedaba con la sensación de que no tenía tiempo para hacer periodismo a pesar de que dormía tres horas. Me vi atrapado en una vorágine de directos y conexiones y regresé un poco frustrado.
De regreso a Colombia, ¿parece que el proceso de paz es definitivo?
-Eso parece. Ha habido infinidad de intentos, pero nunca se había llegado a este estadio. Las FARC han demostrado que van en serio porque han cumplido todos los compromisos, incluso en mayor grado y con más celeridad que el Gobierno, al que le faltaba mucho. Se replegaron a 26 zonas veredales y dejaron las armas.
¿Queda mucho por recorrer?
-Creo que las dos partes van en serio. Pero va a ser complicadísimo porque el inmenso territorio que controlaban las FARC no lo ha ocupado el Estado y hay un batiburrillo en el que están el ELN, los paramilitares, grupos que se dedican al narcotráfico y a la minería ilegal... El primer punto del Acuerdo de Paz es el desarrollo rural integral, así que hay que arreglar los problemas sociales y económicos de fondo de esa zona. Lo que se ha hecho hasta ahora, terminar con dos bandos enfrentados durante 52 años en una guerra que ha causado más de 300.000 muertos, que hayan llegado a un acuerdo y todo eso se haya puesto negro sobre blanco, es increíble... pero falta intentar atajar las causas que originaron el conflicto.
Tan difícil como lo ya conseguido.
-El mundo se ha dado cuenta del logro que supone este acuerdo y creo que va a llegar dinero. Esperemos que vaya donde tiene que ir y se maneje bien. Que se empiece a hacer país y se ayude a los que lo necesitan, sobre todo en el campo, que es donde están los problemas. En el Pacífico colombiano ha sido una primavera terrible: paros cívicos, asesinatos de líderes sociales, campesinos y mediaombientales todas las semanas, es una realidad que tiene muy poco reflejo en los medios, incluso en los colombianos. En cambio, pusieron una bomba (no está claro quién) en un centro comercial de la zona más próspera de Bogotá, murieron tres personas y no se habló de otra cosa durante semanas. Claro que fue una barbaridad, pero para entonces habían sido asesinados docenas de activistas sociales y a eso no se le prestó ninguna atención.
La pérdida del plebiscito fue una sorpresa en el exterior. ¿Y dentro?
-En el 40% de territorio que ocupaban las FARC es donde está la violencia y se conculcan los derechos humanos, donde está la extrema pobreza... Todo eso no afecta igual a las personas que viven en las ciudades. Por eso le dieron la espalda al Acuerdo. Los que votaron “no”, no fueron los que habían sufrido la violencia. Fueron los que la vieron por televisión.
Esta semana las FARC han tenido un congreso para fundar el partido que se presenta a las elecciones en 2018. ¿Han entrado los periodistas?
Sólo hemos podido entrar a ruedas de prensa en las que la información la han dado con cuentagotas. Se comenta que se han enfrentado dos corrientes de pensamiento: una liderada por Timochenko y la otra por Ivan Márquez? Que éste y Catatumbo encabecen las listas al Senado y la Cámara de Representantes es una quiniela que se confirmará esta madrugada en Euskadi. Después habrá un macroconcierto en la Plaza Bolívar. Ya veremos qué afluencia tiene. Hay mucha gente que no los puede ver ni en pintura, por eso será interesante observar cómo evoluciona esa relación según los colombianos se vayan habituando a ver a los líderes farianos como políticos y no como guerrilleros. Esa es la dicotomía de las FARC, el futuro en el que quieren abrirse paso con un discurso que puede calar entre los mas humildes. Y lo quieren hacer, obviamente, sin renegar de su “pasado glorioso”, precisamente el que les ha granjeado tanta animadversión.
¿Hay dos Colombias?
-Por lo menos. Con el proceso de paz hay una división muy profunda, prácticamente son dos mitades enfrentadas y hay muy poco margen para la reconciliación.
¿Hay poco sitio en los informativos para Latinoamérica, a pesar de todo lo que está sucediendo?
-En un informativo hay los minutos que hay para Internacional, y Latinoamérica, pese a ser un continente inmenso, no siempre tiene cabida. En esos paréntesis en los que no incluyen nada me dedico a documentarme, a buscar temas y a seguir la actualidad, pero es imposible controlar la realidad política de unos veinte países. Ahora vienen elecciones en Chile, México, Venezuela, tal vez Cuba y, claro, Colombia (el agobio se le refleja en la cara).
¿Se quedó chafado con el poco eco de las elecciones de Ecuador?
-Fue significativo. Cuando se está fuera, aunque sigas conectado con compañeros y amigos, uno está en otra realidad y pierde un poco la perspectiva de cómo se ven las cosas desde aquí. A veces me cuesta comprender por qué no interesa en Euskadi algo que allí parece trascendente.
Ahora hay espacio para el ‘caso Odebrecht’. ¿Una trama supranacional de corrupción?
-Esa constructora brasileña parece haber sobornado a funcionarios y gobernantes de más de una docena de países, al menos diez en América Latina. Cuando salió que salpicaba a Santos, la reacción me pareció bastante significativa. Nos llamaron al Palacio Nariño para una reunión off the record con su jefe de prensa, que se había preocupado de aprenderse nuestros nombres. Es increíble hasta dónde han llegado, están en todo. Prácticamente no hay ningún Gobierno que se salve.