Londres - Jason Bateman, actor y director de Ozark, una de las grandes apuestas de ficción de Netflix -que se estrenó ayer- declaró que es una serie “sólida” con “grandes actores” y sin “fuegos de artificio”. Protagonizada por Marty (Bateman), es la historia de un financiero de Chicago con problemas matrimoniales cuyo mundo da un vuelco el día que su socio (Josh Randall) estafa al narcotraficante (Esai Morales) para el que blanquean dinero ilegalmente. Con una pistola apuntándole en la cabeza y un folleto vacacional en el bolsillo, Marty ofrece a la desesperada a su jefe el negocio del siglo: lavar hasta 500 millones de dólares en el territorio virgen de Los Ozarks, un popular destino veraniego en lo más profundo de Estados Unidos.
Marty tendrá que demostrar a contrarreloj que su plan no es un farol, trasladarse a Los Ozarks con su esposa (Laura Linney), sus dos hijos y todos sus ahorros en efectivo, mientras un arrogante agente del FBI (Jason Butler Harner) sigue el reguero de dinero y cadáveres. “Marty debe blanquear el dinero o toda su familia será asesinada, pero las cosas se tuercen cuando intenta ir de sabelotodo de la gran ciudad con los vecinos y los infravalora”, explicó Bateman. Frente los lugareños hostiles, el señor del crimen de las montañas y un tenaz agente del FBI pisándole los talones, “el reloj sigue corriendo” y “hay cosas que está obligado a hacer y multiplican el peligro: el pragmatismo y el instinto de supervivencia de proteger a su familia toman el control”. La serie se envuelve así en un sombrío mundo de cuerpos sumergidos en barriles de ácido, misas religiosas acuáticas, linces adoptados como mascotas y bailarinas de striptease embarazadas.
Para el actor, el estreno coincide con un momento político y social especial en EE.UU., según el cual “la gente de las grandes ciudades está intentando entender qué es realmente el interior del país, qué les importa a sus gentes”. “Marty subestima a los habitantes de esta pequeña localidad y es un terrible error de cálculo; verle intentando sacar adelante su plan en un entorno mucho más difícil de lo que esperaba es parte del atractivo de la historia”, añadió. Y es que hay algo cómico y tenso en trasplantar a una familia urbana y privilegiada al mundo de los hillbillies, un gentilicio que designa en EE.UU. a los habitantes de las regiones montañosas, tradicionalmente representados en los medios y las películas como atrasados y resistentes a la modernización, independientes, endogámicos, bebedores y proclives a la violencia.
Bateman, antiguo niño prodigio de Hollywood en La Casa de la pradera, se siente cómodo en el papel de “hombre común”, representando a los espectadores en la trama. “Interpreto a personajes que viven en el medio, entre drama y comedia, ética e inmoralidad, inteligencia e idiotez; eso me permite más flexibilidad a la hora de que la audiencia decida estoy con él o estoy contra él, y Marty Byrde da justo en la diana”, comentó. El actor concluyó que si Ozarks triunfa, lo hará por “su calidad en vez de por sus fuegos de artificio”, ya que “no hay explosiones, no hay efectos generados por ordenador, sólo una ejecución sólida con grandes actores”.