Pesa unos 40 kilos, tiene los ojos verdes, el pelo de color castaño y unas medidas de 90-55-90. Samantha está hecha de TPE puro (elastómero termoplástico, un material relativamente nuevo en el mercado) e incorpora un microprocesador en la cabeza que funciona mediante un algoritmo creado por Santos. Este sistema le permite interactuar con las personas en distintos modos: desde familiar hasta sexual, lo que incluye la capacidad de la muñeca de “llegar al orgasmo”, asegura este científico catalán de sólo 38 años.
Cómo un experto en el manejo de instrumentos de ciencia avanzada, acabar trabajando en un proyecto de esta índole es algo “inusual y difícil de entender”. La mayor parte de sus colegas de la comunidad científica no comprenden ni aceptan el paso que está a punto de dar. Pero él está decidido a formar su empresa de venta de muñecas inteligentes de compañía por internet. Sergi lleva mucho tiempo estudiando la industria de las sex dolls.
Además de ser técnico en computación, tiene experiencia en el campo de la ciencia de materiales, lo que le permite aplicar a la ciencia las propiedades físicas de los componentes.